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Durante las últimas semanas aparecieron en Buenos Aires y en localidades del conurbano bonaerense diferentes afiches con una foto de Scioli acompañada por alguna palabra que destacaba cierta “virtud” del gobernador de la provincia de Buenos Aires, como «CONFIANZA» o «LEALTAD». No pasaría de una simple propaganda electoral, sino fuera que lleva la firma del Movimiento Evita, organización de origen popular que en los últimos años se empeña en batir record en acuerdos con las fuerzas políticas más reaccionarias y antipopulares del oficialismo nacional.

Muchos de los dirigentes y militantes del Movimiento Evita participaron activamente en algunas de las cientos de organizaciones que durante los años ’90 le plantaron cara al neoliberalismo. De hecho, el Evita como tal, empieza como movimiento de desocupados que luego se transformaría en Movimiento Evita a secas. Nacido casi en paralelo con la llegada de Néstor Kirchner al gobierno nacional, una de las particularidades de esa experiencia noventista era la reivindicación de su militancia como práctica integrada o continuadora de una serie de tradiciones populares de lucha, principalmente en las organizaciones de la tendencia revolucionaria y a Montoneros.

Lo cierto es que durante los primeros años del gobierno del santacruceño, el Evita funcionó como el paraguas de militantes peronistas, muchos con cargos políticos menores en gobiernos provinciales, nacionales o distritales, que no se encontraban a gusto dentro de la lógica del Partido Justicialista. Así se convirtió en la expresión más representativa de las organizaciones sociales peronistas, muy vinculada a un plano institucional a través de concejales, subsecretarios y demás, principalmente del interior, que se integraban al plano político del movimiento.
Por entonces, se planteaba que en el seno del incipiente gobierno de Kirchner, se estaba desatando una disputa entre la “vieja política”, representada por la clase política y los partidos tradicionales, y una nueva generación de militantes fogueados en los años noventa, que debían asumir la responsabilidad “histórica” de incorporarse al Estado para cambiarlo desde adentro. El supuesto gobierno en disputa, requería de la experiencia de las organizaciones para fortalecer su lado progresivo y desbancar a la derecha.
Los tiempos políticos aceleraron los procesos y pronto nos encontramos con militantes del Evita que, atendiendo inicialmente carteras sociales o actuando de mediadores, ya en nombre de una organización pasarían a ser facilitadores de relaciones políticas del Estado. El anhelo de resucitar una tendencia revolucionaria dentro del actual movimiento peronista tenía certificado de defunción, lo que sería trocado por un carné de afiliación a la clase política.

Lo que siguió fue una historia más conocida aún. De a poco, en la opinión del Evita, el Partido Justicialista dejó de ser tan malo y dejó de analizarse al PJ como un partido de gobierno, como una estructura política que arrastra más de tres décadas de una tradición no muy popular que digamos. Pero lo cierto es que el pragmatismo mata pruritos. Emilio Pérsico, principal dirigente del Movimiento Evita, asumió luego como Secretario de Organizaciones Sociales del Partido Justicialista, destacando la importancia de que ese partido reconozca a las organizaciones sociales.
Y si pasa el PJ, ¿Por qué no habría de pasar la Confederación General del Trabajo? En los últimos dos años, el Evita comenzó a tejer lazos con Hugo Moyano, Secretario General de la CGT, al punto de que ambos espacios vienen concretando armados políticos y sindicales, según el caso, sobre todo para restarle espacios de poder a La Cámpora, organización diva del kirchnerismo más reciente. La cosa es que los muchachos de Pérsico, herederos según ellos del peronismo revolucionario, pactaron una alianza con la Juventud Sindical, por lo que los otrora enemigos de la tendencia, aquella que supo identificar a su militancia sindical en la Juventud Trabajadora Peronista, comenzó a hablar de dejar atrás las viejas diferencias y pasó a abrazarse con la Juventud Sindical, actual heredera de la JSP, estructura reaccionaria que no dudó en aportar lo suyo al terror parapolicial predictadura del 76.

El apoyo público vía afiches a Daniel Scioli, da por cerrada la etapa “crítica” que el Movimiento Evita tenía con el ex motonauta, posición que le costó incluso puesto de poder dentro del gobierno provincial. Lanzados a pelear por candidaturas legislativas y puestos en el ejecutivo, el Evita no escatima en elogios hacia Scioli y lo lleva a recorrer los barrios donde la organización todavía desarrolla trabajos de base.

Lo interesante será ver como los dirigentes le explican a su militancia el descarado apoyo a un gobierno que se precia de tener un penitenciario como ministro de seguridad, apologista de la mano dura y el gatillo fácil, teniendo en cuenta que muchos integrantes del Evita fueron protagonistas de las últimas marchas y enfrentamientos contra la policía que se sucedieron en José León Suárez y otras barriadas, donde las comisarías continúan funcionado como grupo de tareas especializados en asesinar pibes pobres de los barrios bonaerenses.
Como una reafirmación de esta nueva, y ya no tan nueva, lectura sobre los partidos del orden, el Movimiento Evita, a través de Pérsico, participó del último Congreso Nacional del PJ en el que junto la cúpula peronistas dieron su apoyo explícito a las candidaturas a gobernadores, además de la presidencial de Cristina Fernández de Kirchner, a la de sus nuevos compañeros de ruta Gildo Insfran y Jorge Sobisch, para Formosa y Neuquén respectivamente. Lo que se dice una vida al servicio del pueblo.