Strategic Culture Foundation
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La verdad es que no son pocos los expertos que sostienen que los consumidores de marihuana (“yerba” en términos coloquiales) no debieran ser considerados como drogadictos debido al hecho que esta droga no produce adicción. Obviamente que el argumento ignora otros aspectos del impacto destructor de la marihuana en la salud mental: los usuarios de la marihuana son proclives a la apatía total y típicamente son incapaces de preparar o seguir programas individuales de vida. En Rusia, el consumo de marihuana hace tiempo que devino en problema social. Recientemente, la idea que ya tiene su tiempo, de levantar las restricciones legales para la circulación de la marihuana apareció en un informe emitido por una denominada Comisión Global para una Política sobre las Drogas de la ONU, la cual sugiere la legalización de la circulación de drogas no estupefacientes. La motivación aludida en el informe es que la legalización de los no opiáceos debería de algún modo socavar el poder de la delincuencia organizada.
Los autores del informe pretenden pasar por alto el hecho que con frecuencia el consumo de marihuana es un paso en la vía hacia la adicción por la heroína. Datos estadísticos indican que la mayoría de los adictos a las drogas duras se iniciaron como consumidores de marihuana y drogas sintéticas suaves (entre las generaciones más jóvenes de rusos, estas se conocen como “ruedas”) para eventualmente hundirse en la categoría de usuarios de substancias narcóticas más potentes. El consumo de marihuana y otras drogas no opiáceas es la antesala a través de la cual los usuarios acceden al ámbito de las drogas duras, por tanto, la legalización de las drogas suaves resultaría en atraer a numerosos niños y gente joven al campo del abuso de substancias psicotrópicas duras.
En cuanto a Rusia, es de conocimiento común que el país enfrenta un enorme problema de consumo de drogas. Al describir la situación actual, el jefe de la agencia rusa anti-narcóticos, V. Ivanov comparó la amenaza de las drogas con el Apocalípsis refiriéndose al hecho que la tasa anual de muertes en Rusia atribuibles al consumo de estupefacientes es de alrededor de cien mil personas. Datos suministrados por la ONU indican que Rusia con su 1,68 millones de consumidores de heroína, encabeza la lista de países consumidores.
La mayor parte de la heroína que se consume en Rusia es importada desde Afganistán. La producción de heroína de Afganistán alcanzó las 3.600 toneladas el año 2010 con Rusia absorbiendo la mitad de esta cantidad. Afganistán también contribuye a segmentos menos lucrativos del narcotráfico. La producción de marihuana en el país está creciendo permanentemente y en este momento Afganistán suministra internacionalmente tanta droga como Marruecos, anterior líder indiscutido. La razón por la que los grupos narcotraficantes no descuidan la aparentemente menos lucrativa parte del negocio, es que diferentes fuerzas con intereses creados en el proceso están haciendo grandes esfuerzos en los países consumidores para eliminar las barreras psicológicas en la vía del consumo de la marihuana.
Ya que la heroína se considera una substancia peligrosa a menudo la marihuana no lo es y por lo tanto la demanda por esta última se espera que crezca. ¿Cuáles podrían ser los objetivos detrás del informe de la Comisión Global, podrían estos reflejar intereses del narcotráfico? Se trata de un secreto a voces que la ONU tiene una reputación dudosa debido a los incontables escándalos desatados por la corrupción vinculada a los suministros de ayuda humanitaria, el sifoneo de fondos de los programas de la ONU, los casos en que las iniciativas de la ONU se convierten en un tipo de negocio familiar, etc., etc. Resultaría como una desilusión más saber un día que el mencionado informe de la ONU debe su existencia a la influencia de oscuros intereses e infusiones financieras.
La posibilidad de que la ONU esté siendo utilizada para promover los intereses del narcotráfico no puede descartarse del todo. Hace cuatro años, en un incidente informado por la prensa, un vehículo de propiedad de la CIA fue volado en Kabul en la vía hacia el aeropuerto y la policía halló doscientos paquetes de un kilo cada uno de heroína esparcidos por la explosión. Obviamente agentes norteamericanos de inteligencia trataban de sacar la carga fuera de Afganistán. La cobertura de prensa del incidente no tardó nada en desvanecerse pero la lucha contra al narcotráfico sigue figurando en la declarada agenda de Washington sobre Afganistán, mientras que la falta de progreso en la lucha es siempre atribuida a la ineficiente agricultura afgana para ofrecer a los campesinos alternativas viables al cultivo de la droga.
El nivel más alto del gobierno norteamericano está interesado en la venta de heroína de Afganistán. El problema radica más bien en el ámbito político que solo en aquel de la delincuencia organizada. Los grupos delincuenciales se esconden detrás de la fachada de la democracia norteamericana y solo ocasionalmente –como en el caso de la tragedia del 11 de septiembre—se tornan visibles.
Aquellos que creen –como lo sostiene el gobierno norteamericano—que el ataque del 11 de septiembre fue organizado por Al Kaida, deberían revisar en Internet materiales expuestos por la Asociación Norteamericana de Pilotos, la Asociación de Bomberos de EU y la Asociación de Ex Agentes de Inteligencia de EU quienes demuestran que estos actos de terror fueron perpetrados por fuerzas al interior del gobierno norteamericano y de la comunidad de inteligencia. El 11 de septiembre devino en el prólogo de la guerra de Afganistán, la lista de beneficiarios no se limita solo al complejo industrial-militar. Durante la pasada década, la red de producción y distribución de drogas funcionando de manera expedita, ha servido como fuente de mágico enriquecimiento para los desconocidos de siempre, algunos de los cuales de seguro pertenecen a los altos niveles del establecimiento norteamericano y que ostentan una influencia considerable en la ONU. Es posible que el plan para organizar la producción y distribución masiva de la droga estuviese en marcha cuando el ataque del 11 de septiembre se estaba ejecutando. El plan calza prolijamente dentro de un esquema más amplio de enriquecimiento para un grupo que al momento está trabajando para expandir su campo de operaciones con la ayuda de la Organización de Naciones Unidas. En consecuencia, es posible que la ONU se convierta en un paraguas para una organización delictual del más alto calibre.
El llamado del ministro de relaciones exteriores de Rusia en el sentido de repotenciar la Organización de Naciones Unidas, adquiere en este contexto un significado más profundo. No habría tiempo que perder puesto que la ONU se está convirtiendo en un peligro para la salud del mundo.
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