Nelson Pineda Prada (*)
La colonización del saber Parte I
Pero sentía que algo le faltaba de nosotros. Revisó nuestra historia. La Historia (con Mayúscula) del pueblo americano. Se entero que Jaruma y Murachí, Caciques Timotocuicas, se habían reunido en Quibao para planificar el enfrentamiento al blanco invasor; que en las plegarias a sus dioses y diosas, le pedían a: su “Padre Ches, que alumbras con ardor, no alumbres el camino al invasor”; a su, “Oh Madre Icaque: manda tus jaguares; desata el ventarrón y suelta tus cóndores. Afila los colmillos de las mapanares y aniquila a los blancos con dolores”; a su “Padre Ches, dame una flecha aguda que mate al invasor. Tiempla el brazo. Que dispare la flecha sin temor”.
Se encontró con el Popol Vuh, con la Carta de Jamaica, con la Reforma Universitaria de Córdoba, con la Doctrina Social de la Iglesia emanada de Puebla, con la teoría de la Dependencia.
Se encontró con la existencia de una acción y un pensamiento antiimperialista expresado en Túpac Amaru, Guaicaipuro, Cuauhtémoc, Simón Rodríguez, Simón Bolívar, José de San Martin, Gervasio Artigas, Morelos, José Martí, Sandino, Mariategui, Haya de la Torre, entre muchos otros.
Entendió que la dominación de nuestro pensamiento, que le era indispensable para dominarnos enteramente, no le resultaría fácil. Por ello, formulo una ciencia social que hiciera creer que la sociedad capitalista, era el “fin último” de la racionalidad política; por lo que, los procesos histórico-culturales de los pueblos deberían asumir los valores de dicho sistema, para lograr alcanzar su desarrollo.
No nos dejaban lugar para el vuelo imaginativo y la creación. Los modernizadores le vendieron (impusieron, en algunos casos) a los gobiernos latinoamericanos la idea de que el único camino para alcanzar el desarrollo era vía industrialización. Proceso que, por si mismo, garantizaba el establecimiento de una sociedad democrática y liberal; por lo que quienes no asumieran el ideal modernizador capitalista, serían atrasados, arcaicos, antidemocráticos y antiliberales.
Los antecedentes de éste planteamiento se remontan a las formulaciones antropológicas de la Escuela de Chicago, a partir de los años treinta de la centuria pasada. La consolidación de la sociedad urbana, habría de ser el motor del cambio social. El transito “folk-urbano” como se le llamó, comenzará a perder vigencia en la década de los años cincuenta; le sucederán nuevas teorías en aras de alcanzar la estructuración capitalista de nuestras sociedades.
Los sociólogos norteamericanos “descubren” que ahora sí sería posible el cambio social en Latinoamérica, rol que habría de corresponderle jugar a las clases medias urbanas como agente del mismo, ya que esta si era una clase social modernizadora, emprendedora como gusta decirse ahora.
Sin embargo el “ansiado” cambio social, cada vez estaba más distante. Y saben ustedes porqué. Porque en la estructuración capitalista se excluye al principal actor de la sociedad: el pueblo.
Por lo que, las formulaciones teóricas que proponía el imperio, para la modernización de nuestros países sería una modernización, sin pueblo; un sistema político de democracia, sin pueblo; una industrialización ensambladora, no manufacturera, altamente tecnificada, poco empleadora, sin pueblo.
La sociología norteamericana que había sido pensada para ese modelo de sociedad, no lograba dar explicación a la realidad latinoamericana. Obviaba nuestra heterogeneidad estructural y cultural.
Ello no es lo lamentable. Lo lamentable fue que la ciencia social latinoamericana, comenzó a asumir como suya la concepción “estructural-organicista”, para el estudio y análisis de nuestra realidad social.
Los “nuevos laboratorios” para estudiar a América latina estaban ahora en Harvard y el Instituto Tecnológico de Massachusetts. El pensamiento teórico estaría ahora en las formulaciones de Walt Whitman Rostow, expuestas en su obra: Las etapas del crecimiento económico; libro que tuvimos la oportunidad de leer por primera vez, motivados por nuestro Maestro Luis Cipriano Rodríguez, en su cátedra de Problemas del Subdesarrollo, de la Escuela de Historia de la ULA, en 1973.
El imperio avanzaba en su objetivo: la colonización del saber.
(*) Profesor ULA
npinedaprada@gmail.com