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La cantidad de víctimas mortales de la bacteria E.coli asciende ya a 20, mientras que la epidemia acaba de llegar a Finlandia y a Italia, donde fueron hospitalizados algunos turistas alemanes. Mientras tanto los científicos siguen buscando la fuente de la infección, pero dos semanas después del comienzo de la conocida en un principio como ‘crisis de los pepinos’, todavía no se ha encontrado la posible procedencia.
Pese a que los científicos de Hamburgo ya han descifrado la secuencia genética de la bacteria Escherichia coli, este hallazgo no permite por el momento combatir de forma efectiva una epidemia que se ha cobrado 20 vidas y ha afectado a más de 2.000 personas en el Viejo Continente. Lo que sí está claro ya es que el brote de la infección no procede de las hortalizas españolas, tal y como se aseguró en un primer momento desde Alemania.
Cornelia Prufer-Storcks, ministra de Salud del Gobierno de Hamburgo, afirma que la contaminación de pepinos que se ha registrado aquí no ha salido de los productos españoles, sino que se ha generado por el camino hacia el mercado central de Hamburgo.
Esto es algo de lo que las autoridades españolas se mostraron siempre convencidas, como lo intentó demostrar la consejera de Agricultura y Pesca de la Junta de Andalucía, Clara Aguilera, comiéndose un pepino sin ningún temor y comentando que era sano y además muy sabroso.
Al mismo tiempo, el Gobierno de España denunció que el procedimiento seguido por Alemania se saltó todos los protocolos establecidos ante una alerta alimentaria, sobre todo por no advertir de lo ocurrido de forma inmediata a la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria. Tachan de irresponsabilidad de las autoridades alemanas el haber vinculado el foco infeccioso con los productos españoles sin que se tuviera la seguridad absoluta de que esto era así.
Desde España se denuncia que las autoridades alemanas generaron una alarma innecesaria que no ha servido para solucionar el problema y que además, ha provocado graves pérdidas económicas al sector agrícola español, cifradas en unos 200 millones de euros a la semana. Por ello, se han exigido explicaciones y una compensación adecuada tanto a Alemania como a la Unión Europea (UE).
En España tampoco ha gustado cómo se ha manejado el asunto desde la UE. Aunque esta comunidad cuenta teóricamente con uno de los sistemas de vigilancia y control de alimentos más desarrollado del mundo, que garantiza la seguridad alimentaria y preserva la salud del consumidor, lo que ha ocurrido en Alemania ha levantado muchas dudas e incertidumbres.
Pedro Barato, presidente de la organización agraria ASAJA, opina que “están fallando estrepitosamente los canales de gestión y de información de la Unión Europea”, añadiendo que la situación debía gestionarse desde Bruselas.
Por su parte, el Servicio Federal de Protección de los Derechos del Consumidor y del Bienestar de Rusia prohibió desde el 2 de junio la importación de hortalizas de cualquier país de la Unión Europea.
Vladímir Putin, primer ministro ruso, comentó las medidas tomadas contra la intoxicación en Rusia: “Los países europeos se han peleado a muerte por esos pepinos y nos involucran a nosotros en este escándalo. El representante de la UE afirma que el veto contradice el espíritu de la OMC. No sé de qué espíritu estamos hablando, pero si la gente muere después de consumir este producto, habrá algo malo en ellos. Esperamos que nuestros socios nos aclaren al menos la fuente de la infección. Ellos mismos no pueden entender lo que ocurre allí. Yo estoy seguro de que no se puede permitir que la gente se intoxique por seguir un espíritu”.
Rusia prometió levantar este veto siempre y cuando se encuentre la fuente de la infección intestinal y se cumplan otras tres condiciones: determinar los factores de transmisión de la enfermedad, determinar el lugar de procedencia de los productos contaminados y recibir confirmación de que la situación está bajo control. Por su parte, el Gobierno de Estados Unidos también ha anunciado que aumentará la vigilancia de las importaciones de tomates, pepinos y lechugas de las áreas afectadas por el brote de la bacteria E.coli en la Unión Europea.
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