Para colmo, el reciente escándalo alrededor de un norteamericano que construyó una falsa identidad como “bloguera disidente” en Siria -un lugar donde revelaciones de Wikileaks prueban que Estados Unidos ha financiado a la oposición- ha venido a echar más leña al fuego en relación con la manera en que EE.UU. y los grandes medios respaldan una “disidencia” y callan otra. La supuesta bloguera siria Amina –citada por entidades como AP y BBC- decía que “las fronteras no significan nada cuando tienes alas” y se parecía demasiado a la multipremiada cubana Yoani Sánchez que asegura transmitir “la voz de Cuba fuera de nuestras fronteras”, aunque la mayor parte de las veces termine conduciendo a los corresponsales extranjeros a reproducir falsas informaciones que más tarde se ven obligados a corregir.
Sobre el plan de la “Internet invisible” o “de maleta”, Clay Shirky, profesor asistente en la Universidad de Nueva York que estudia la Red y los medios de comunicación social, dijo, entrevistado por The New York Times, que “los Estados Unidos podrían exponerse a acusaciones de hipocresía si el Departamento de Estado mantiene su apoyo, tácito o no, a los gobiernos autocráticos en países como Arabia Saudí o Bahrein, mientras el despliegue de estas tecnologías muy probablemente les son también perjudiciales”. Pero no es sólo allí donde EE.UU. enfrenta problemas de legitimidad, Gil Ibrahim, uno de los rostros más conocidos del movimiento que derrocó en Egipto a Hosni Mubarak, ha confesado en una entrevista al sitio Periodismo humano que desconfía del ejército –armado y financiado por Estados Unidos- y de El Baradei –la figura que los grandes medios trataron de vender como la solución post Mubarak. La joven ha relatado cómo se vinculó a quienes luchan por el socialismo, precisamente la obsesión contra la que el State Department quiere usar su “Internet de maleta” en lugares como Cuba o Venezuela. Sobre su participación en el derrocamiento del gobierno egipcio, Ibrahim afirma: “Me reuní con el grupo de Mohamed El Baradei pero no me convenció, finalmente terminé en el Movimiento popular democrático para el cambio, que en realidad era el nombre empleado en la clandestinidad por los socialistas defensores de la revolución”.
En cuanto a la interrogante de Couso, me pregunto si en las democráticas ruedas de prensa de la Casa Blanca o el Departamento de Estado alguien se atreverá a hacerla a riesgo de que le suceda lo mismo que a Helen Thomas, la veterana reportera que osó criticar a Israel y fue despedida sin contemplaciones. Para que lo tengan más fácil quedan exonerados de decir “¡Qué asco de doble moral!”, la frase indignada pero exacta con que cerraba su tweet Javier Couso.