El discurso no incluyó nada que no conozca la gente que ha seguido la trayectoria del primer ministro israelí desde los años 90. Puestos a descartar una perla, habría que apuntar la idea de que “Judea y Samaria” (así han llamado desde siempre a Cisjordania la derecha israelí y Simon Peres, cuando no habla en inglés) no son territorios ocupados por Israel.
No somos como los belgas en el Congo, dijo Netanyahu en mitad de atronadoras ovaciones.
No es que a Netanyahu no le importe la legalidad internacional. Es que ni siquiera le preocupa vulnerar la fuente de legitimidad de la existencia del Estado de Israel, que no es otra que la resolución del Consejo de Seguridad de la ONU que permitió la creación del Estado.
Habrá quien piense que esa legitimidad procede de la Biblia. No es extraño que eso suceda en Israel pero que ocurra en el Congreso de EEUU como mínimo llama la atención.
De todas formas, da igual los análisis que hagamos. Netanyahu nunca permitirá la creación de un Estado palestino basado aproximadamente en la resolución de la ONU que permitió la existencia de Israel. Perdón. Es un error. Me refiero a las fronteras que existían justo antes de la guerra de 1967, porque la guerra de 1948 tuvo como consecuencia un cambio de esas fronteras que favoreció a Israel.
También, como es habitual, Netanyahu alardeó de que Israel nunca necesitará pedir la ayuda de tropas norteamericanas para defender sus fronteras. No me extraña. Sólo tiene que reclamar 3.000 millones de dólares anuales para hacer efectiva esa defensa.
Qué pregunta más estúpida.
No es por nada que alguien dijo hace mucho tiempo que el Congreso de EEUU es también un territorio ocupado por Israel.