Rómulo Pardo Silva

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Se necesita que los movimientos masivos que han golpeado al poder a partir de África se mantengan unidos, independientes, positivos y críticos.

Salvador López Arnal ilustra la frescura y creatividad de la protesta: “Desde hace varios días se está intentando con éxito trasladar la movilización de plaza de Catalunya hacia los barrios barceloneses. Se pretende con ello llegar a más gente e intervenir en un ámbito más local. En plaza de Sants, por ejemplo, centenares de personas se concentraron en la noche del 24 de mayo para dar su apoyo a la primera acampada barcelonesa aparte de la del centro de la ciudad. Empezaron la acción del domingo 22 y han alcanzado ya un importante nivel de autogestión. Pol Casas, uno de los acampados, señala el periodista de Público, ha apuntado ejes centrales que deben abonar la movilización de los indignados: de este modo, ha dicho Casas, se podrán trabajar temas como los de Can Batlló, un espacio ocupado si no ando errado, y los despidos que se han producido en numerosas empresas del barrio. Se ha sumado a las acciones Nou Barris, uno de los barrios más activos de Barcelona. Esta misma noche, el jueves a más tardar, empezará la acampada de sus indignados y rebeldes. En Gràcia se sigue en pie de paz y rebeldía desde el 15 de Mayo: cacelorada diaria, asamblea y marcha hacia la Plaza de Catalunya para asistir a la asamblea general. El objetivo es también que las asambleas de barrio se reúnan periódicamente”.

La valiosa juventud que se ha rebelado en Noráfrica, España, Grecia, Chile, Reino Unido, ahora Francia, debe superar el peligro de desaparecer como le sucedió por ejemplo al movimiento contracultural hippie. Su obra estructural dependerá de permanecer.

No es fácil. Debe enfrentar una realidad dominada por patrones, gobiernos, ejércitos, partidos, que astutamente hacen cambios para conservar su poder y que poseen el manejo de la información y la censura-silencio.

En medio de la obligada rutina diaria que consume energía y tiempo es difícil mantener la lucha contra un sistema que tiene funcionarios pagados para sostenerlo. Sin embargo es posible.

Una idea surge de inmediato es que se constituya como partido político nuevo para realizar desde el estado sus peticiones. Es una meta deseable que implica trabajar con paciencia para superar sus diferencias de pensamiento, de intereses e individualismos.

Pero aun en ese caso seguiría siendo necesaria una fuerza crítica. Nunca un partido es lo mismo que el pueblo. La historia dice que muchas veces dirigentes del cambio se han alejado de sus bases, corrompiéndose con la complicidad de una telaraña de clientes. Socialdemócratas, socialistas actores de procesos históricos, revolucionarios de la lucha armada, han terminado como servidores pragmáticos del capitalismo.

Lo esencial entonces que se debe pedir a estos jóvenes independientes es que mantengan vivos sus movimientos como uniones críticas.

La tarea de ellos es crear una red democrática, flexible, independiente, libre, comprometida con una consigna para el futuro de la humanidad y el planeta que no se agote, y que ante las situaciones coyunturales se vaya comprometiendo en favor o en contra de iniciativas y hechos según su coherencia con la meta final decidida.

Fuera Mubarack, No a HidroAysén, Fin al acuerdo bipartidista español, No al imperialismo… son etapas de una lucha mucho más larga.

Por una Tierra sustentable, Por una sociedad global justa… son casi eternas.

Está bien si un sector de esta juventud forma un partido, pero sería un retroceso abandonar el rol de fuerza de base sin jefaturas, anónima y coordinada.

Los jóvenes no deben desarmar su poder. No siendo mayoría ni teniendo un programa su trabajo es informarse, pensar, dialogar, consensuar un nuevo orden. Ampliarse.

Y quizás lo más difícil, entender que la sociedad del consumo de sus padre pasó y será imposible; que deben instaurar la solidaridad y la vida simple.