Samuel H. Carvajal Ruiz
De la Casa Blanca, en Washington, echaron a la periodista Helen Thomas por verter una agria y justa crítica contra el gobierno sionista de Israel, a raíz de su política genocida en contra del pueblo palestino. Recientemente nos enteramos que el grupo económico que controla el diario de derechas peruano, El Comercio, despidió a los periodistas Patricia Montero y José Jara, por “humanizar” al candidato Humala en uno de los reportajes del Canal N, perteneciente a ese holding de empresas. El diario conservador venezolano, El Universal, se raspó a un grupo de ellos, violentando la normativa vigente, en esta acción observamos el comprensible silencio del colegio respectivo, hoy principal aliado del poder mediático privado en el país. Desde aquí, desde la base de apoyo a la revolución bolivariana nos dijimos: “esto no pasa en la Venezuela bolivariana, en revolución”; “la revolución bolivariana ha sido garante de la más absoluta libertad de expresión” nos ufanábamos hasta hace unos días; como reitera el presidente “la crítica nos alimenta”. Estábamos equivocados, lamentablemente equivocados.
En cosa de días hemos visto como se desmorona el asunto y nos topamos con la dura realidad. El funcionario Izarra, actuando como un genuino Pedro Pablo Alcántara, se raspó el incipiente proyecto de la Radio del Sur (Y que para “reorganizar” ¿Qué?), cuando arrebatado por la soberbia (o siguiendo al pie de la letra las instrucciones) no se conformó con fulminar a la otrora presidencia de la Radio, la profesora Cristina González, uno de los motores claves de este proyecto; sino que ahora echa a la calle a parte de ese equipo joven, versátil, agradable y sobre todo, comprometidos con esta revolución, que día a día trabajaba por sacarnos del marasmo y la entelequia en la que se han convertido nuestros medios públicos. Conocemos la razón de fondo: la actitud independiente y crítica asumida por estos profesionales del periodismo en la tropelía cometida por nuestro gobierno contra el periodista y refugiado político Joaquín Pérez Becerra, y en la que el flamante Izarra algún día tendrá que explicar muchas cosas. O quizás ésta fue la gota que le colmó el vaso. El poder constituido no acepta “actitudes díscolas” en la tribu.
El poder constituido, que ventea a los cuatro costados que “manda obedeciendo”, tiene una piel muy sensible ante la crítica, pero no cualquier crítica, sino aquella que si la enmarcamos en algún contexto, podríamos ubicarla en las olvidadas 3 R al cuadrado. El funcionario Izarra es fiel reflejo de unas formas de dirigir que creíamos superadas, de un ejercicio vetusto del poder con inconfundible tufillo a naftalina. Por tanto, es fiel reflejo del momento que vive nuestra revolución bolivariana, que luce agobiada por la burocracia y la diligente pandilla de chupamedias, más no revolucionarios, que la merman, la limitan, y que progresivamente la empujan al borde del abismo.
Lo peor que nos queda de esta experiencia, que persigue acallar y neutralizar una forma fresca, coherente y creo, revolucionaria de hacer periodismo en la radio, es la sensación de que estas formas no distan mucho de los mecanismos empleados por la derecha para controlar a los pueblos y criminalizar las voces críticas. Y ya sabemos que les pasa a los imitadores.
¿En cuál espejo se mirarán ahora las (y los) otrora luchadoras (res) por la libertad de expresión y los derechos de los trabajadores de la prensa Helena Salcedo, Desiree Santos Amaral, Earle Herrera, Roberto Malaver, Frasso, Vanessa Davies, Anahí Arismendi, Nieves Valdez, por mencionar algunos, ante el atropello y despido de los periodistas Ernesto J. Navarro, Hernán Cano, Aarón Corredor, Marcos Salgado y David Muñoz Altamiranda de la Radio del Sur? ¿Cuál será la verdad, en este caso, de “Los periodistas por la verdad”? ¿Qué dirán? ¿Habrá comunicado? ¿Cómo explicarán el hecho? ¿Será que ello revela, también, el credo del presidente Chávez sobre la crítica? Esperaremos, pero pasan los días y ahora defendemos la soberanía ante las pretensiones imperiales.
En “Con todos los hierros” en RNV del martes en la noche, percibía a unos sudorosos hermanos pigmentarios, Erick Rodríguez y a Frasso, escurriendo el bulto cada vez que entraba una llamada del soberano y opinaba sobre el asunto o pedían explicaciones; apresurados decían que el tema era otro, “el de la soberanía”. El miércoles en la mañana, buscando repercusiones sobre este nuevo atropello, escuché a Luís Guillermo García con su “Gente despierta” en la Radio del Sur, reconozco que tuve que apagar la radio por los tristes argumentos que esgrimía; ante la impotencia de no tener las mismas ventajas para debatir reitero, preferí apagar la radio.
Porque, entendemos al funcionario Izarra; creo que su impronta en la NBC (National Broadcasting Company, Incorporated), CNN (Cable News Network) y RCTV (Radio Caracas Televisión), entre otros medios, ya indica perfectamente su perfil, su ¿credo periodístico? y sus modos, lo cual hay que reconocer, no es determinante. Pero ahí está. A los antes mencionados, por su reconocida trayectoria de luchas, debemos pedirles explicaciones.
Mientras tanto las mayorías (o minorías, porque según el estudio citado por Eleazar Díaz Rangel, solo el 5 % sintoniza los medios que integran el Sistema Nacional de Medios Públicos, lo cual de ser cierto revela la catástrofe a donde estos genios han llevado nuestros medios), quedamos huérfanos, silenciados, “curados” con el formol de la burocracia indigente y chupamedia que aniquiló hace tiempo a Radio Nacional de Venezuela, a YVKE Mundial y ahora al incipiente proyecto de la Radio del Sur. De momento, apagaremos la radio, con la esperanza (¿inútil?, como aquel bolero) de tropezarnos, al despertarla, con alguna alternativa capaz de enarbolar las voces insurgentes en contra de la canalla mediática; esperamos darle nuevamente vida a una radio que sin concesiones, sin censuras ni cancerberos, contribuya en esta difícil tarea revolucionaria con la que nos hemos comprometido desde hace años.
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