Darío Pignotti

 

El ALCA está muerto, por lo pronto. La presidenta Dilma Rousseff y su par Barack Obama no cruzaron una palabra, hasta donde se sabe, sobre el Area de Libre Comercio de las Américas durante la hora y media que conversaron a solas hace un mes, en el Palacio del Planalto; pero funcionarios norteamericanos dejaron trascender en Brasilia su saudade (“añoranza”) por aquella iniciativa.

Desde que la “Armada Brancaleone” –con George W. Bush como timonel y el mexicano Vicente Fox haciendo de contramaestre– encalló en Mar del Plata al intentar imponer el ALCA durante la Cumbre de las Américas de noviembre de 2005, la tecnocracia de Washington ha ensayado caminos alternativos para llegar al mismo fin, como los tratados de comercio con Colombia, Chile y Perú.

En el Planalto no son pocos quienes sospechan que hay otro atajo hacia el ALCA en ciernes, o algo similar, bajo la flamante Alianza del Pacífico, rubricada por los presidentes de México, Colombia, Chile y el anfitrión peruano, Alan García. El pacto de Lima fue celebrado ayer por el diario Estado de Sao Paulo, conservador, en un editorial donde le reprochó al ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva su diplomacia “tercermundista y su antinorteamericanismo”, y haber impedido la formación del ALCA.

Aunque algunos de los discursos inaugurales de la Alianza del Pacífico pronunciados el jueves pasado en Lima privilegiaron su carácter económico, para Marco Aurelio García, asesor internacional de Rousseff, comenzó a germinar un nuevo vector de poder regional. “No considero necesario contrabalancear a Brasil en la región”, ponderó García, que lleva 4 meses como consejero del nuevo gobierno tras haber sido durante 8 años el emisario de Lula da Silva en América latina. “Algunos países van a querer dar (a la Alianza) un carácter político, crear un polo opositor al Mercosur”, comentó García, dando un aparente recado a México.

Sucede que, por su ubicación geográfica, su producto bruto y su población, México es el único país latinoamericano en condiciones de liderar una coalición, inspirada en los valores del libre mercado, que implante un contrapunto a Brasilia.

Esa nueva geometría en ciernes, con el Mercosur y la Alianza del Pacífico situados en posiciones divergentes, probablemente sea del agrado de Washington, que nunca mostró devoción por el bloque sudamericano.

Es México, además, el único país que expresa sin disimulos su antipatía (la Argentina también disiente, pero en voz baja) ante la pretensión brasileña de ser miembro permanente del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, reiterada por Rousseff al hablar frente a Obama, en marzo, y el presidente chino, Hu Jintao, en abril.

Es más: el presidente Felipe Calderón recomendó, en su paso por Lima, avanzar hacia un acuerdo en la cuenca del Pacífico para luchar contra el narcotráfico, horas antes de que su ministra de Exteriores, Patricia Espinosa, recibiera felicitaciones de Hillary Clinton, en Washington, por los “avances” del Plan Mérida, de combate conjunto contra el crimen organizado.

Si la propuesta de Calderón fuera aprobada por sus socios de Perú, Colombia y Chile, será difícil conciliarla con el Consejo de Defensa Sudamericano, la inconclusa pata militar de Unasur, impulsada por Brasilia como respuesta a la reactivación de la IV Flota estadounidense, con jurisdicción sobre el Atlántico.

A pesar de su gigantismo poblacional, económico y geográfico, Brasil es poco más que un pigmeo geopolítico en el Pacífico, y ese déficit de poder puede agravarse si gana vuelo el proyecto apadrinado por los gobiernos conservadores de Calderón, Juan Manuel Santos, Sebastián Piñera y Alan García, recordado aquí en Brasilia por su desaire hacia el naciente Consejo de Defensa Sudamericano en 2008.

Esto explica la inclinación hacia el candidato Ollanta Humala demostrada por el Partido de los Trabajadores, donde Lula volvió a tomar las riendas, y evidenciada por el gobierno de Rousseff, a través de Marco Aurelio García. “Para saber cuál es la vida futura de ese bloque (Alianza Pacífico) deberíamos esperar a las elecciones del 5 de junio en Perú; cualquier decisión tomada ahora tiene dos meses de validez”, planteó el funcionario brasileño, haciendo una apuesta casi explícita a que Humala, si vence, desande los pasos del saliente Alan García.

Fuentes brasileños dejaron filtrar al diario O Globo que si el ex militar vence a Keiko Fujimori, Brasil le ofrecerá ventajas irrenunciables para ingresar al Mercosur. Humala sigue jugando su juego, el de la ambigüedad: el jueves se reunió con el presidente Calderón, y al parecer recibió con interés la propuesta mexicana, luego de haber hecho un guiño a Brasilia. “Brasil necesita un socio estratégico en el océano Pacífico y creo que Perú es el aliado ideal para cumplir ese papel, nuestra colaboración será mutuamente beneficiosa”, declaró Humala en una entrevista publicada hace una semana por la revista brasileña Isto E.