Pablo Stefanoni
Página 7

La carrera presidencial para octubre de este año en Argentina ha tomado un giro imprevisto: si hasta hace unos meses -e incluso semanas- todos peleaban para subirse a  variopintas fórmulas presidenciales, en los últimos días esa misma carrera fue por abandonar las aspiraciones a ocupar un despacho en la Casa Rosada. Y en ese marco, uno de los refugios para los renunciantes es la ciudad de Buenos Aires, donde se elegirá Jefe de gobierno (alcalde) el 10 de julio próximo. Así, Cristina Fernández -quien aún no formalizó su postulación como una estrategia electoral- ve despejado el camino hacia su reelección, arropada por la inédita mística que consiguió el kirchnerismo con posterioridad a la muerte de Néstor.

Una de las burbujas que se pinchó fue la de Mauricio Macri, una especie de “niño bien” que gobierna la ciudad de Buenos Aires, y que viendo que la ola Cristina lo iba a pasar por encima sin dejarle ningún margen para el surfeo prefirió apostar a su reelección como alcalde. Pero ya ni eso es seguro. El kirchnerismo -como prueban los desempeños en las recientes elecciones locales en Catamarca y Chubut- tiene chances de pasar al balotaje capitalino, y ya en la segunda vuelta, congregar el voto anti-Macri, que sin duda abunda en este bastión de las clases medias argentinas.

Otro que también “bajó” a la capital es Pino Solanas, quien no sin dificultades también tiene posibilidades de pasar a una segunda vuelta contra Macri. Pegarle a Macri es hoy como un deporte nacional. El alcalde tiene alrededor del 30% de las preferencias en las encuestas y ahora busca un candidato a Presidente como quien busca una buena marca de pastas en el supermercado. Su asesor ecuatoriano Durán Barba le dijo lo que todos podrían haberle dicho sin cobrar millones de dólares: que el huracán Cristina es hoy imparable.

El ex presidente Eduardo Duhalde hizo su propio papelón: intentó organizar unas internas abiertas del Peronismo Federal en las que primero desertaron varios contrincantes y más tarde se peleó con su único competidor, el gobernador de San Luis Alberto Rodríguez Saá, en plenas elecciones: el experimento participativo terminó en un desastre absoluto y el ex mandatario sólo cosecha posiciones marginales en las encuestas. Por su parte, Elisa Carrió pasó del centroizquierda al centroderecha sin escalas, sin saber, al parecer, que esas piruetas ideológicas las puede hacer el peronismo pero no el resto de los mortales. Además, sus pronósticos catastrofistas no se cumplieron y la Argentina actual es un paraiso del consumismo, solo que a diferencia de los 90 cuando el voto por Menem de las clases medias era vergonzante, hoy es sin culpa, e incluso nacional y popular. Resultado: Carrió es hoy uno de los personajes más detestados del país.

El vicepresidente Cobos, que tuvo su minuto de gloria al votar contra el proyecto de aumentar las retenciones al campo en 2008 y hacer naufragar la iniciativa oficial es otro de los que quedó en el camino. La candidatura de la centenaria Unión Cívica Radical quedó en manos del hijo del primer presidente de la democracia, Ricardo Alfonsín, cada vez más parecido físicamente a su papá.

Así, Alfonsín se transformó en el principal candidato opositor, sólo que las encuestas lo ubican a 25 puntos de la Jefa de Estado, lo que no parece fácil de remontar. Su alianza con la derecha (de Narváez, y potencialmente Macri) causó no solo ruido en sus filas; las últimas encuestas le arrojaron que esas alianzas no le suman nada y ahora busca dar un giro sobre sí mismo, aumentando confusión e incertidumbre, lo que abunda entre los opositores. Además, pocos lo creen capaz de gobernar y terminar su mandato.

Después de la muerte de Kirchner el kirchnerismo consolidó su revolución cultural: actores, escritores, y otras figuras de la cultura pasaron a adherir entusiastamante al proyecto oficialista. El programa televisivo 6-7-8 cohesiona a los adeptos desde el canal estatal y las redes sociales. cada vez se publican más libros sobre Néstor y Cristina mira por TV cómo la oposición «trabaja para el gobierno», desorientada, sin figuras, sin discursos y sin la más mínima capacidad para aprovechar las carencias del gobierno, que no son pocas. Como los conflictos sindicales derivados de la inflación y de las presiones de pesos pesados del sindicalismo tan aliados como oscuros e incontrolables; todos con abundantes causas judiciales en sus espaldas, entre otras cosas por adulterar medicamentos. “Nunca menos” es la nueva consigna oficial que remite al “Nunca más” posdictadura.