Página 12/Mariano Blejman

Contra lo que se puede suponer según el relato reinante, Internet “funciona” según cada país lo dispone. La estructura de la red se organiza según la capacidad de lobby que las empresas, los actores civiles y los gobiernos tienen en cada país, luego en cada región y, finalmente, en base a la historia propia, a la relación con los países vecinos y con el resto del planeta. La mediática sensación de que la sociedad mundial se embarca hacia un futuro perfecto, hiperconectado, glamoroso y pragmático se da contra el piso de la realidad regional, después de asistir al congreso de Lacnic, la organización regional que administra las direcciones IP y pone las reglas del juego. Como se sabe, cada máquina conectada a Internet tiene un “número IP”. De allí que cuando la conversación se reduce a números, nombres de dominios, cables transatlánticos y conexiones satelitales las fuerzas que están en juego parecen difusas. Sin embargo, están ahí: sólo basta con aprender el “idioma” en el que hablan los operadores para entender con claridad, cual Neo en Matrix, digamos, que finalmente siempre se discute sobre números.

En este contexto, el caso de la organización Lacnic –con su sede central en Uruguay– es un ejemplo de civismo suprarregional, que ha sabido administrar poderosos intereses, reordenar tensiones y encontrar los mecanismos necesarios para distribuir la escasez que se viene en materia de direcciones IP versión 4 de Internet (ver aparte). Pero no se trata sólo de números: “Tenemos que trabajar en una declaración de principios regional”, dice el uruguayo Raúl Echeberría, CEO de Lacnic y responsable de la Internet Society, una de las organizaciones de la red con más peso mundial y en cuyo cargo en otra época estaba el mismísimo Vint Cerf, padre de la red. Echeberría cree que Lacnic debe avanzar en una declaración que incluya el “acceso a la información, la privacidad, la libertad de expresión, los derechos humanos y la neutralidad”, entre temas centrales. Pero aceptar esta declaración de principios por todos los actores podría implicar –también– decisiones comerciales. En Internet, se sabe, a las palabras se las lleva (y las recuerda) Google.

En el nivel más profundo de la organización regional de Internet, donde se toman medidas que afectarán a millones de usuarios en América latina y el Caribe, muchas de estas decisiones se realizan a mano alzada y por mero acto presencial. No son votaciones improvisadas, sino producto de discusiones que se vienen teniendo cotidianamente por correo electrónico y llegan a su cita –la próxima será en octubre en Buenos Aires– a tomar decisiones. De esa manera, por ejemplo, se eligió al colombiano Alejandro Guzmán como nuevo representante ante el Foro de Políticas del Icann, órgano que controla Internet globalmente.

Si bien, como dice Raúl Echeberría, las condiciones políticas del continente son propicias para trabajar en una declaración de principios, un rápido repaso sobre los números del encuentro da cuenta de la situación regional: entre los asistentes, luego de la abrumadora mayoría de mexicanos, hubo una gran presencia de brasileños, y apenas por encima de los argentinos estaban los estadounidenses. Por motivos históricos, por volumen –y tal vez por falta de presencia del gobierno argentino–, México y Brasil administran sus direcciones IP de manera independiente, mientras que Argentina y el resto de los países lo hacen indirectamente a través de Lacnic.

No deja de ser sintomático que el crecimiento de usuarios en Brasil ha puesto a América latina en el radar de la industria mundial, sobre todo teniendo en cuenta que Internet tal vez no esté preparada para “sacar” de América latina el tráfico mundial que se necesitará durante el Mundial de Fútbol y los Juegos Olímpicos en los años por venir. Observando los mapas, en América latina el cableado de fibra óptica replica algo así como un nuevo trazado ferroviario “imperial”: salvo México, todas las conexiones de América latina salen al mundo a través del llamado “nap de las Américas” con sede en Miami.

Según explicó en Cancún Carlos Gaviria, de la empresa Internexa que trabaja por crear una “Internet para América latina”, esta región tiene apenas el 32 por ciento de penetración contra el 77 por ciento en Estados Unidos. A la cabeza de la conectividad está Chile (50,4 por ciento) y luego Argentina (48,9 por ciento). América latina representa apenas el 7,3 por ciento del tráfico mundial, pero crece año a año un 35 por ciento y tiene –en conjunto– 170 millones de usuarios. Google –como contó José Miguel Guzmán, gerente de distribución de contenidos– trabaja hace tiempo para distribuir los contenidos de manera regional, para evitar que el tráfico que se produce desde y hacia un país latinoamericano tenga que viajar hasta Estados Unidos y volver. Argentina también está trabajando en la interconexión regional –aunque sorprendió la ausencia orgánica del proyecto Argentina Conectada– a través de la Cabase, la cámara de Internet en Argentina que, según su presidente Ariel Graizer, pretende colocar quince puntos de encuentro en las principales ciudades del país.

Otro caso emblemático sobre la implicancia cultural de las decisiones políticas se ve claramente en Cuba, que es una isla no sólo en materia geográfica, sino también en el impacto que el embargo de Estados Unidos implica para los “usuarios” cubanos: a pesar de estar rodeada de cables de fibra óptica submarina y estar a pocos kilómetros del “nap de las Américas” por donde pasan todas las conexiones continentales en Miami, Cuba sólo puede subirse a Internet vía satélite: el resultado es que Cuba paga casi diez veces más su conexión y sólo se puede acceder directamente en centros de estudios, universidades y algunos hoteles internacionales casi exclusivamente. Después de varios años de trabajo, por un acuerdo con el gobierno de Hugo Chávez, los cubanos cruzan los dedos para que finalmente llegue un cable de fibra óptica desde Venezuela hasta Cuba. Como decían los funcionarios cubanos que merodeaban los pasillos del hotel, en vez de velas, habrá que prender “routers” para que la cosa funcione.