Orlando Balbás

En los momentos actuales, el mundo observa asombrado, como el Presidente de un país, con una gran sonrisa, afirma que bombardean a Libia en el norte de África, con fines humanitarios. Este primer mandatario, Barack Obama, de los Estados Unidos que por cierto es descendiente de africanos y apellido de origen árabe, pero su complejo y actitud racista, lo conducen a negar sus propias raíces. Liderando el descarado y frío plan de eliminar de la faz de la tierra, todo vestigio de rebeldía y oposición a las prácticas imperiales que este premio Nóbel de la Paz cumple a cabalidad de acuerdo al Club Bildelberg que, en última instancia, son los que deciden las políticas de los gringos en el planeta. No se entiende, cómo existen presidentes latinoamericanos y árabes que apoyan semejantes crímenes y estimulan en sus discursos la aceptación de tales ideas diabólicas y monstruosas.

Se trata de lo que a través del tiempo han aplicado las naciones poderosas, que devienen en imperios y buscan de cualquier forma apoderarse de los recursos de otros territorios. Si antes las prácticas imperiales se caracterizaban por invasiones y destrucción de las culturas que identificaban a los lugares intervenidos, en nuestros tiempos, primero saturan a la humanidad con un adoctrinamiento en diferentes niveles, áreas y escenarios que rigen a las sociedades. Ha sido un sistemático sometimiento ideológico por todas las vías posibles, para convertir al sur, en el imaginario colectivo, en pueblos ineptos, improductivos, ignorantes, terroristas, y todo lo negativo que pueda existir. Por esa razón, hoy invaden a Irak, Afganistán, Haití, Costa Rica, Libia. La intención de apoderarse del petróleo libio y de controlar los países árabes antiimperialistas, conducen a utilizar a otros gobiernos para los bombardeos y las intervenciones militares. La mafiosa y podrida Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), fue concebida como un modelo de defensa de los intereses occidentales, apoyados por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) que perdió desde hace rato su condición de garante de la paz. Si antes las naciones imperiales se peleaban por el control del mundo ahora se unen en torno al imperio principal y reconocen su fuerza, le obedecen y toman lo que les otorgue el asesino mayor que está sometiendo a la humanidad.

La transculturación como forma de dominio, comienza con la invasión de los españoles, portugueses e ingleses en la América, al proponerse estas potencias navales de la Europa medieval, extender sus territorios en ultramar. Como ya es conocido, la acción militar de intervención en esa época, se desarrolla paralelamente al trabajo de destrucción de los idiomas y las civilizaciones encontradas en nuestro continente. Los europeos utilizaron métodos de genocidio y sometimiento, apoyados por las autoridades conservadoras de la iglesia católica que desapareció nuestra identidad. Desde ese momento, se implanta una nueva forma de vida que justificó durante varios siglos el sojuzgamiento, la explotación saqueo y atraso de nuestros pueblos, que a fuerza de las armas y el exterminio de millones de habitantes originarios de nuestro suelo, mantuvieron el control social y económico. Una vez que los países Europeos logran, a expensas de las riquezas naturales obtenidas en América, consolidar el modo de producción capitalista, se reparten los nuevos espacios geográficos encontrados en lo que ellos denominan “el nuevo mundo”, África y parte del continente Asiático. Hoy, el gran imperio norteamericano arremete militarmente, invade y agrede los países que le da la gana para manejar las riquezas petroleras y otras fuentes energéticas. El bombardeo a Libia es un acto criminal e injustificable, la ONU demuestra su sesgo político a favor de las grandes corporaciones y transnacionales ligadas al armamentismo y la contaminación ambiental.

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