Gustavo Márquez Marín


Para justificar la invasion a sangre y fuego a territorios y países, con el fin de saquear sus recursos, esclavizarlos, dominarlos, imponer su cultura e ideología, históricamente los imperios mimetizaron sus verdaderas intenciones, declarando como razón “fundamental” de su acción desvastadora, la difusión de la “civilización”, de la “fe”, de la “libertad” o de la “democracia”. Con ello han pretendido relativizar la soberanía de los estado, al otorgarle a la potencia agresora el supuesto “derecho” a intervenir y someter bajo sus designios a los pueblos más débiles.

El colapso de la URSS extinguió la geopolítica bipolar, abriéndole cause al proyecto hegemónico monopolar del imperio estadounidense quien a partir de entonces, adoptó la preservación de su “seguridad nacional” con alcance global, como el eje doctrinario de su política de dominación, en lugar de la “lucha contra el comunismo” que esgrimió durante la llamada “guerra fría”. Es con base en esa política que Reagan impulsó el proyecto “Guerra de las Galaxias” y Clinton dió luz verde a los “Comandos de Movilidad Aerea”, ambas iniciativas orientadas a magnificar el despliegue internacional de las fuerzas militares imperiales y a justificar un gasto militar, que según  el Center for Arms Control and Non-Proliferation, se duplicó en la última década al llegar en el 2011 a casi los USD 900 mil millones anuales .  La  invasion a Irak y a Afganistán al enmarcarse en la política de la “lucha contra el terrorismo” y la “legítima defensa” abonaron en esa misma dirección.

Con la invasion a Libia se inicia la aplicación de la doctrina de “seguridad humana”, concebida para justificar  intervenciones, con el respaldo de la “comunidad internacional” personificado en el Consejo de Seguridad de la ONU controlado por las grandes potencias, en los estados calificados por EEUU y sus aliados, como “incapaces de garantizar a sus pueblos la seguridad  y el ejercicio de los DDHH”.

Se estrecha el cerco imperialista sobre las naciones del sur, entre ellas, las de ALC, sentenciadas por la doctrina Monroe como el “patio trasero” de EEUU Esto hace mucho más urgente consolidar la UNASUR y la CELAC.

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