Desde el inicio de la crisis económica Portugal ha estado sometido a una creciente presión de parte de los mercados financieros y de las agencias de calificaciones, preocupadas por la solvencia del país. A la mala situación que atraviesa la economía se ha sumado la crisis política desatada tras la dimisión del primer ministro Sócrates que se vio obligado a renunciar porque no había logrado acordar con los opositores su último plan de ajuste financiero.
La renuncia de Sócrates ha empeorado las condiciones económicas del país. La agencia crediticia Standard and Poor’s (S&P) volvió a rebajar la nota de solvencia de la deuda pública portuguesa hasta colocar su calificación al límite de «bono basura», como previamente lo había hecho la agencia Fitch. El panorama negativo se ve aún más nublado por los pronósticos desfavorables: el Banco de Portugal considera que los intereses en todos los plazos aumentarán hasta rozar el 7,6% para 10 años.
Además, se prevé una nueva caída del empleo, sobre todo en el sector público. Los expertos vaticinan que si Portugal no paga los casi 9.000 millones de euros en deuda a largo plazo que vencerán, tocará las puertas del Fondo Monetario Internacional antes de junio. Sin embargo, el Tesoro luso de momento se mantiene firme asegurando que hay dinero.