Nil Nikandrov

El cartel mejicano denominado Los Zetas es dirigido por ex funcionarios de las fuerzas especiales que se hicieron independientes hace unos años.  Ellos empleaban la letra z como contraseña durante su servicio en el ejército, de ahí el nombre del grupo.  Durante mucho tiempo, Los Zetas fueron empleados como guardaespaldas y asesinos por el influyente cartel El Golfo que suministraba heroína y cocaína desde Colombia hacia los Estados Unidos.  Eventualmente, Los Zetas superaron su papel e iniciaron una lucha por el control de los mercados de la droga y las rutas de suministro, considerando a El Golfo como su principal rival. En corto tiempo, otros carteles mejicanos fueron arrastrados a la lucha.  

La guerra contra el narcotráfico del presidente mejicano Felipe Calderón, contribuyó a la complejidad de la situación.  En un claro intento por aumentar su popularidad, luego de una victoria poco convincente en la carrera presidencial, Calderón lanzó una campaña contra los carteles de la droga, la cual, en México no ha encontrado resistencia.

Enfrentado a un agresivo suministro de drogas desde México, el cual tanto la DEA como la FBI han sido incapaces de controlar, Washington rápidamente reconoció las aspiraciones de Calderón.  La crisis financiera global forzó a muchos de los bancos norteamericanos a dar la bienvenida al flujo financiero proveniente de la cocaína, de este modo, contribuyendo a la creación de grupos narcotraficantes, los cuales evaden el control ejercido por la DEA y otros servicios especiales norteamericanos.  Washington, por su parte, buscó recuperar el control en la medida que los ingresos por este concepto se escapaban.

Tal era el panorama en el cual Los Zetas iniciaron la construcción de sus propias bases en Estados Unidos, América del Sur, América Central y el Caribe, con el propósito de establecer nuevas rutas para el suministro desde el Perú y Colombia hacia EU por vía de “corredores” en el Pacífico y el Atlántico.  El advenimiento de un fuerte y desconocido competidor en el mercado de la droga no pasó desapercibido.

La ferocidad de Los Zetas resultó  impactante, incluso para los narcotraficantes.  Matan testigos en serie, torturan y decapitan a sus víctimas para amedrentar a sus competidores y a los agentes del gobierno y nunca han vacilado en asesinar en masa.

Se trata de un secreto a voces que el mundo hoy en día le debe a la CIA, la DEA y a la Agencia de Inteligencia para la Defensa la práctica casi rutinaria de la tortura.  Con toda seguridad, Los Zetas aprendieron este oficio en los tiempos en que sus carreras se entretejían con aquellas de los profesionales de las agencias mencionadas.  Los antecedentes de Los Zetas se proyectan hacia las décadas de los 70-90, época de la contrainsurgencia en México y América Central.  Instructores norteamericanos entrenaron a un total de quince mil (15.000) funcionarios de las fuerzas especiales en Fort Bragg, Carolina del Norte y en la Escuela de las Américas en las proximidades del Canal de Panamá, y más tarde, cuando a esta última fue cerrada, en Fort Benning, Georgia.

Más tarde, unos cuantos alumnos adquirieron experiencia de combate durante las ofensivas contra el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, EZLN en el estado de Chiapas en 1994-1995.  La paga miserable, la falta de estatus social hizo que miles de soldados y oficiales mejicanos abandonaran el ejército y algunos fueran reclutados por diferentes grupos delincuenciales.  Cambiar el servicio militar por el crimen organizado es un fenómeno que no solo ocurre con frecuencia en México, sino también en Honduras, Guatemala y El Salvador.  Aquellos que recibieron entrenamiento de contrainsurgencia bajo la supervisión norteamericana –por ejemplo, los Kaibiles en Guatemala, similares a Los Zetas—tienden a ser particularmente brutales.

Las agencias norteamericanas que están conscientes de cómo son los favoritos del Pentágono, parecieron alarmarse ante la creciente y estrecha alianza de los grupos delincuenciales de México y Guatemala.  Por el momento, Washington estaría tratando de erradicar los monstruos de su propia creación, pero EU está claramente detrás en la curva ya que el bien sintonizado y perfectamente controlable negocio interno norteamericano se encuentra ya expuesto a ser arrasado por Los Zetas.  La amenaza de que la guerra por el mercado de las drogas se va a extender desde México a Estados Unidos, está creciendo día a día.  Hasta hoy, Los Zetas están bastante bien afincados en la parte de EU que colinda con México donde se sabe que el grupo está comprando funcionarios públicos, siendo los de origen latinoamericano el principal objetivo.  Hasta hace poco, una red de informantes pudo ayudar a Los Zetas a evitar graves derrotas.  Este cartel de las drogas está extremadamente bien armado, con diferentes tipos de armamento desde fusiles hasta lanza-granadas que el grupo consigue en almacenes situados a lo largo de los 3.170 kilómetros de la frontera México-EU.  En algunos casos, Los Zetas recurren a la ayuda de contactos en el ejército mejicano, quienes tienen acceso a arsenales del Pentágono y obtienen lo mejor de los pertrechos fabricados en EU, como ser, la última versión de chalecos anti-balas, aparatos avanzados de telecomunicaciones, cascos equipados con sistema de visión nocturna, etc.

Los presidentes de los países centroamericanos, México y Colombia se reunirán en Guatemala el próximo mes de junio.  La declarada agenda de integración será posiblemente eclipsada por los urgentes problemas relacionados con la lucha contra los carteles de la droga.  El presidente guatemalteco, Álvaro Colom advirtió que –a menos que se tomen medidas drásticas para reprimir el tráfico de estupefacientes, la tasa de muertos en el 2011 alcanzará proporciones sin precedentes.  El presidente de El Salvador, Mauricio Funes, expresó su preocupación debido a que Los Zetas han logrado infiltrarse en altos niveles del ejército y la policía.

Uno podría tener la impresión que la campaña contra el narcotráfico es producto de los líderes latinoamericanos, pero en realidad, el esquema que incluye el plan para la coordinación entre los ejércitos, las policías y los servicios de inteligencia de la región, fue informado a los representantes locales durante consultas en las respectivas embajadas norteamericanas.

Están claros los motivos de Washington detrás de la agenda: pretende construir una barrera contra la amenaza de la droga antes que el flujo del narcotráfico se extienda a través de la frontera norteamericana.  México, país que ha perdido treinta mil (30.000) vidas durante la guerra contra el narcotráfico, presenta un crudo ejemplo de costos humanos, socioeconómicos y políticos debido a un prolongado conflicto relacionado con las drogas.  Washington no está dispuesto a hacer una guerra en serio contra el narcotráfico dentro de EU ya que esto pondría en peligro el sistema financiero del país, estimulado por miles de millones de dólares en “inversiones de la droga” a través del mundo, en tanto que las ofensivas en gran escala contra los grupos de la droga se lanzan casi en cualquier parte –en México, Honduras, Belice, Guatemala, Colombia o Perú—nada por el estilo sucede en Estados Unidos, lugar donde el “domicilio” de la narco mafia permanece intocable.  Arrestos de poca monta pueden llevarse a cabo sobre una base regular con el objeto de “parapetear” una actividad, pero, los indicadores financieros de la narco mafia en EU nunca son afectados de gravedad.  Unos 10 millones de norteamericanos son adictos a la cocaína, más unos 30 a 40 millones son clientes ocasionales y las comodidades de la gente no deben ser perturbadas si se trata de una economía de mercado.  El discurso público norteamericano refleja el avance de la tolerancia al consumo de drogas.  Esta “debilidad” se explica por las condiciones de permanente stress de la vida moderna, lo cual es descrito benévolamente en libros y películas y hasta algunos políticos a menudo y de manera liviana, admiten haber coqueteado con las drogas cuando eran estudiantes.

No obstante, los países latinoamericanos son tratados con criterios mucho más estrictos.  Estas liberalidades no son trasladables a sus poblaciones y por lo tanto a los carteles de la droga les esperan tiempos difíciles si desafían los controles de la DEA.

Antonio Ezequiel Cárdenas Guillén, jefe del cartel El Golfo y un grupo de sus guardaespaldas fueron muertos a tiros en Matamoros, estado de Tamaulipas en noviembre del año pasado, durante una incursión lanzada por infantes de marina mejicanos, luego que el grupo fuera rastreado por operativos de la DEA y de la CIA.  Aterradoras fotografías del barón de la droga muerto con sus guardaespaldas –cráneos rotos en medio de charcos de sangre—fueron exhibidas en Internet.  La incursión dejó un total de por lo menos cincuenta (50) muertos.  Por supuesto, que los muertos eran todos mejicanos, no hubo ningún norteamericano muerto.  Estados Unidos está luchando contra el narcotráfico en territorio de otros países y al costo de la sangre de otras naciones.

…Brownsville es un lindo lugar sobre el Río Grande, cerca de la frontera con México.  El lugar es sede de una universidad, varios museos y una cadena de campos de golf.  Muchos turistas vienen a Brownsville para observar bandadas de pájaros en su entorno natural.  De noche, los acogedores restaurantes de Brownsville se llenan de visitantes que vienen a saborear Margaritas y otras delicias de la cocina mejicana.  Brownsville es un lindo lugar y lo más importante, un lugar pacífico, que contrasta con el país justo al otro lado del río.

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Traducción desde el inglés por Sergio R. Anacona

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