Posiblemente en el siglo XIX y a lo largo de la primera mitad del siglo XX, para los antimperialistas, fijar posición sobre las luchas de los pueblos contra el Capital y el imperialismo, era relativamente fácil, por cuanto el mundo del Trabajo se enfrentaba al mundo del Capital sin barnices ni melazas, sino en medio de la claridad de una espantosa explotación en fábricas, haciendas, minas y comercios, sostenida en la institución de la esclavitud en africana, asiática y americana y en la condición de esclavos asalariados de la clase obrera y los campesinos pobres y sus familias pero, a partir de la segunda mitad del siglo pasado, cuando la burguesía no pudo sostener este modelo de acumulación, liberando las fuerzas del Trabajo esclavizado y atrayendo a los sectores medios de la sociedad, lanzó una feroz guerra ideológica para legitimar su dominación de clases, poniendo toda la industria cultural y comunicacional al servicio de su hegemonía en el planeta, arrastrando a las corrientes socialdemócratas y sus bases sociales de la pequeña burguesía, promoviendo la confusión y la división en el seno del los trabajadores y el movimiento antimperialista mundial que se mantiene hasta nuestros días.
El comandante Ernesto Guevara de la Serna, Che, tan odiado y difamado por la agencias informativas y la industria cultural y del entretenimiento del imperialismo, nunca tuvo confusiones acerca de cada lado estar en la lucha global contra el imperialismo, incluso, a pesar de sus fundamentadas críticas contra el modelo socialista soviético y la dirección del PCUS, siempre fue consecuente en su palabra y su acción de estar al lado de los pueblos en lucha contra el imperialismo, aun cuando no compartiera la totalidad de las posiciones de su dirigencia y su modelo socialista.
Esta posición de un insigne revolucionario internacionalista de Nuestra América, estaba solidamente sostenida en su profunda convicción de que la lucha contra el imperialismo abarca todo el planeta e implica a todos los pueblos del mundo y que, por su naturaleza agresiva y explotadora, es imposible darle ningún tipo de concesión al imperialismo, aun cuando no se compartieran los proyectos y las políticas de quienes lo enfrentaban; concepción “guevariana” compartida por la mayoría de los revolucionarios y revolucionarias del mundo, que hizo posible en solo un siglo, liberar a más de la mitad de la Humanidad del dominio imperialista y del colonialismo europeo, pero que por los errores y desviaciones de las direcciones de los Estados, gobiernos y líderes de muchos pueblos, se produjeron derrotas estratégicas que hoy, con sangre, dolor y muerte, estamos pagando los pueblos del mundo.
Por eso, quien se acerque a la hermosa historia del proceso de lucha del pueblo libio y las tribus que lo integran, podrán comprender el significado del triunfo de esa revolución contra una monarquía colonial ladrona del patrimonio de su pueblo y, al servicio de los viejos imperios europeos, hasta transformar estas formaciones sociales primarias, en un pueblo y proyecto de Nación que, con grandes dificultades políticas y la agresión y asedio permanente del imperialismo, sus aliados de la OTAN, el ente sionista israelí, y sus gobernantes aliados del mundo árabe, pudo consolidar su unidad, defender su soberanía nacional, construir un Estado moderno con sistema político inclusivo, alcanzar un elevado bienestar social de su población y apoyar incondicionalmente a muchos pueblos de Asia, Africa y América Latina en su lucha por su liberación, la democracia y el Progreso Social, sin condicionar ese apoyo a los intereses del Estado libio.
Mas allá de los errores políticos y las veleidades personales del líder libio Mahamar Al Gadaffi y los actuales miembros del Consejo de la Revolución y, a la existencia de reales causas de descontento social y político en el seno del pueblo libio, lo que no puede estar en duda entre los revolucionarios y las revolucionarias del mundo, es la importancia de la defensa de las conquistas alcanzadas por la revolución antifeudal, anticapitalista, antimperialista, democrática y solidaria del pueblo libio, en un mundo plagado autócratas, reyezuelos, teócratas y dictadores al servicio del imperialismo, que esclavizan a los pueblos del Medio Oriente y el Norte de Africa y ponen su territorio y sus políticas regionales al servicio de los intereses estratégicos del imperialismo y sus aliados subalternos de la OTAN y el sionismo internacional, por lo que, estar hoy al lado de defensa de la revolución libia contra la conspiración imperialista y su brazo legitimador de la ONU, es un deber de todo revolucionario y toda revolucionaria. Y en eso, el comandante Che Guevara no se equivocó: “ Al imperialismo, ni un tantico así”.
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