De inmediato las operaciones se desataron, y una lluvia de misiles se desparramo sobre el suelo de Libia. No sabemos todavía con exactitud los daños en vida perdidas y en destrucción material, pues los medios informativos internacionales al servicio de los más negros intereses de hoy, informan a conveniencias de tales intereses. Y todavía siguen los bombardeos, sin la intención de matar a nadie, dicen los voceros estadounidenses, solo para proteger a la población civil, que huye atemorizada ante tanta protección.
Lo más significativo de todo esto, es la “lógica ética de la globalización estadounidense”, puesta al desnudo, con sus premisas para la acción:” tenemos que actuar siempre en defensa de la democracia y la libertad”; “no podemos sustraernos a la acción de los terroristas, de los que masacran a sus pueblos”; “no podemos permitir que los tiranos y dictadores terroristas hagan lo que quieran”; “donde ocurran cosas contrarias a lo que nosotros queremos, tenemos que corregir el curso de las acciones”. Y así por el estilo, los Estados Unidos se arrogan el derecho de imponer su férula al mundo, irrespetando independencia y soberanía, la libre determinación de los pueblos, violando derechos humanos, y pisoteando los demás principios que el ser humano ha creado para el respeto entre países fundamentados en el derecho internacional, vistos ahora como pamplinas por los Estados Unidos.
Los Estados Unidos seguirán actuando a misilazo limpio contra pueblos inermes, que no pueden responder de igual manera, hasta tanto ellos no sufran en su propio territorio una inmisericorde descarga de misiles, que destruya su patrimonio artístico y cultural, pero sin “masacrar a su pueblo”.
Pare ellos siguen vigentes los principios establecidos por sus “padres fundadores”, y les toca actuar en nombre de la democracia y la libertad, palabras jamás distorsionadas y pisoteadas como ahora por estos campeones del “nuevo derecho”.
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