Suvendrini Kakuchi IPS-Periodismo Humano

La pareja es propietaria de una tienda de comestibles en la principal calle comercial del pueblo de Manie que quedó llena de escombros. Y su casa, a más de tres kilómetros, estaba en ruinas tras el tsunami que arrasó la zona.
“Desde hace décadas trabajamos duro para tener una vida estable y desapareció en pocos minutos. Nuestro futuro es incierto”, dijo Shinohara mientras hacía cola para registrarse en un refugio temporal.
Dos semanas después de que el sismo de magnitud nueve dejara a más de 8.000 personas muertas y decenas de miles más sin hogar, Japón afronta la monumental tarea de reconstruir pueblos y ciudades que quedaron en ruinas y dejaron miles de desempleados.
La solución de muchos economistas es impulsar la recuperación con fondos estatales, lo que según el consultor y ex bancario Shigeru Yamada, no es fácil ni para la tercera economía mundial que ya tenía dificultades con el aumento de la pobreza, relacionada con un desempleo de más de cinco por ciento de la población económicamente activa.
“El desastre fue un duro golpe para el crecimiento económico de Japón, que ya tenía problemas”, indicó Yamada. La creciente deuda pública, más del doble del producto interno bruto de cinco trillones de dólares, es otro obstáculo para la inyección de fondos estatales.
El costo del daño causado por el terremoto en siete prefecturas asciende a 309.000 millones de dólares, informó esta semana el gobierno, y alertó que las exportaciones japonesas y la producción industrial disminuirán. El crecimiento previsto para este año es de 0,5 por ciento.
El pronóstico oficial va acompañado de informes sobre la pésima situación de la industria en la región de Tohoku. Las fábricas de autopartes tuvieron que detener la producción por la escasez de electricidad y las granjas destruyen cultivos contaminados por la radiación emitida por las centrales nucleares de Fukushima.
Además de la población de Tohoku, directamente afectada por el sismo y el tsunami, los más pobres sentirán el impacto del desastre pues ya sufrían las consecuencias de la recesión económica de Japón, alertaron científicos sociales.
El gobierno metropolitano de Tokio informó este mes que 15 por ciento de los nueve millones de habitantes dependen de la asistencia.
Más de dos millones de hogares reciben ayuda estatal, según estadísticas difundidas en enero, después que las empresas recortaron la planilla por reestructuras para volverse competitivos con productos más baratos de otros países asiáticos.
El rostro de la pobreza cambia en Japón porque personas con formación de todas las edades se encuentran en situación vulnerable, explicó el sociólogo Soji Tanaka, de la Universidad de Nihon.
Los pronósticos no son buenos dado que el gasto social puede recortarse más.
“La pobreza es un problema social, pero el futuro del gasto social es incierto porque se necesitan fondos para ayudar a las zonas golpeadas por el terremoto”, sostuvo Tanaka.
En Japón hay 17 por ciento de personas pobres, es decir que perciben 18.000 dólares al año, por hogar.
La señal de alerta puede ser el anuncio del gobierno de que revisará la prestación de 150 dólares para los hijos, que el año pasado se amplió para ayudar las familias con niños y niñas de menos de tres años, indicó Tanaka.
La situación es “grave” y significa un “retroceso” para la agricultura y la pesca, la columna vertebral de la economía regional, indicó Seishi Kitamura, presidente del Banco de Tohoku.
“Perdí todo lo que tenía en la vida”, señaló Shuichi Iwadoki, dueño de una compañía pesquera que espera recibir del gobierno un préstamo a bajo interés para crear otra empresa en Kesenuma, una localidad costera cerca de Fukushima.
La beneficencia, un fenómeno nuevo en la sociedad japonesa que creció el año pasado por la crisis económica, también se volvió una fuente importante de fondos para la recuperación, según donantes locales.
“Comenzamos con la iniciativa porque el Estado no puede suministrar suficientes fondos a las personas más necesitadas”, señaló Yuko Sei, portavoz del Fondo Máscara de Tigres, una institución de beneficencia que ayuda a jóvenes pobres. “Los japoneses tienen que aprender a confiar entre sí para sobrevivir”, añadió.