Mélissa Quillier
El Ciudadano

La crisis nuclear japonesa no sólo se explica por el violento terremoto que sufrió la isla, sino que las culpas apuntan a Tokyo Electric Power Company (Tepco), empresa a cargo de la planta nuclear de Fukushima. Un historial de fugas radioactivas, informaciones falsas y encubrimiento ponen en duda la gestión privada de estos elefantes de energía.

Los japoneses son tan propensos a catástrofes nucleares que crearon una palabra especial para este tipo de sucesos: Genpatsu-Shinsai. Este término designa los accidentes nucleares graves debido a un terremoto.

Si usted cree que el empleo de este vocablo ha sido sólo en estos últimos días, se equivoca: en años recientes muchas veces los nipones han balbuceado la palabra y no hace mucho tiempo.

La planta nuclear de Fukushima quedó dañada tras un sismo de magnitud 8,9 en la escala de Richter que sacudió el noreste de Japón en la madrugada del 11 de marzo.

La AIEA (Agencia Internacional sobre la Energía Atómica) mantiene información al minuto de la situación de Japón. A través de esta web nos enteramos que el 12 de marzo el reactor número 1 de la planta de Fukushima se fundió parcialmente. Pero para bajar la presión, la empresa administradora de la central, Tokyo Electric Power Company (Tepco), tuvo que lanzar hidrógeno en el aire, lo que provocó la explosión del reactor. Según la empresa nipona la cinta de confinamiento del reactor estaba intacta. Luego vino la crisis de los otros 3 reactores de la central.

La autoridad de seguridad nuclear francesa (ASN) clasificó el accidente en el nivel 6 sobre 7 en la escala internacional de eventos nucleares y radiológicos (Ines). El presidente de la ANS André-Claude Lacoste indica: “El fenómeno se amplificó de manera totalmente diferente en comparación con el día pasado. Es cierto que ya estamos al nivel 6”.

Este nivel todavía no supera el del accidente de Chernóbil que sucedió el 26 de abril de 1986 en Ucrania (ex-URSS) y que alcanzó el nivel 7 sobre esta escala Ines.

En Ucrania no hubo un terremoto, y se culpó la responsabilidad del drama a la administración soviética. No obstante, no se puede culpar al planeta de lo que sucedió en Japón, sino que hay responsabilidades mayores en los dueños de la central y quienes debían fiscalizarlos.


LOS FALLOS DE UNA EMPRESA

La catástrofe nuclear de Fukushima no es solamente un Genpatsu-Shinsai sino también un desastre que atañe a las negligencias de la empresa privada administradora de la planta nuclear: Tepco.

Tepco, sucesora de la estatal Tokyo Electric Light Company, después de su privatización en 1950, es el cuarto productor mundial de electricidad y el administrador de varias centrales nucleares japonesas como las de Fukushima.

El 12 de marzo, la firma se negó aceptar la ayuda que le propusieron EEUU y la AIEA para gestionar la catástrofe, según indica el periódico francés Le Monde. Y no sólo no quiso recibir ayuda, sino que ha demostrado absoluta falta de transparencia en los últimos días.

El primer ministro japonés, Naoto Kan, criticó abiertamente la empresa y llegó a convocar a sus gerentes en Tokio para decirles que “¡Mientras las explosiones se están grabando por todas las televisiones, han  necesitado más de una hora en informar el gobierno!”.

También cundió el rumor según el cual Tepco, tras la primera explosión, despidió a sus empleados y colocó, en lugar de ellos, trabajadores de otras filiales, revela Le Monde. La reacción de Kan fue inmediata: “Ustedes están solos frente al problema. Marcharse de la central es imposible. Están listos para todo. Si se retiran ahora, será el fin de Tepco”.

Pero el gobierno japonés también reconoció las carencias de sus funcionamientos: Akira Amari, el ministro de Economía e Industria, dijo que el estado japonés había previsto “acelerar las investigaciones para averiguar si los reactores podían resistir a varios escenarios de terremotos”.

PALABRA DE EMPRESA

El accidente demuestra que no sólo los gobiernos autoritarios, al estilo URSS, faltan a la transparencia y esconden información, sino que es una práctica enseñada en los manuales de contención de crisis de las grandes corporaciones.

La pregunta es ¿Quién realmente controla las actividades de Tepco si ésta responde a las variaciones del mercado? Parece que el gobierno como las agencias de control japoneses son ineficaces.

Por lo tanto, la empresa tokiota había elaborado objetivos y cartas, pero no fueron logrados. Según sus declaraciones, los esfuerzos de la empresa se enfocan en la seguridad de las comunidades locales y su confianza. Según el párrafo introductivo de la carta del grupo, “La misión de Tepco es fomentar el diálogo con, y responder sinceramente a las expectativas como ganar la confianza de, más gente posible en lo que atañe a [sus] actividades de negocios, o sea con los clientes, los miembros de la comunidad”.

La misión no fue lograda, mucho menos en lo que atañe a sus objetivos. El primero de ellos es el  “Respeto a la vida humana y a la dignidad” o sea “dar la mayor prioridad a la seguridad con respecto a las actividades de negocios”, según reza su portal web.

Incluso, en su planes para el 2020, Tepco había previsto el reforzamiento de su policia en contra de los riesgos. Pensaba establecer un plan para anticipar los problemas dados a terremotos, y desarrollar contramedidas en caso de “un accidente fatal”, entre otras cosas. Quería tambien desarrollar sus tecnologias de mantenimiento de las plantas y producir diagnósticos más eficaces. Claro que un imprevisto de la naturaleza se les adelantó demasiado.

LOS ANTECEDENTES DE TEPCO

En las últimas décadas, Tepco fue acusada de disfuncionamientos y negligencias, fallos que a las autoridades les costó comprobar.

El gobierno no supo ver los numerosos informes falsificados que le entregó la empresa. En agosto de 2002 la Agencia Japonesa para la Seguridad Industrial y Nuclear (Nisa) reveló que la firma disimulaba informes de inspección y falsificaba documentos sobre series de accidentes y situaciones de emergencia. La revelación provocó la dimisión del gerente de Tepco de la época Nobuya Minami según informa el diario El País.

Le Monde precisa unas cifras de la Nisa: Entre 1978-2002, en las 10 compañías japonesas cuyo principal grupo es Tepco, fueron 97 los incidentes en centrales nucleares. Los 19 más  críticos se escondieron a los poderes públicos.

Una de las metas del grupo (la tercera de su carta) es “la promoción de la transparencia en las actividades de negocios” o sea el “uso de un vasto plan de comunicación con la sociedad, [se dedican a] promover la más alta transparencia y apertura de sus actividades de negocios. También [quieren fomentar] sanas y normales relaciones con los sistemas politícos y administrativos”.

El periódico francés Libération precisa que en abril del 2003 Tepco tuvo que cerrar 17 de sus reactores por “razones de seguridad”, entre otras por la presencia de grietas y escapes en los edificios de las plantas nucleares.

El 16 de julio de 2007 un terremoto (de una magnitud de 6,8 en la escala de Richter) sacudió la región de Niigata, dañando así  las centrales de Kashiwzaki Kariwa. El sismo reveló fallos más graves y hondas en el funcionamiento de esta planta de Tepco.

Según el Instituto de radio protección y seguridad nuclear francés, el reactor número tres prendió fuego durante 90 minutos por falta de materiales de urgencia en el lugar. Hubo que esperar a los bomberos locales para que se apagara el incendio. También se denunció una falta de  empleados en el sitio, lo que empeoró la situación.

Con las sacudidas del sismo, 400 barriles con residuos radioactivos se cayeron en el suelo, decenas de ellos se abrieron y perdieron radiaciones nocivas. Las piscinas de la planta desbordaron, vertiendo más de 1.300 litros de agua contaminada en el mar.

Contra toda previsión Tepco minimizó los daños. El segundo día de ocurrido el incidente del 2007 admitió que quienes diseñaron la planta no previeron bastante solidez para resistir a un sismo de magnitud 6,8.

Además de la crítica que hicieron los expertos de la AIEA sobre el retrasado aviso de Tepco, El País señala que el gobierno de entonces también estaba molestado por la actitud de la firma.

Shinzo Abe, el primer ministro de la época, declaró que “los informes de Tepco llegaron tarde. Les he recordado duramente que los informes deben hacerse de forma rigurosa y a tiempo. Las plantas nucleares no pueden operar sin la confianza del ciudadano. La rapidez a la hora de informar y la transparencia en la información son necesarias para obtener esa confianza”.

La empresa desatendió las medidas de seguridad básicas indispensables para manejar una fuente de energía tan peligrosa como la nuclear. Tampoco hizo caso de las recomendaciones externas.

Un cable de Wikileaks revela que un observador internacional había avisado a Japón, en 2008 durante la reunión de un grupo “seguridad y sanidad” del G8 en Tokio, del peligro de sus plantas nucleares. El observador avisó que  las centrales japonesas no podrían resistir un gran terremoto.

La crisis nuclear que aún trastorna a Japón no es sólo un Genpatsu-Shinsai, sino que más bien el producto del descuido de los dirigentes. Culpa de las autoridades de regulaciones que no hicieron bien su trabajo y culpa de las negligencias de una empresa neoliberal como hay tantas por el mundo.