Urko del Campo Arnaudas

Comprar, Tirar, Comprar es un documental que nos acerca la realidad actual de la estructura económica de la mayor parte de países capitalistas. Estructuras basadas en el mito del crecimiento sin límites y soportadas por un ciclo de consumo, a la larga, insostenible1. Los casos que presenta el documental dan cuenta del asunto del que hablo, pero no sería justo el quedarse en esta visión apocalíptica de la situación sin reflexionar sobre cómo y por qué, ciertas empresas deciden tomar decisiones en un momento dado que, a priori, parecen totalmente inmorales.

En los cuatro casos expuestos por la directora, Cosima Dannoritzer (el del chip que bloquea la impresora, el de las bombillas, el de la corta duración de las baterías de Iphone y el del hilo que no se desgasta), creo que queda expuesta de manera evidente la inmoralidad de los empresarios, a pesar de que haya gente que pueda alegar que se hizo y se hace para mantener un “equilibrio entre capital y trabajo para que siempre haya mercado para nuevos productos2”.

Es verdad, y por ello nació la idea de obsolescencia programada3, que de esta manera se pueden mantener empleos, seguir consumiendo, seguir produciendo, seguir creciendo, seguir compensando al capital, etc. Nació como una idea, de Bertrand London, en un momento determinado para tratar de dar respuesta a una situación límite derivada del crack de la bolsa de Nueva York, por lo que podía ser una respuesta rápida y plausible. Al fin y al cabo, la idea estaba destinada a servir a la sociedad, aunque pienso que si se hubiera tomado esta vía debería haber sido de manera temporal, ya que a la larga genera más problemas (los trataré más adelante) que beneficios. Sin embargo, la propuesta no cuajó en un principio.

Aparte de la idea de London, vemos cómo el cártel de las bombillas también levó a cabo prácticas semejantes, al decidir limitar la duración de sus productos e imponer sanciones a los que sobrepasaran esos límites. La inmoralidad se hace ley, aunque es verdad que en ese momento, como señala Warner Phillips, la sostenibilidad no era algo excesivamente preocupante porque se veía todo desde una perspectiva de abundancia (lo cual no indica que el acto en sí sea inmoral porque, a largo plazo, no beneficia a la sociedad). Más tarde, en los años 50, la idea de obsolescencia resurgió, tomando como principio lo que en 1928 ya había enunciado la revista de publicidad Printes’ Ink: “un artículo que no se desgasta es una tragedia para los negocios”.

A partir de entonces, la concepción de la obsolescencia cambia en relación a lo que había ideado London, pues en un escenario de cierta estabilidad económica y recuperación Brooke Stevens reconduce la idea, con un cambio radical en la concepción de la misma: “el deseo del consumidor de poseer algo, un poco más nuevo, un poco mejor, un poco antes de lo necesario4”. ¿En qué benefician estas ideas al ciudadano, en realidad? Se trata de seducir al consumidor introduciéndolo así en una rueda de consumo exacerbado, donde las cosas no se compran porque se necesiten realmente, sino porque se crea esa necesidad en el consumidor (la publicidad, unida a la psicología que le acompaña, tiene mucha culpa). Desde algunas percepciones, la industria deja de servir a la sociedad para pasar a esclavizarla5. Desde mi punto de vista, la posmodernidad es clave en este proceso, ya que empiezan a surgir en la sociedad tendencias estéticas y culturales variadas, que son aprovechadas por el mundo de los negocios para abrir nuevos mercados. Ya no sólo se trata de hacer que un producto tenga una utilidad, sino también de que cubra necesidades estéticas.

De esta forma, se avanza a pasos agigantados hacia una economía de gran stock, como yo la denomino, en la que los consumidores son capaces de tener dos productos que sirvan para lo mismo pero con formas diferentes (algo que me parece caprichoso y estúpido, aparte de que denota poca responsabilidad en muchos sentidos). El mensaje de Brooke Stevens sobre la diferencia entre Europa y América, en cuanto a la creación y tratamiento de los productos y de los consumidores, dura hasta nuestros días. De hecho, en 2007, EE.UU. era el país que más toneladas de basura producía al año6 (casi el doble que China), la mayor parte de los cuales terminan en países que actúan como grandes basureros del mundo7: Ghana, la propia China, Senegal, Guinea, Somalia8 y otros muchos lugares alrededor del planeta.

En este sentido, una de las propuestas más interesantes es la de la economía de recursos, que trata de estudiar cómo la sociedad asigna y distribuye los recursos, escasos y limitados, entre la población. En ello llevan trabajando mucho tiempo autores como Jacque Fresco9, Thomas H. Tietenberg (1988), Roxana Barrantes (1997) o Pere Riera (2005), entre muchos otros. También movimientos sociales como Zeitgeist10 han denunciado las prácticas de la obsolescencia programada y tratan de concienciar a la población de la necesidad de cambios en la distribución de recursos.

Con esta pequeña reflexión quiero hacer frente a la concepción de Milton Friedman: “La responsabilidad social del negocio es aumentar sus beneficios”. Como bien recoge el texto de Robert C. Solomon,

“Los directivos de la empresa tienen obligaciones para con sus accionistas, pero también […] para con los consumidores y para con la comunidad que les rodea así como para con sus propios empleados […]. Después de todo, el objetivo de la empresa es servir al público, proporcionándole los productos y servicios deseados y deseables como no perjudicando a los a la comunidad y a sus ciudadanos11”.

Por lo tanto, la responsabilidad y obligaciones de las empresas no están primero con los propietarios de la misma, sino con toda la sociedad como beneficiaria y sufridora de sus prácticas.

Hay un momento muy interesante en el documental en el que habla de un momento muy interesante de la historia. En Berlín, donde un muro separa dos maneras de ver el mundo totalmente diferentes, la RFA tiene un sistema productivo capitalista y la RDA, socialista. Los trabajadores de la RFA les dicen a los de la RDA que, si hacen bombillas de larga duración, llegará un momento en el que se quedarán sin trabajo. Sin embargo, esto no tiene sentido para ellos, ya que el sistema de la antigua URSS, la producción la planificaba el Estado. No estoy totalmente de acuerdo con la concepción de la Unión Soviética sobre el trabajo, ya que priva de libertad a los individuos para elegir cuál va a ser su camino profesional, pero sí es verdad que esta concepción es más respetuosa (a la larga) con el medio ambiente y, por tanto, con la sociedad y el ser humano.

Mi proposición ante esta situación, aunque puede sonar como algo utópico, es la de realizar productos de larga duración para dedicar más tiempo a la investigación, el conocimiento y la educación. Bajo mi punto de vista, estos tres pilares son básicos para la formación humana de las personas, de cara a conseguir una sociedad más justa y democrática. Además, creo que esta situación desembocaría en dos aspectos cruciales: a) se terminaría con la alienación de los trabajadores, fruto de trabajos fabriles en cadena en los que apenas pueden sentirse reconocidos; b) permitiría una renovación, y por tanto revolución, constante de las estructuras económicas y sociales en función de las necesidades de la ciudadanía12. Como ejemplo de este asunto, recomiendo ver algunas de las iniciativas que ha llevado a cabo la propia ciudadanía en lugares como Cuba, Venezuela o Brasil, donde cooperativas de personas son capaces de distribuirse en diferentes sectores para atender las necesidades que les surgen. Salvando las distancias, evidentemente, podríamos estar hablando de modelos que parecen evolucionar hacia los falansterios13, propuestos por Charles Fourier en el siglo XIX.

Sin embargo, en nuestra sociedad actual, los modelos vigentes son difíciles de cambiar, ya que estas prácticas poco éticas se enseñan ya en las universidades. El ciclo de vida de los productos, el marketing que busca vender, cuánto más, mejor… Una vez introducido en la enseñanza, estas estructuras y la mentalidad que le acompaña se expande como la pólvora. Además, debemos tener en cuenta (aunque, por suerte, eso creo que irá cambiando poco a poco), que el tener dinero es símbolo de haber tenido éxito en los negocios, lo cual supone un gran reconocimiento social, lo cual no ayuda mucho a mejorar la situación.

Al ver cómo en el Tercer Mundo, las personas reutilizan hasta la mínima pieza mostrándonos que aún tiene vida, yo me pregunto: ¿por qué nosotros no somos capaces de hacer lo mismo?, ¿es que somos menos inteligentes y no sabemos cómo reaprovechar las cosas? El antiguo enfoque europeo de crear “el mejor producto y que durara para siempre”, ha sido invadido por el americano: “crear un consumidor insatisfecho con el producto que ha disfrutado, que lo venda de segunda mano, y que compre lo más nuevo con la imagen más nueva posible”, Brooke Stevens. Esta manera de proceder no es ni ética ni moralmente aceptable, ya que presupone un crecimiento ilimitado en un mundo de recursos limitados, por lo que la contradicción es evidente.

Por otro lado, la falta de ética de las empresas también es evidente cuando obligan a sus trabajadores e ingenieros a fabricar productos de peor calidad, pues sus conocimientos son puestos al servicio del capital y no de la sociedad, por lo que puede resultar muy frustrante y limita el desarrollo personal y profesional del trabajador (como en el ejemplo de la invención del hilo que no se desgasta).

Personalmente, estoy de acuerdo con Warner Phillips en que los negocios y la sostenibilidad deben ir de la mano. Pero la cuestión ética no gira sólo alrededor del respeto al medio ambiente (cuestión principal en la parte final del documental y muy importante), sino que debe tomar como sujeto principal al ser humano. Tal y como he intentado expresar en este breve ensayo, creo que es necesario (como se señala al final del documental) recuperar ciertos aspectos que antiguamente se ligaban a la identidad del ser humano14. Sin embargo, siendo realistas y tomando las palabras de Gandhi: “el mundo es suficientemente grande para satisfacer las necesidades de todos, pero siempre será demasiado pequeño para satisfacer la avaricia de unos pocos”.

En definitiva, creo que la economía, los negocios, los gobiernos (que deberían actuar de manera responsable con la legislación adecuada para que la responsabilidad social corporativa no sea un cuestión en la que cada empresa decida, sino que tenga implicaciones reales) y el sistema educativo deben servir a los intereses de la sociedad y no, únicamente, a los del capital. De esta forma, “cuando las exigencias del negocio chocan con la moralidad o el bienestar de la sociedad, el que debe ceder es el negocio, y éste es quizá el sentido último de la ética de los negocios15”.

Notas:

1 Ver el documental The story of staff (La historia de las cosas), disponible en: http://www.storyofstuff.com/, consultado el 25/02/2011

2 Palabras de Giles Slade tomadas del documental Comprar, Tirar, Comprar, disponible en http://www.youtube.com/watch?v=QosF0b0i2f0, consultado el 25/02/2011.

3 Ver Adbuster.org , “Consumer society is made to break” , Micah White (20/10/2008) http://www.adbusters.org/blogs/blackspot_blog/consumer_society_made_break.html

4 Resalto este punto porque creo fundamental reflexionar sobre la diferencia entre los aspectos que mueven a London a proponer la obsolescencia programada (como método de recuperación) y a Stevens (maximizar beneficios).

5 Comunidad Misión Juventud, “El consumo”, disponible en: http://www.misionjuventud.org/index.php?option=com_content&view=article&id=77:consumocredo&catid=53:credo&Itemid=88, consultado el 25/02/2011.

6Info7, “Los 7 países que más basura producen en el mundo”, Jesús Franco (27/12/2007), disponible en: http://www.info7.com.mx/editorial.php?id=125&secc=, consultado el 25/02/2011.

7 A este respecto ver Friki.net , “Basureros del mundo”, disponible en http://www.friki.net/fotos/44303-basureros-del-mundo.html , consultado el 25/02/2011; o Gara , “Viajar por los basureros del mundo a través de los ojos de Joseba Zabalza”, Aritz Intxusta (28/12/2010), disponible en: http://www.gara.net/paperezkoa/20101228/240213/es/Viajar-basureros-mundo-traves-ojos-Joseba-Zabalza , consultado el 25/02/2011.

8 A raíz del tsunami que sacudió las costas del Océano Índico en 2004, en Somalia comenzaron a aparecer los barriles de residuos tóxicos y otros materiales que una gran cantidad de países tiran al mar frente a sus costas, aprovechando la situación caótica de este país del cuerno de África.

9 Sobre el trabajo de Jacque Fresco, ver su canal en Youtube, disponible en: http://www.youtube.com/user/jacquefresco, consultado el 26/02/2011; o la página oficial del Proyecto Venus, disponible en http://www.thevenusproject.com/es, consultado el 26/02/2011.

10 Ver Web oficial del movimiento y los documentales (muy criticados por algunos sectores), disponible en: http://www.zeitgeistmovie.com/, consultado el 26/02/2011.

11 Cfr. Robert C. Salomon, La ética en los negocios, p. 492. La negrita es mía.

12 Apunto este aspecto porque, bajo mi punto de vista, actualmente la sociedad sirve más al capital de lo que éste sirve a la ciudadanía, generando una situación en el ser humano sirve y evoluciona al servicio de la economía y los sistemas productivos (algo totalmente inmoral y con escasa ética), en vez de ser al revés.

13 Wikipedia, entrada Falansterio, disponible en: http://es.wikipedia.org/wiki/Falansterio, consultado el 26/02/2011.

14 La amistad, la comunidad, el conocimiento… formas de riqueza que no se gastan al usarlas. Creo que es necesario cambiar los elementos de medida de bienestar, tomando como referencia iniciativas como la de Bután, que tiene en cuenta la Felicidad Nacional Bruta. Disponible en: http://es.wikipedia.org/wiki/Felicidad_Nacional_Bruta, consultado el 26/02/2011.

15 Cfr. Robert C. Salomon, Op. Cit., p. 496.

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