Dentro de este dispositivo represivo se inserta el Batallón Disuasivo, la conocida Brigada 32, que opera en Ouezzane, cerca de la frontera con Túnez que es comandada por uno de los hijos de Gadafi, Khemis, entrenada para lidiar con revueltas dentro del país.
También se integra la Legión Islámica, creada en los años 80 por musulmanes provenientes de Sahel, señalada por los opositores como integrada por «mercenarios extranjeros».
«El régimen, en resumen, tiene una gama de mecanismos de represión a su disposición y en el pasado nunca ha mostrado titubeos en responder con brutalidad a la menor señal de protestas», subraya la cadena británicaBBC.La misma prensa internacional que protegió y calló las masacres de Israel en Gaza y en Líbano, que silencia a diario los genocidios de EEUU y la «alianza occidental; en Afganistán, Irak, Pakistán y las zonas petroleras del Cuerno de África, no ahorra munición pesada para condenar el «brutal genocidio» de Kadafi contra su pueblo.
Que, en realidad no es el «pueblo» libio en su conjunto, sino grupos operativos que motorizan las revueltas, armados, entrenados y financiados por la CIA, el Mossad israelí y los servicios «aliados» de Europa.
«El líder libio Muammar Kadafi se aferró al poder el martes al contar con el apoyo cerrado de un ejército leal que se hizo con el control de la capital, en un momento en que una parte importante del este del país parecía haber caído bajo el control de la oposición», señala The Wall Street Journal el vocero financiero del Imperio USA.
La información es coincidente con la de las agencias y cadenas internacionales sionistas (parte de la operación golpista contra Kadafi), quienes coinciden en que el «genocida» libio aplastó «a sangre y fuego» a las manifestaciones en su contra y se replegó bajo el manto del poder militar.
Si consideramos que Libia está cerrada y blindada, y que los titulares y contenidos de la prensa internacional sólo están alimentados por fuentes de la sedición, la conclusión es obvia: Kadafi abortó, exterminó de cuajo, la operación relámpago en su contra utilizando un poder de fuego indiscriminado contra la revuelta callejera.
Y las apreciaciones de las usinas «rebeldes» infiltradas y motorizadas por CIA y la inteligencia occidental aliada (expresadas en la «información internacional») también son coincidentes.
Salvo algunos grupos del ejercito «rebelados» en el Este, las fuerzas del régimen libio controlan el país, sumido en una profunda parálisis social y económica como consecuencia de la represión militar y los enfrentamientos armados.
La estrategia de «demonización»
Y como sucede habitualmente en estas operaciones de derrocamiento de gobiernos (no «dóciles» al Imperio) disfrazadas de «protestas populares»(así pasó con los golpes fracasados de la «revolución naranja», o con la frustrada maniobra contra el régimen militar birmano) abortada la acción militar encubierta en las calles, comienza la segunda fase de la operación golpista: El aislamiento internacional y la «demonización» del régimen y/o de los lideres de los gobiernos que quedan en pie.
Consecuentemente, Muammar Kadafi, que durante años mantuvo un «bajo perfil» y era elogiado por la prensa internacional como un «arrepentido» de su pasado antiimperialista, mientras abría el grifo petrolero a la voracidad sin limites de los pulpos petroleros occidentales, ahora pasó a ocupar el lugar de un «demonio genocida».
Hay una cuestión verificable y estadística: La prensa internacional, sus analistas superficiales vaciados de cerebro estratégico, no analizan objetivamente los hechos que están sucediendo en Libia. Solo se limitan a»comentar» los titulares escritos por las usinas golpistas (las únicas fuentes existentes) y a proclamar consignas «demonizadoras» del jefe del régimen libio.
Y ante el hecho consumado de una acción relámpago para derrocarlo en las calles, Kadafi hizo lo que cualquier dictador militar de 40 años en el poder haría para preservar su vida y su poder: Exterminar militarmente la revuelta organizada para evitar el contagio antes de que sea tarde.
En la lógica de la acción reacción, y sin entrar en falsos moralismos de idealización, Washington y la CIA, infiltrando y movilizando grupos de protestas callejeras, le armaron un golpe de estado para derrocarlo y el presidente libio lo aplastó sin miramientos con su aparato militar. La primera fase fracasó.
Ahora, la fase que sigue, la operación de aislamiento y condena internacional al régimen de Kadafi, es un procedimiento calcado, una acción de manual.
Incluso la izquierda más «civilizada» y sus teóricos, adosados a la ideología»democrática» del sistema de dominio imperial capitalista, se prende a las «condenas» internacionales digitadas por el eje USA-UE-Israel.
La ONU, los gobiernos mundiales y las organizaciones internacionales que (salvo pocas excepciones) legitiman con su silencio operaciones militares diarias de genocidio en masa de civiles en Medio Oriente, África y Asia, levantan sus voces indignadas para condenar la «masacre del dictador libio».
Ya sucedió en todos los escenarios de las fracasadas «revoluciones naranja», en las «rebeliones budistas» del sudeste asiático, o en las «rebeliones reformistas» de Irán motorizadas para derrocar al régimen de los ayatolas desde adentro.
Tras el armado de operaciones de «revuelta popular» mediante infiltraciones en grupos opositores locales, en Libia están utilizando un modelo de «iraquización» militar y social orientado a debilitar internamente al régimen de Kadafi .
Fracasada la operación, ahora quieren dividir a las fuerzas armadas libias controladas por Kadafi e iniciar un proceso de aislamiento que desemboque en un régimen de bloqueo y de sanciones internacionales contra el país petrolero.
Objetivamente en Libia no hay una «revuelta popular» ingenua contra Kadafi, sino una acción callejera para derrocar a su régimen desde adentro motorizada por la CIA y el Mossad israelí que siempre actúan juntos, como hermanos simbióticos.
Se lo hicieron en su momento a Saddam Hussein, y siempre fracasaron, dado que el presidente iraquí ahogaba esa movidas internas a sangre y fuego. Razón por la cual, la logia imperial USA se vio obligada a invadir Irak para derrocarlo.
Salvada distancias y escenarios, lo que está pasando con Kadafi en Libia tiene muchas similitudes con el Irak de Saddam Hussein.
El jefe libio, ahogó la sublevación utilizando poder de fuego de alto espectro. Cerró y blindó militarmente a su país, puso un candado a la información de la prensa internacional sionista y puso en marcha una limpieza militar, una operación de cirugía mayor, contra las células operativas del levantamiento.
Es lo que hicieron algunos regímenes pro-rusos cuando abortaron en sus países la «revolución naranja».
En el terreno de la acción militar, Kadafi exterminó la acción relámpago para derrocarlo desde adentro.
Ahora deberá resistir a otro frente de guerra por otras vías: Las operaciones diplomáticas y la acción mediática internacional para estrangular económicamente a su régimen.
Una guerra donde el petróleo libio, puede servirle a Kadafi como carta de triunfo para dividir al eje sionista USA-UE e impedir una acción conjunta en su contra.
Esto es solo el comienzo.