El aumento del precio de los alimentos que lleva al hambre, una de las causas de las revueltas populares en Túnez, Egipto y otros países, se debe a la especulación financiera y no a la falta de tierras cultivables, advirtió Janaina Stronzake, del Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierras (MST) de Brasil.
La carestía de los artículos de primera necesidad y el hambre se utilizan como armas que terminan obligando a las poblaciones a asumir conductas determinadas, sostuvo Stronzake, quien además de integrar la coordinación nacional del MST representa a La Vía Campesina, una articulación mundial de movimientos de trabajadores rurales.
La activista brasileña opinó sobre el papel de los campesinos en momentos de crisis alimentaria en una conversación con IPS, en un alto en su participación en el encuentro organizado por la Federación Ginebrina de Cooperación, el sábado y el domingo en esta ciudad suiza.
¿A qué atribuye esta conmoción por los precios de los alimentos?
El tema de los precios y de la escasez de alimentos, o de las hambrunas, siempre es una cuestión compleja, con causas múltiples y una serie de factores que influyen.
Atribuir, como se hace, el aumento de precios de los comestibles a que las poblaciones de China e India ahora se están alimentando me parece demasiado simplista. Es como decir: bueno, si estamos pagando más es culpa de indios y chinos. Y esto no es verdad.
¿Es que acaso faltan alimentos en el mundo?
Tenemos capacidad en el mundo de producir alimentos, y de calidad suficiente, para toda la gente, sin recurrir a tecnologías dudosas, como el caso de los transgénicos.
En Brasil tenemos 120 millones de hectáreas sin cultivar. O sea, para producir más no hay que quitar tierra a la Amazonia, no hace falta desequilibrar el ambiente ni tampoco acabar con los bosques. Lo único que se necesita es hacer una reforma agraria decente, adecuada, que se aseguren condiciones para que campesinos y campesinas sigan produciendo.
¿Entonces, cuál es la causa de todo esto?
Uno de los factores fundamentales del aumento de precios es la especulación financiera. Es porque los alimentos se consideran mercancías y se negocian en las bolsas de los mercados a futuro.
¿A quiénes beneficia la especulación?
Las empresas transnacionales sacan partido de esto, juegan y especulan con el hambre de la gente y obtienen beneficios.
Para demostrarlo basta con comparar entre los años de ascenso de los precios de los alimentos y los gráficos de ganancias y beneficios de las grandes empresas transnacionales. Por ejemplo, entre 2004 y 2008 asistimos a una serie de choques, disturbios, de poblaciones atacando supermercados en busca de alimentos y al mismo tiempo alzas en los comestibles.
En ese lapso, los beneficios de Syngenta, que es una de las grandes empresas del sector agrícola mundial, saltaron de 6.000 millones de dólares a 11.000 millones. Entonces, mientras la hambruna castiga a las poblaciones, mayores beneficios se embolsan las empresas transnacionales.
¿Cómo se evidencian las políticas de esas compañías?
Por la forma en que las empresas quieren estructurar la agricultura, quitando capacidad de producción a la gente a través del control del agua, de semillas y de la propiedad intelectual de los productos, además de acaparar las mejores tierras.
También a partir del control del mercado. Hoy hay 10 firmas que dominan casi todo el mercado de soja, de maíz y de la caña de azúcar
¿Cómo reacciona el movimiento campesino ante los aumentos de precios de los alimentos?
Con mucha preocupación, porque responden a todo un sistema integrado.
El pensador Zygmunt Bauman, de origen polaco, habla por ejemplo de los desperdicios humanos. Dice que es como si la gente sobrara en el mundo y hay que hacer algo con ella. Una forma es que se mueran de hambre, pues no hay trabajo para todos.
Con las nuevas tecnologías de producción ya no hay necesidad de tantos brazos para trabajar. Entonces este exceso de población debe desaparecer. No porque no se puedan alimentar, sino porque dentro del sistema capitalista no generan ni consumen. Por tanto, tienden a desaparecer. Y un camino es éste, que se mueran de hambre con este tipo de crisis.
¿Y las otras formas?
Otro camino es el negocio de las cárceles, la privatización del sistema penitenciario.
En momentos de crisis aguda, la gente tiende a la criminalidad para su supervivencia. De allí vienen los robos y todo tipo de delitos, y luego las cárceles son privatizadas y se convierten en un negocio rentable.
Las empresas reciben bonos de los estados para instalarlas, administrarlas y obtener beneficios del trabajo de los presidiarios. Eso recuerda mucho a los campos de concentración de los nazis en Alemania.
Este sistema se esta desparramando por el mundo. En Brasil, algunos gobiernos estatales de derecha empiezan ahora a ensayar cómo hacer el proceso de privatización de cárceles.
¿Ahí se acaban los métodos de exterminio?
No, el tema de las guerras también está asociado. Cómo se pueden seguir manteniendo guerras, como en la República Democrática del Congo, sin una situación de hambre que obligue a la gente a desplazarse y actuar como soldados mercenarios.
Allí se ve como el hambre y los altos precios de los alimentos se emplean como armas que obligan a las poblaciones a asumir conductas determinadas. A eso deben sumarse otras formas delictivas, como el tráfico de armas, de drogas, de mujeres y de órganos humanos. Todos interconectados en un mismo sistema que genera beneficios a pocas empresas.
¿Que opinión tiene de los tratados de comercio internacional que abarcan productos alimentarios?
La Vía Campesina reivindica que los alimentos no estén dentro de los acuerdos que promociona la OMC (Organización Mundial del Comercio). No pueden considerarse simples mercancías.
Toda la humanidad necesita alimentos y debemos garantizar un mínimo para todos, independientemente de sus condiciones económicas. Y eso no pasa solamente por políticas asistenciales como, por ejemplo, las de Unicef (Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia).
Pasa por la necesidad de empoderar a la gente desde su propia comunidad para garantizar y producir alimentos. Ésta es la soberanía alimentaria.
¿Qué espera de las negociaciones de la Ronda de Doha que promueve la OMC, con un capítulo dedicado a la reforma del comercio agrícola mundial?
Esas negociaciones no nos incluyen. Nos toma en cuenta simplemente como una tendencia a la desaparición de los campesinos y las campesinas.
Pero el tema es que esa desaparición conlleva el riesgo de falta de alimentos, porque el agronegocio, las grandes empresas, los que discuten en la Ronda de Doha pueden asegurar sólo por un periodo una cantidad de alimentos, pero su preocupación es sólo en torno a sus propios ingresos.