Eva Golinger
Solo días después de un encuentro clasificado como “breve pero cordial” entre el Presidente de Venezuela Hugo Chávez y la Secretaria de Estado de Estados Unidos Hillary Clinton durante la toma de posesión de la nueva Presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, el Departamento de Estado volvió a atacar a Venezuela.
Este miércoles 5 de enero de 2011, durante la rueda de prensa diaria del Departamento de Estado, el vocero Philip Crowley censuró lo que consideran las “tendencias crecientemente autocráticas” del gobierno venezolano, aunque no entró en detalles.
La declaración hostíl vino luego de que fue preguntado sobre la posibilidad de nombrar otro candidato para ser embajador de Washington en Caracas. Crowley fue enfático en decir que Estados Unidos no tiene ninguna intención de nombrar otro embajador para Venezuela. “Ha habido sugerencias del Presidente Chávez de que estamos buscando otro candidato, y la respuesta es que no estamos buscando otro candidato”, afirmó Crowley.
Agregó, “estamos preparados a quedarnos como estamos por un tiempo indefinido”, haciendo referencia a la ausencia de embajadores en los dos países.
Washington retiró su embajador de Caracas, Patrick Duddy, en julio 2010, proponiendo sustituirlo por Larry Leon Palmer. El nombramiento del embajador Palmer, en ese momento director de la Fundación Interamericana, una agencia del Departamento de Estado dedicada a financiar organizaciones en América Latina que promueven la agenda política de Washington, fue recibido por Venezuela con neutralidad, y hasta le fue otorgado el beneplácito, a pesar de sus antecedentes cuestionables y su obvia experiencia con la subversión pro-estadounidense en la región.
Pero luego de una serie de declaraciones realizadas por Palmer ante el Comité de Relaciones Exteriores del Senado estadounidense, en las cuales intentó vincular al gobierno venezolano con grupos terroristas, criticó las supuestas amenazas a la libertad de expresión y la democracia, y habló del “bajo moral” en las Fuerzas Armadas Venezolanas, (como un punto de lo cual se podría “aprovechar”), su beneplácito fue retirado.
LA JUGADA
En agosto, el gobierno venezolano envió una nota de protesta a la Casa Blanca por las declaraciones “intervencionistas” y “poco diplomáticas” de Palmer, alertando que “se inhabilitó como embajador” en Venezuela.
Como parte de la jugada sucia, el Departamento de Estado ignoró la posición de Venezuela e insistió en el nombramiento de Palmer.
El derecho internacional prohíbe la imposición de embajadores o funcionarios diplomáticos de un país a otro. Todos deben recibir la autorización y beneplácito del país anfitrión.
Cuando el Senado estadounidense regresó de sus vacciones en noviembre, volvió a tocar el tema de la confirmación de Palmer como embajador en Venezuela. El Sub-Secretario de Estado para América Latina Arturo Valenzuela comentó a principios de diciembre que estaba “contento” porque Palmer pronto será aprobado como embajador a Venezuela y “viajaría dentro de pocos días” al país suramericano.
Dicha declaración fue recibida por Caracas con furia, ya que Venezuela había hecho claro su rechazo de Palmer. El gobierno de Estados Unidos quería imponer su agenda y actuar como el imperio que es, dominando a los demás sin importar su soberanía.
“Ese señor no viene por acá”, alertó el Presidente Chávez, “y si intenta entrar, habrá que detenerlo y devolverlo a Estados Unidos”. El día siguiente, Venezuela reiteró su retiro del beneplácito de Palmer en una nota oficial entregada a la Casa Blanca.
LAS CONSECUENCIAS
“Habran consecuencias”, amenazó el vocero Crowley, insinuando que Washington tomaría acciones contra Venezuela por haber ejercido su derecho soberano de no aceptar un funcionario diplomático de su país.
Durante los últimos días de diciembre, Washington revocó la visa del embajador de Venezuela en Washington, Bernardo Álvarez, mientras el funcionario se encontraba fuera de Estados Unidos. La acción fue realizada sin mucha publicidad. “Creemos que es una decisión recíproca y justa”, dijo el vocero de la diplomacia estadounidense, a pesar de que Venezuela no había revocado ninguna visa de un funcionario estadounidense. Además, el propio Presidente Chávez siempre decía que Washington podría nombrar otro candidato a embajador, simplemente que no podía ser Larry Palmer, ya que éste “se inhabilitó” con sus declaraciones.
Sin querer ampliar la crisis diplomática, el gobierno venezolano no declaró sobre el retiro de la visa estadounidense del embajador venezolano.
LA MANO IMPERIAL
Pocos días después, esperando saludar a la nueva Presidenta de Brasil, el Presidente Chávez se encontró con Hillary Clinton.
“Fue (el Primer Ministro de Portugal) Socrates quien me tradujo al principio”, explicó el jefe de estado venezolano. “Agradezco mucho a los amigos que nos quieren ayudar mejorar las relaciones con Estados Unidos”.
“Estaba Socrates, estaba Santos (Presidente de Colombia), Piñera de Chile, entre otros…” explicó Chávez, comentando que habló “unas cosas punctuales” con Clinton.
Hubo intercambio de manos, sonrisas, comentarios amables y fotos entre Chávez y Clinton, y sus acompañantes Santos, Socrates y Piñera. Recordaba a la Cumbre de las Américas en 2009 en Trinidad, cuando Chávez y Obama se dieron la mano por primera vez, un encuentro que fue capturado en una foto que recorrió al mundo.
“Yo soy el mismo Chávez que estaba en Trinidad”, dijo el Presidente venezolano el martes en la noche, en un intento de enviar un mensaje a Washington de su deseo de mejorar la relación. “Tenemos intereses mutuos”.
Bromeando, Chávez sugerió varios candidatos para ser embajador de Estados Unidos en Venezuela, “Podría ser Sean Penn, o (Noam) Chomsky…o hasta Bill Clinton”, dijo riéndose.
Washington no le gustó la broma.
El día siguiente, el vocero del Departamento de Estado hizo claro que su gobierno no tiene ninguna intención de mejorar la relación con Venezuela. “No estamos buscando a otro candidato” para ser embajador en Venezuela, reitiró Crowley, luego acusando al gobierno venezolano de “tendencias autoritarias”.
El periódico The Washington Post publicó una editorial éste miércoles exigiendo al gobierno de Obama tomar acciones severas contra Venezuela. Entre otras mentiras, el Post, cuyo editor Jackson Diehl ha admitido que “odia a Chávez” y “jamás escribirá algo favorable” sobre el gobierno venezolano, acusó al Presidente Chávez de “censurar al Internet”, “prohibir el financiamiento a grupos de derechos humanos”, de “destruir la democracia” y de mantener “vínculos con terroristas y narcotraficantes”. [Nota: El uso del Internet en Venezuela ha crecido en más de 900% durante el gobierno de Chávez, hay acceso amplio, sin ninguna censura; Una nueva ley prohíbe el financiamiento externo para grupos políticos en el país, como hacen en casi todos los países democráticos y soberanos del mundo; La democracia está más vibrante y participativa hoy que en toda la historia de Venezuela; y nunca se ha comprobado ni evidenciado ningún vínculo entre el gobierno de Venezuela y el terrorismo o el narcotráfico].
Parece que el Departamento de Estado sigue las instrucciones del Washington Post. Y con el inicio de la nueva sesión del Congreso estadounidense con una mayoría republicana en la Cámara de Representantes, cuyo Comité de Relaciones Exteriores es liderada por la rábidamente anti-chavista Ileana Ros-Lehtinen, la administración de Obama no quiere arriesgarse con Venezuela.
La línea de Washington contra Venezuela está clara desde hace varios años. Jamás aceptarán ni trabajarán con el gobierno de Hugo Chávez. Harán todo lo posible para removerlo del poder, cueste lo que cueste.
Próximamente, preparan sanciones contra Venezuela. Mientras tanto, continuarán con sus esfuerzos de satanizar al gobierno de Chávez; financiar, apoyar y asesorar a la oposición; y debilitar su poder, popularidad e influencia regional.