Fue el día en el que la barbarie volvió a nuestras vidas.
Los fantasmas del pasado más oscuro asolaron nuevamente la Argentina. El 25 de enero de 1997 asesinaron en Pinamar, el más exclusivo balneario del país, al reportero gráfico José Luis Cabezas. Era fotógrafo de la revista Noticias, principal semanario político del país. Juntos estábamos cubriendo la temporada veraniega en aquellas playas atlánticas donde suelen disfrutar sus vacaciones políticos, empresarios, actores, deportistas y distintas personalidades de primera línea.
A José Luis Cabezas lo secuestraron al salir de la fiesta de cumpleaños del empresario telepostal Oscar Andreani. Fue golpeado, esposado, torturado y conducido a una cava ubicada en pleno campo a 11 kilómetros de Pinamar. Allí lo ejecutaron con dos tiros en la cabeza y luego quemaron su cuerpo dentro del vehículo que la revista Noticias nos había alquilado para cubrir esa temporada. Por una razón fortuita, yo me había retirado apenas unos minutos antes de aquella fiesta,donde estuvimos con José Luis por última vez, y eso salvó milagrosamente mi vida.
Las características del crimen hicieron pensar desde un primer momento en que detrás del mismo había un mensaje mafioso. Hoy la instrucción judicial está cerrada en 228 tomos (más de 50.000 fojas), hay diez detenidos y aún se espera la llegada del juicio oral que quiz ás se concrete a fines de 1999. La esperanza es que allí se despejen algunas de las dudas e interrogantes que aún persisten en el caso.El móvil del mismo, la posible participación de más personas, la ruta del arma asesina y el Encubrimiento policial son sólo algunas de esas preguntas.
El crimen y la sociedad argentina
El asesinato llegó en un momento donde la prensa en el país era la institución con mejor imagen para la sociedad.Gozaba de la mayor credibilidad por parte de la gente que vertía en ella un rol fiscalizador.
El periodismo independiente se erguía –tal como sigue ocurriendo hasta la actualidad –como el último antídoto ante una enfermedad que ha lacerado todo el cuerpo social: la corrupción estructural.
La revista Noticias puso al desnudo,con sus investigaciones,algunos de esos paradigmas de corrupción estructural que reinaban en la Argentina.Algo también compartido por otros referentes del periodismo independiente que se han convertido en un contrapeso del poder mal ejercido. Quiz ás esto –sumado a las características siniestras del crimen –pudo haber sido el detonante para que la sociedad se movilice de la manera que lo hizo. Miles de personas participaron de marchas, caravanas en vehículos y trenes, actos, homenajes de todo tipo, exposiciones fotográficas, todo ello en recuerdo de José Luis Cabezas y,sobre todo, en reclamo de justicia. Las muestras de adhesión se multiplicaron en todo el país y aún en el exterior.
La indignación fue tal que su asesinato trazó una línea divisoria entre dos países: uno en el que la impunidad llevó a que un crimen tapase a otro, sin que hubiera justicia;y otro que sobrevendría como consecuencia de la actitud activa de la sociedad que enarboló este reclamo porque entendió que con este crimen se estaba matando la libertad de todos. Por eso, la sociedad se alistó detrás de la simbólica frase «no se olviden de Cabezas «. Esta consigna condujo la lucha en un país que quería desterrar la falta de memoria,principal cómplice de la impunidad.
Y entonces se empezó a hablar de un antes y un después del crimen de José Luis Cabezas. El compromiso fue de todos. Los medios de comunicación que mantuvieron equipos periodísticos siguiendo el caso durante meses y lo conviertieron en uno de los temas excluyentes de la agenda del país. Los periodistas, a pesar de las más de 150 agresiones o intimidaciones sufridas después del asesinato, muchos aún llevan esquelas negras en sus solapas, en señal de luto y del no al olvido. Y la sociedad civil en su conjunto que, saturada de los crímenes impunes, no cesó en su reclamo de justicia.
Esto obligó a las autoridades a buscar el camino de la verdad y no los atajos tramposos que se quisieron tomar para desviar las miradas sobre los verdaderos responsables del crimen. Aún hoy, cuando ya han pasado dos años y medio de aquel asesinato, cada día 25 son convocados actos de homenaje en distintos puntos del país para mantener viva la memoria.
La investigación
En la primera etapa de la investigación por el crimen de José Luis Cabezas, las autoridades echaron mano a una vieja tradición policíaca-represiva de mucho uso durante la última dictadura militar que gobernó con sangre la Argentina entre 1976 y 1983. La siniestra estrategia es la de colocar a la víctima como sospechoso. Entonces, ante la imposibilidad de dar respuestas verdaderas, se lanzaron espúreas sombras sobre la imagen de José Luis Cabezas.
Con el tiempo quedaron destruidas con el peso de las evidencias, aunque por momentos sentimos que con esta maniobra
se estaba cometiendo el segundo asesinato de nuestro compañero. Por eso, protestamos por cómo se manipulaba la información por parte de las autoridades, pero nuestros reclamos no eran oídos.
Cuando aún no había pasado un mes del asesinato se detuvo a una banda de cinco prostibularios de la ciudad balnearia de Mar del Plata, en cuyo poder se encontró la supuesta arma homicida. El mismo día en que se produjeron las detenciones, el ministro del Interior de la Nación, Carlos Corach, y el secretario general de la Presidencia, Alberto Kohan, viajaron a la ciudad de Dolores, donde se llevaba adelante la investigación judicial.
Allí anunciaron,con bombos y platillos –aunque no se había hecho ninguna pericia –que se había encontrado el arma homicida y que prácticamente el crimen estaba resuelto. A esta banda de prostibularios marplatenses conocida como «los Pepitos», se había llegado a través de un misterioso informante policial (Carlos Redruello). Este finalmente terminó detenido,implicado como participe del
homicidio. La sociedad no creyó esta historia tan apuntalada desde las trincheras oficiales y sintió que estaban tratando de colocar chivos expiatorios para encubrir a los verdaderos asesinos. Todo hace entender que las sospechas tenían razón de ser.
Un mes y medio después detuvieron a un policía de la provincia de Buenos Aires –Gustavo Prellezo –y a cuatro ladrones de poca monta.Fueron denominados popularmente como «los horneros», por ser oriundos de la localidad de Los Hornos. Ellos eran Horacio Braga, Sergio Gustavo González, José Luis Auge y Miguel Retana. Este último se había «quebrado» y confesó a un empresario su participación en el crimen.A través de este intermediario,el dato había llegado a oídos del gobernador de la provincia de Buenos Aires, Eduardo Duhalde.Según cuenta la historia oficial, Duhalde convenció al joven para que declarara en la causa.
Luego, sus tres socios también confesaron su participación en el asesinato de José Luis Cabezas pero siempre se defendieron diciendo que el policía Prellezo los había contratado para «apretar» (amenazar con violencia) a una persona y no para matarla. Los «horneros» mantuvieron firme en su declaración que fue Prellezo quien disparó contra Cabezas. Sin embargo, por la forma en que se produjeron los impactos, hay sospechas de que uno de ellos –Horacio Braga –también pudo haber actuado como ejecutor.
Prellezo era un oficial inspector de la Policía de la Provincia de Buenos Aires que había cumplido funciones de subcomisario en Pinamar pero que poco tiempo antes del asesinato había sido trasladado a otro balneario. Sin embargo, mantenía aceitados contactos con la policía local.Poco tiempo después también eran detenidos otros dos policías de la zona –Sergio Cammarata y Anibal Luna –que habrían
preparado la «inteligencia» previa al asesinato. Y se fue cerrando el círculo sobre la esposa de Prellezo, la policía Silvia Belawsky, de quien se descubrió que pidió los antecedentes de José Luis Cabezas apenas un mes y medio antes del crimen.
Dos líneas en contacto
Con la aparición de elementos en la causa se fueron generando dos líneas investigativas preponderantes :la que apuntaba a la Policía de la Provincia de Buenos Aires (conocida como Policía Bonaerense) y la que señalaba a uno de los empresarios más poderosos y misteriosos del país, Alfredo Yabrán.Y la posibilidad de una combinación de ambas.
La hipótesis que colocaba a la Policía Bonaerense en el centro de las sospechas partía del hecho que, varios meses antes del crimen, la revista Noticias publicó una investigación en su tapa bajo el título de «Maldita Policía». En este artículo, escrito por el fallecido periodista Carlos Dutil, junto a un equipo de investigación donde trabajamos siete personas, se denunciaron las formas y los personajes que «vestían» a esta fuerza como la más corrupta y violenta del país. Prostitución, narcotráfico, juego clandestino, crímenes de «gatillo fácil», participación en atentados antisemitas, enriquecimiento ilícito, entre otras, fueron sólo algunas de las características de ese cuerpo policial.
En eso se basó la investigación de Noticias ilustrada en su tapa con una fotografía tomada por el mismo José Luis Cabezas al entonces jefe de la fuerza, comisario mayor Pedro Klodzyck. La nota catapultó una intespestiva reestructuración policial que hizo rodar las cabezas de varios de esos jerarcas sospechados. Poco tiempo después debió renunciar el propio mandamás de la fuerza.
La otra hipótesis apuntó al empresario Alfredo Yabrán y tenía muchos sustentos. Pero ¿quién era Yabrán? En principio hay que decir que era un enigmático empresario al que nadie le conocía su cara y que se jactaba de que ni los servicios de inteligencia tenían una foto suya. Incluso en una entrevista realizada por Noticias varios años antes del asesinato de José Luis Cabezas,Yabrán había dicho:»sacarme una foto a mí es como pegarme un tiro en la cabeza «.
El hecho es que, luego de una investigación de varios días que hicimos con José Luis en Pinamar,lo encontramos.José Luis logró fotografiarlo y esa toma le puso la cara a uno de los enigmas que más intrigas causaba en la sociedad argentina. Y es que el propio ex ministro de Economía,Domingo Cavallo,había sindicado a Yabrán como «el jefe de la mafia «. Una mafia que –según sus palabras –estaba «enquistada en el poder» y que merced a «negocios sucios «había logrado sumar una fortuna «de más de 4.000 millones de dólares en veinte años «. Yabrán sólo reconocía 400 millones.
Lo cierto es que el imperio Yabrán, al que se le adjudican empresas postales, aéreas, depósitos fiscales, free shops, compañías de impresión de documentos y padrones electorales, transportadoras de caudales, inmobiliarias, empresas turísticas, de seguridad y de cargas, entre otras, cobró muchísimo poder haciendo negocios con el Estado, en situaciones donde muchas veces este último no salía beneficiado. Hubo quienes caratularon a este imperio como un «Estado dentro del Estado», sobre todo porque sus negocios tenían un directo interés en el estratégico manejo de las áreas sensibles.
Además se denunciaron un sinnúmero de metodologías poco ortodoxas y violentas que buscaban correr del medio a los competidores de Yabrán. Cuando su nombre comenzó a sonar con más fuerza, el
periodismo buscó indagar sobre quién era este enigmático empresario y varios hombres de prensa fueron agredidos y/o amenazados durante esta misión. Hubo balazos, persecuciones y todo tipo de intimidaciones hacia quienes osaron acercarse a los muros de silencio que encerraban al enigma Yabrán.
La foto del magnate caminando plácidamente junto a su mujer por las playas de Pinamar se tomó el 16 de febrero de 1996. En este balneario el empresario tomaba sus vacaciones desde mucho tiempo atrás y además invertía en multimillonarios negocios. Esa fotografía, de amplia repercusión, tomada por José Luis Cabezas, ilustró la portada de Noticias del 3 de marzo de 1996 bajo el título de «Yabrán ataca de nuevo». Allí se detallaba la estrategia del misterioso hombre para defenderse de las acusaciones de Cavallo ante el gobierno y el empresariado norteamericano, nota en la que desnudábamos algunas de sus últimas operaciones en Pinamar.
Al año siguiente –1997 –con José Luis seguimos en Pinamar con la investigación sobre los negocios de Yabrán y descubrimos los alcances de un proyecto para realizar un puerto deportivo en el balneario.Un negocio de dudosa rentabilidad y destino.
Esa temporada teníamos como objetivo máximo poder conseguir una entrevista con el enigmático empresario.Durante esa búsqueda tuvimos varios episodios al menos sospechosos :una fuente le advirtió a José Luis que la gente de Yabrán había intentado averiguar su domicilio en Buenos Aires; recibió comentarios sobre su beba de parte de gente cercana al empresario; a él y a mi nos cortaron el neumático del vehículo cuando montábamos una guardia periodística frente a la playa donde había estacionado el magnate; y, entre otras cosas, su custodia me obligó a retirarme de las afueras de un restaurante donde festejaban el cumpleaños de su esposa. Pocos días después vendría el asesinato de José Luis.
Si bien crecían las sospechas sobre Yabrán y su entorno –siempre se denunció que en su numerosa custodia personal y la de sus compañías se alistan exrepresores y torturadores de la dictadura militar –varios miembros del oficialismo y hasta el propio presidente Carlos Menem se empecinaron en tratar de alejar las sospechas sobre el empresario,aún cuando empezaron a aparecer indicios contundentes que lo comprometían. En el momento donde se descubrieron los vínculos entre Prellezo y Yabrán desde la Presidencia de la Nación decidieron recibir al empresario en la Casa de Gobierno,a pesar de la protesta de toda una sociedad que por sentirse abofeteada se congregó frente a ella para repudiar el encuentro.Incluso el presidente Carlos Menem llegó a decir «atacan a Yabrán porque quieren atacar al gobierno «.
Cruces peligrosos
En la investigación judicial se produjo un importante punto de inflexión cuando se empezó a utilizar el sistema informático Excalibur para entrecruzar los llamados telefónicos de los sospechosos. Cuando fue detenido el policía Prellezo se sometió a sus teléfonos a este proceso y allí, para estupor de muchos, apareció una gran cantidad de llamados con el jefe de seguridad de Yabrán, un ex sargento del Ejército llamado Gregorio Ríos. Ríos permanece detenido como presunto instigador del homicidio,aunque bajo la sospecha de que no sería él quien habría dado la orden original.Estos llamados entre Prellezo y Ríos se multiplicaron durante los días anteriores al crimen y se cortaron abruptamente justo después del 25 de enero de 1997.
También se comprobó que Prellezo –un policía de muy bajo rango –había mantenido contactos con el propio Yabrán,tenía una tarjeta personal entregada por el megaempresario y que se había reunido con él.El encuentro –reconocido por Yabrán y por Prellezo –se concretó en las oficinas del magnate, un mes antes del crimen de José Luis Cabezas. Luego en la causa aparecieron más testimonios que complicaron la situación de Yabrán y su jefe de custodia (incluso un testigo declaró haber visto reunido a Ríos y Prellezo poco después del crimen). Por eso, en su estrategia judicial, la hueste yabranista intentó derribar los testimonios que más la comprometían, atacando a sus portavoces. También intentó iniciar causas a diestra y siniestra contra los testigos, incluyéndome a mi.
Sin embargo, se fueron acumulando indicios hasta que finalmente, cuando la sospecha sobre Yabrán ya estaba extendida sobre gran parte de la sociedad, la mujer de Prellezo «se quebró» y dijo que su marido –supuesto asesino de José Luis –le había confesado que detrás del crimen estaba Yabrán. Era el 15 de mayo de 1998 y el juez José Luis Macchi dispuso su detención.Yabrán se dio a la fuga y el magistrado pidió su captura internacional.
Cinco días después –el 20 de mayo –cuando una comitiva policial ingresó al casco de su estancia San Ignacio,en la provincia de Entre Ríos, Alfredo Yabrán se habría pegado un tiro con una escopeta en la boca. A pesar de las pericias, muchas dudas persisten sobre su supuesto suicidio. La mayoría de la gente (las últimas encuestas
se refieren al 70 %)no cree que Yabrán esté muerto. El resto se reparte entre quien cree que se suicidó y quien considera que lo mataron para encubrir a alguien más «pesado» que él. La mitología popular lo imagina disfrutando en alguna playa del Caribe o en Siria –de donde son sus antepasados –luego de haber modificado su rostro con una cirugía estética.
Lo macabro de la sospecha haría suponer que en su tumba hay un cadáver de alguien asesinado especialmente, y apunta a la complicidad de jueces, peritos, policías, familiares y políticos que se habrían confabulado, de ser así, para cerrar este capítulo.
Pero lo cierto es que son muchas las sombras que se ciñen sobre la investigación del supuesto suicidio. Entre otras cosas la desaparición de un teléfono satelital que podría haber revelado los últimos contactos del principal sospechoso de ser el autor intelectual del crimen.
Además, las propias características misteriosas del personaje en cuestión hicieron que el escepticismo y la desconfianza reinen en toda la sociedad. Y abonan esta hipótesis con los nutridos vínculos entre Yabrán y lo más alto de la clase política y el Gobierno argentino. Estos lazos fueron puestos al desnudo a través de los cruzamientos telefónicos del sistema Excalibur. Incluso esto le costó el puesto al entonces ministro de Justicia, Elías Jassán, quien había negado conocer al empresario. Luego se descubrió que Jassán llamaba más a Yabrán que a su esposa.
Luego de la desaparición de Yabrán, el propio Prellezo declaró que en aquella reunión que mantuvo con el empresario un mes antes del crimen, este le había dicho que ese verano –el de 1997 –quería pasarlo tranquilo, sin fotos, y sin el acoso de periodistas. Esto fue clave para el juzgado porque ya se había comprobado que Prellezo había hecho trabajos para Yabrán, estableciéndose una relación laboral previa.
Zona liberada
Pero no fue el único vínculo que se encontró entre Yabrán y la policía local. También mantenía relaciones con otros miembros de la Policía de Pinamar. Esta delegación quedó muy complicada con el crimen –sobre todo su ex comisario Alberto Pedro Gómez –ya que con el avance de la investigación se descubrió que en la madrugada del crimen existió virtualmente una «zona liberada «.
Las «zonas liberadas» datan de la época de la dictadura militar. Las fuerzas paramilitares cuando iban a secuestrar a los supuestos opositores al régimen le ordenaban a la policía no intervenir en caso de recibir un llamado de alarma en la zona del operativo. Y así lo hacían, cuando no participaban activamente en el mismo. Una gran parte de esos golpes comandos fue lo que originó la desaparición de miles de personas y las detenciones en los centros clandestinos del terrorismo de Estado.
En el crimen de José Luis Cabezas aún quedan grandes sospechas de que hubo una «zona liberada» y que por eso la policía no intervino ante un llamado telefónico de una vecina de la fiesta en donde fue visto por última vez el fotógrafo. La vecina había alertado a la comisaría local sobre la presencia de personajes sospechosos en las inmediaciones del predio.
Además, a pesar de haberse comprobado los contactos de la custodia de Yabrán con la policía local poco antes y después del crimen, esto no fue investigado en profundidad. Y hay varios sospechosos que aún pululan por las calles gozando de una libertad muy peligrosa.
La búsqueda de la justicia
Así, el crimen de José Luis Cabezas se convirtió en una bisagra entre un país corrupto y asesino al que se pretende desterrar definitivamente y otro en el que la Justicia se imponga como algo más que una simple palabra. La familia de José Luis Cabezas merece eso y mucho más.
Sus hijos deben saber quienes y por qué mataron a su padre. Y quienes y por qué quisieron encubrirlos. La sociedad ha entendido que este asesinato es un atentado contra todos y por eso convirtió a José Luis en un símbolo.
Si este compromiso con la búsqueda de la verdad se mantiene entonces este crimen será el último. Sino, por desgracia, será apenas el primero. El sueño es simple: que algún día José Luis, a través de los que recibimos su legado, pueda sacar la foto de sus asesinos presos. La foto de la Justicia. La foto de la verdad. En definitiva, la foto del periodismo libre.
ASÍ SIGUE LA HISTORIA: TODOS LIBRES
Horacio Braga, el último de los horneros que continuaba en prisión por el asesinato del fotógrafo José Luis Cabezas, recuperaró la libertad esta tarde, a raíz de haber cumplido con el requisito de pagar una fianza de 20.000 pesos.
Los integrantes de la banda que participantes del crimen del reportero gráfico, en prisión, quedaron libres por la decisión de La Cámara Penal de la ciudad de Dolores .
La Camara había dispuesto que Braga dejara la celda que ocupa en la Unidad Penitenciaria número 9 previo pago de esa caución.
El hornero Braga habló con los periodistas dijo «quiero vivir tranquilo estudiando y trabajando. Ya pagué la deuda que tenía con la sociedad, así que a partir de ahora espero vivir tranquilo y nada más . A la familia Cabezas no, no hay nada para decir».
Beneficiado por una decisión de la Cámara dolorense.
Los jueces Susana Miriam Darling Yaltone, Jorge Luis Dupuy y Fernando Sotelo se basaron en informes de buena conducta del Servicio Penitenciario Bonaerense (SPB). El abogado Cerolini explicó que Braga fue excarcelado ya que resultaron positivos los informes psiquiátricos y penitenciarios. Además, por la aplicación de la ley del 2 x 1 —que beneficia a las personas presas sin condena— y por haber cumplido las dos terceras partes de su condena.
Fuentes: http://www.impunidad.com/cases/joseS.htm – http://www.diariobuenosaires.com.ar/nota2.asp?IDNoticia=11800 y http://www.utpba.net/article144766.html