Conceptualmente, Assange y los demás miembros del portal están en la guerra de 4ª generación, operando –de hecho– contra Estados-potencia y empresas transnacionales. Y ellos no están solos en el front. Además de un público mundial curioso por el carácter secreto de la información hay activistas de Internet, conocidos por “hacker activistas”, que se solidarizaran con el australiano y organizaron en respuesta a su prisión una serie de Cyber ataques contra diversos sitios virtuales, como el de la multinacional americana de tarjetas de crédito Mastercard, responsable por bloquear donaciones para Wikileaks.
La modalidad de conflicto no es exclusiva de los países desarrollados. La primera vez que supimos del término fue cuando uno de nosotros estuvo en Venezuela (enero de 2009), en compañía de activistas mediáticos y militantes de la comunicación popular. Estos hombres y mujeres, voluntarios en su mayoría, practican a partir de Internet y de emisoras de radio FM de baja potencia, dos contrapuntos simultáneos. Sus blancos permanentes son los llamados medios escuálidos (término popular para definir los venezolanos de derecha de clase media y alta) así como también se da el conflicto en contra la llamada derecha endógena (políticos oligarcas convertidos al proceso).
Embates semejantes ocurren por el mundo. El escenario de esta guerra varía en cada territorio, cuestión de visibilidad o nicho de interés. Lo que hay de perenne son las directrices (informales) que buscan aumentar el poder de la ciudadanía y la capacidad decisoria de individuos y colectividades frente a los agentes con poder de incidir sobre la vida del planeta, como los Estados Unidos y el complejo industrial, militar y petrolero, por ejemplo. En esta lucha, la red mundial de ordenadores es fundamental.
Definitivamente, estamos delante de una quiebra de paradigma para el significado de Internet en nuestras vidas. El modus operandi de Wikileaks y de sus semejantes, viene sobrepasando las fronteras del periodismo formal (en su modelo empresarial) y yendo además a la defensa del derecho a la información, casi siempre restringido por la concentración de los vehículos de comunicación en oligopolios, tal como acontece en Brasil y sus pocas familias que interfieren diariamente en la opinión de 190 millones de habitantes.
La tesis levantada es simple. La ciudadanía necesita tener informaciones precisas y fidedignas para poder decidir. Se considera criterio de discernimiento. Una vez que hoy estamos todos influenciados por decisiones tomadas por los Estados del centro del capitalismo, comenzando por los Estados Unidos (única superpotencia bélica en escala planetaria desde la Guerra Fría) y las empresas transnacionales, es necesario que se conozca lo que pasa en estos locus de poder, y también lo que piensan y hacen los miembros de estas elites dirigentes.
Internet hay mucho que dejó de ser una actividad de ocio para tornarse una de las arterias céntrales de la globalización corporativa (también llamada mundialización). Explicamos. Si la información es central para el proceso decisorio y la decisión en áreas sensibles pasa por asegurar la defensa de datos, informes, relatos, impresiones, pareceres, dossier y documentos oficiales, para gobernar entonces es fundamental mantener el secreto y disimular versiones. Esta necesidad entra en ruta de colisión con los valores atribuidos a toda y cualquier forma de democracia, como la transparencia en las acciones tomadas por los detentores de mandatos o en el ejercicio de autoridad en nombre del bien común.
El interesante notar la fragilidad de la defensa de las informaciones por parte de la superpotencia. No vemos como válida la hipótesis de que el equipo del Wikileaks (tanto fijos como voluntarios) tenga condiciones de operar como agencia de espionaje. Por lo tanto, si los documentos sensibles se vacían, es porque fueron vaciados. Así, en alguna etapa de la jerarquía y del flujo informacional, algunos están vaciando los contenidos secretos que hablan respecto a la vida de millones. Una vez chequeada la información (y hasta donde se sabe la red del Wikileaks hace la inspección), no hay ninguna razón (legal o moral) para no los difundirla.
La prisión de Assange, el accionar de la parafernalia de la Interpol en su captura y las amenazas de extradición a los Estados Unidos (abriendo una causa de espionaje y conspiración contra el Imperio), que puede costarle la vida, dan muestras tanto del temor de estas instituciones como de la “letalidad” del riesgo permanente de la fuga de informaciones capaces de posibilitar la producción de nuevos consensos acerca de temas relevantes para las mayorías. La guerra de 4ª generación está sólo comenzando.
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