Steven Dale Green, ex soldado de la 101 División Aerotransportada, relató a The Associated Press su visión de los hechos en su primera entrevista con medios de comunicación desde los homicidios cometidos en el 2006.
Afirmó que sus delitos fueron propiciados en parte por las experiencias que tuvo en el “Triángulo de la Muerte”, una zona particularmente violenta de Iraq donde dos de sus sargentos fueron muertos a tiros. También citó una falta de liderazgo y asistencia del Ejército.
“Yo estaba loco”, expresó Green en la entrevista exclusiva, por teléfono, desde la prisión federal en la ciudad de Tucson en el estado de Arizona. Siempre lo tenía presente. No creía que fuera a vivir”.
En la entrevista luego de intercambiar correspondencia con The Associated Press durante los últimos 15 meses, Green abordó las circunstancias que llevaron al ataque del 12 de marzo del 2006 contra una familia cerca de la ciudad iraquí de Mamudiya, por el que ahora cumple cinco períodos consecutivos de cárcel de por vida.
El ex soldado, que se disculpó por sus delitos durante la sentencia, dijo que no tenía la intención de recibir compasión ni de justificar sus actos. Durante el proceso en el 2009, los fiscales describieron el caso como uno de los peores delitos en la guerra de Iraq.
Pero Green afirmó que la gente debe saber que sus actos fueron consecuencia de las circunstancias que atravesó en la zona de guerra.
“Si yo nunca hubiera estado en Iraq, no habría estado en el tipo de problema que ahora estoy”, dijo.
Green fue dado de baja por “problemas de personalidad” antes de ser encausado. Los fiscales solicitaron la pena de muerte, pero un jurado federal asentado en la ciudad de Paducah, en el estado de Kentucky, emitió en cambio las cinco cadenas perpetuas por los cargos que incluyen la violación y homicidio de Abeer Qassim Al-Janabi, de 14 años, y los homicidios a tiros de su madre, su padre y una hermana menor.
Otros cuatro soldados fueron encontrados culpables en una corte marcial de participar de algún modo en el ataque. Tres permanecen recluidos en una prisión militar.
Green está impugnando la Ley Militar de Jurisdicción Extraterritorial, la cual le permite al gobierno federal acusar a un estadounidense en una corte civil por presuntos delitos cometidos en el extranjero. Fue el primer ex soldado hallado culpable con esa legislación. Una corte de apelaciones escuchará argumentos el 21 de enero.
Green cuestiona la constitucionalidad de esa ley al afirmar que le confiere al poder ejecutivo demasiada libertad de acción sobre el procesado. Los fiscales responden que la legislación debe cumplirse.
“Tengo cierta esperanza, pero no me hago ilusiones”, aclaró Green, ahora de 25 años. Espero que eso funcione. Pero, siempre que te dan varias cadenas perpetuas, no piensan en dejarte ir”.
Green no testificó en el juicio. Durante la sentencia, ofreció disculpas y dijo que espera enfrentar “la justicia divina” cuando muera.
Al abandonar los estudios de secundaria en la ciudad texana de Midland a los 19 años, Green ingresó al Ejército luego de obtener en una escuela por correspondencia un diploma equivalente a la secundaria. Recordó que la incorporación fue fácil, por el sentido del deber de defender a su país y por las oportunidades que le ofrecía.
“Creí que estaría renunciando a mi deber si no lo hacía”, dijo Green. Tienes una carrera, tienes un empleo. Te da la oportunidad de hacer algo con tu vida”.
Las autoridades militares asignaron a Green a la 101 División Aerotransportada en Fort Campbell. Al llegar a Iraq, indicó Green, el entrenamiento que recibió para matar, la violencia generalizada y las palabras despectivas de otros soldados obraron para quitarle el carácter humano a la población civil de ese país.
Un punto de quiebre ocurrió el 10 de diciembre del 2005, cuando un iraquí que había tenido un comportamiento amistoso se acercó a un retén de vehículos y abrió fuego. Los disparos causaron la muerte instantánea del sargento Travis L. Nelson, de 41 años. El sargento Kenith Casica, de 32, fue herido en la garganta. Casica, quien era muy querido por sus compañeros, murió cuando los soldados lo llevaban en un vehículo Humvee a un hospital de campo.
Green dijo que “esas muertes lo pusieron muy mal”. Cuando mencionó a Casica y Nelson fue la única ocasión en la entrevista en que se le fue la voz a Green, quien parecía sofocarse y no podía seguir adelante.
En los cuatro meses siguientes al ataque Green buscó ayuda de un consejero sobre estrés militar y recibió dosis pequeñas de un fármaco para regular la conducta, y la orden de dormir un poco antes de regresar al retén en el sur de Bagdad.
En la entrevista, Green señaló que prevalecían el alcohol y las drogas en el retén. Green dijo que los soldados en ese lugar se sentían con frecuencia abandonados por el Ejército, además de que recibieron poco apoyo después de las muertes de Casica y Nelson.
El soldado James P. Barker testificó que le planteó al sargento Paul E. Cortez la idea de ir a la casa de la familia de al-Janabi. Cortez estaba a cargo del retén. Green, que expresaba frecuentemente el deseo de matar iraquíes, fue llevado con ellos.
Cortez testificó que Barker y Green tenían la idea de mantener relaciones sexuales con la niña y que no habían previsto matar a la familia.
Green dijo a la AP que en ese entonces tenía “el estado de ánimo alterado” y que no pensaba más de 10 minutos en el futuro”, pues no me importaba”.
Desde la sentencia dictada el 4 de septiembre del 2009, Green fue atacado en la prisión federal de Terre Haute, Indiana, y luego transferido a Arizona. En la cárcel, se convirtió al catolicismo y tiene correspondencia sobre su religión con una monja de Louisville.
Describió como “una existencia solitaria” la vida en prisión, donde otros internos consideran como lo peor a los implicados en delitos sexuales. Green dijo que esa situación vuelve riesgosa” su vida entre la población general de los reos.
(Con información de AP)