Irlanda experimenta en la actualidad un desempleo del 14,1%. Como resultado de condiciones de rescate que exigirán más recortes del gasto público, así como un aumento de los impuestos, es casi seguro que se incremente la tasa de desempleo. Es probable que los irlandeses se pregunten qué pasaría si no los hubieran rescatado.
El daño infligido a Irlanda por el BCE/IMF es completamente innecesario. Si el BCE se comprometiera a poner a disposición de Irlanda préstamos a bajas tasas de interés, un mecanismo enteramente al alcance de sus facultades, entonces Irlanda no tendría ningún problema presupuestario grave. La ingente proyección de su déficit proviene primordialmente de la combinación de los costes de los altos intereses sobre su deuda y el resultado de operar a niveles de rendimiento económico que están muy por debajo del pleno empleo, resultados ambos que pueden cargarse en buena medida a la cuenta del BCE.
Vale la pena recordar que el gobierno de Irlanda fue un modelo de probidad fiscal antes del derrumbe económico. Había logrado un superávit considerable en los cinco años anteriores al comienzo de la crisis. El problema de Irlanda no era desde luego de control del gasto público; fue un sistema bancario imprudente el que fomentó la enorme burbuja inmobiliaria. Los genios económicos del BCE y el FMI o no supieron ver la burbuja o no pensaron que valiera la pena mencionarla.
El fracaso del BCE o el FMI para adoptar medidas que frenaran la burbuja antes de la crisis no ha infundido modestia a las instituciones financieras internacionales a la hora de aplicar mano dura para imponer las condiciones de hoy. El plan consiste en imponer una rígida austeridad, lo que exige que buena parte de la mano de obra irlandesa sufra el desempleo en años venideros como resultado del fracaso de sus banqueros y del BCE.
Si bien con frecuencia se afirma que estas instituciones no son políticas, hay que tener encefalograma plano para creerse esto. La decisión de que paguen los trabajadores irlandeses, junto a los de España, Portugal, Letonia y otros lugares, por la temeridad de los banqueros de sus respectivos países es enteramente política. No existe ningún imperativo económico que afirme que deben pagar los trabajadores; se trata de una decisión política impuesta por el BCE y el FMI.
Esto debería constituir una enorme señal de alerta para los progresistas y, en realidad, para cualquiera que crea en la democracia. Si el BCE pone condiciones al paquete de rescate, será muy difícil que un gobierno elegido en Irlanda le dé la vuelta a estas condiciones. Dicho de otro modo, las cuestiones sobre las que podrán decidir es probable que sean de importancia trivial en comparación con las condiciones impuestas por el BCE.
No hay ningún argumento serio a favor de un banco central al que no pueda considerarse responsable. Si bien nadie espera o desea que el parlamento se ocupe de las minucias de la gestión de la política monetaria, el BCE y otros bancos centrales deberían considerarse sujetos a responsabilidad ante los organismos electos. Sería interesante ver cómo pueden justificar sus planes para someter a Irlanda y otros países a un desempleo de dos cifras en años venideros.
La otra cosa que no ha de olvidarse es que hasta un país relativamente pequeño como Irlanda dispone de otras opciones. Concretamente, deberían abandonar el euro y suspender los pagos de la deuda. Apenas si se trata de la mejor opción para empezar, pero si la alternativa es un periodo indefinido de desempleo de dos cifras, entonces dejar el euro y suspender pagos parece algo mucho más atractivo.
El BCE y el FMI insistirán en que este camino lleva al desastre, pero su credibilidad en este punto es casi nula. Existe un precedente obvio. En el año 2001 el FMI empujó a Argentina a aplicar medidas de austeridad aún más rigurosas. Al igual que Irlanda, Argentina también había sido el mejor ejemplo de la pandilla neoliberal antes de meterse en dificultades.
Pero el FMI puede girar rápidamente. Su programa de austeridad rebajó el PIB en casi un 10% e impulsó la tasa de desempleo hasta llegar a las dos cifras. Para finales de 2001, ya le resultaba políticamente imposible al gobierno argentino avenirse a una mayor austeridad. Por consiguiente, rompió el vínculo supuestamente irrompible entre su moneda y el dólar y suspendió los pagos de la deuda.
El efecto inmediato consistió en hacer que la economía empeorase, pero para la segunda mitad de 2002, la economía volvió a crecer de nuevo. Fue ése el comienzo de cinco años y medio de sólido crecimiento, hasta que la crisis económica mundial se cobró finalmente su tributo en 2009.
El FMI, mientras tanto, hizo todo lo que pudo para sabotear a Argentina, que llegó a ser conocida como «la palabra A». Utilizó incluso proyecciones falsas que de forma sistemática minusvaloraban en sus predicciones el crecimiento de Argentina con la esperanza de socavar la confianza. [1]
Irlanda debería estudiar las lecciones de Argentina. Tendría sus consecuencias romper con el euro, pero se está volviendo cada vez más probable que el sufrimiento provocado por la ruptura sea menor que el que supondría quedarse. Por ende, el simple hecho de suscitar la cuestión es probable que haga adoptar al BCE y el FMI una posición más moderada.
De lo que debe darse cuenta el pueblo de Irlanda y de cualquier país es que si se avienen a jugar de acuerdo con las reglas de los banqueros, saldrán perdiendo.
NOTA: [1] Center for Economic and Policy Research Political, «Forecasting? The IMF´s Flawed Growth for Argentina and Venezuela», abril 2007, David Resnick y Mark Weisbrot.
Dean Baker es codirector del Center for Economic and Policy Research (CEPR). Es autor de Plunder and Blunder: The Rise and Fall of the Bubble Economy, así como de False Profits: Recoverying From the Bubble Economy.
Traducción para www.sinpermiso.info: Lucas Antón