Si alguna palabra puede sintetizar el cuadro electoral peruano en las actuales circunstancias, esta es la dispersión.
Una derecha fraccionada en diversos segmentos y una izquierda dividida habrán de tentar ubicaciones en los comicios de abril del año 2011, buscando ganar la voluntad de los peruanos, cada vez más agobiados por la crisis y confundidos por los mensajes triunfalistas de un modelo perverso que se basa en la exclusión y en la violencia.
Luego del 11 de diciembre, cuando se venció el plazo para inscribir las alianzas electorales que habrán de requerir el voto ciudadano, quedaron registradas cuatro confluencias.
1.- Alianza Solidaridad Nacional, integrada por Solidaridad Nacional, de Luis Castañeda; Unión por el Perú, de los congresistas Vega Antonio y Aldo Estrada
Cambio 90, de Renzo Reggiardo (ex fujimorista)
Hoy su candidato presidencial aun encabeza las encuestas, pero registra una sensible pérdida de aceptación ciudadana. Denuncias muy graves de corrupción, como las derivadas de la construcción de El Metropolitano y la empresa de servicios Comunicore se proyectan en el escenario y amenazan con hacer polvo sus posibilidades electorales.
Si en un inicio, fue “el favorito” confeso de García, hoy incluso el mandatario marca distancia de su candidatura, comprometido -como está- con Mercedes Araoz, la “Mechita” de sus amores, electorales y de gobierno.
Castañeda representa a una derecha rancia, seudo aristocrática y corrupta que hizo fortuna a la sombra del poder y que hoy lo administra en beneficio de pequeñas camarillas.
2.- Alianza Perú Posible, integrada por Perú Posible, de Alejandro Toledo; Somos Perú, de Fernando Andrade y Acción Popular
Fuerzas y Partidos de capas medias, que pretenden representar un segmento emergente de la sociedad peruana, con capacidad de gestión y experiencia de gobierno.
Tanto Perú Posible como Acción Popular ejercieron en su momento la conducción del estado e impulsaron una política de “dejar hacer y dejar pasar” situándose, sin mayor escrúpulo, a la sombra del Imperio. Toledo, en lo personal, es un incondicional de la política norteamericana, y aunque haga alardes de cierto “populismo” no podrá disimular el servilismo que lo arrodilla ante el “modelo” yanqui.
3.- Alianza para el Gran Cambio, con Pedro Pablo Kuczynski, integrada por Partido Popular Cristiano, de Lourdes Flores; Alianza para el Progreso, de César Acuña, reelecto alcalde de Trujillo; Restauración Nacional, del Pastor Evangélico Lay y Partido Humanista, de Yehude Simon.
Su candidato presidencial, PPK, ciudadano norteamericano y alto funcionario de gobiernos anteriores -Belaúnde y Toledo- representa hoy una amalgama -”sancochado”, de llaman- de fuerzas empeñadas en embellecer la explotación y la entrega de los recursos naturales al Gran Capital.
Suma la venganza de Lourdes Flores, las ambiciones desmedidas de un alcalde provinciano con fortuna de origen sospechoso, fundamentalismo mesiánico de un Pastor Protestante y la desvergüenza de un ex caudillo de la ultraizquierda convertido en panegirista de García y áulico del Poder Financiero.
4.- Alianza Fuerza Social, de Manuel Rodríguez Cuadros, integrada por el Partido de Susana Villarán, el Movimiento Nueva Izquierda (MNI- Patria Roja) y al que se han sumado movimientos más pequeños como Tierra y Libertad, del padre Marco Arana, quien carece de inscripción electoral.
En ese cuadro, resolvieron por lo pronto competir en solitario, y sin alianzas el Partido Aprista Peruano con Mercedes Araoz; el Partido Nacionalista Peruano, con Ollanta Humala y Fuerza 2011, con Keiko Fujimori. Adicionalmente, el Partido Fonavista del Perú -separado de Fuerza Social- optó por proclamar en Ayacucho -y ante un escenario de 120 personas- la candidatura presidencial de Alberto Pizango, el líder amazónico de destacada actuación en los sucesos de Bagua. Era la cereza que faltaba en la división del campo popular.
Este paso, de concretarse, aumentará la dispersión y generará una mayor desorientación en algunos sectores, hoy ciertamente marginados y excluidos de la sociedad peruana.
En las circunstancias actuales se están conociendo ya la “Planchas” presidenciales de los diversos candidatos. Aunque no se tienen todas -eso se sabrá en los próximos días-, cabe anotar que Keiko Fujimori ha “cerrado” su entorno al construir una fórmula con Rafael Rey y Jaime Yoshiyama.
Si alguien pensó que Keiko podría ser “distinta” a su padre, se equivocó de medio a medio.
El núcleo conductor del fujimorismo es ciertamente digno del más importante reo en cárcel de la Mafia que saqueara el país en el escenario reciente y que justificara todos sus crímenes y latrocinios con el manido pretexto de la “lucha contra el terrorismo y por la pacificación”.
También se ha conocido la fórmula presidencial de Ollanta Humala, integrada por el congresista nacionalista Marisol Espinoza y el ex Procurador en la lucha contra la Corrupción en la administración de Toledo, Omar Chehade.
Esta propuesta muestra que Humala busca afirmar el papel de su propio Partido encumbrando a una de sus más destacadas figuras, una congresista respetable; y combatir la corrupción en todos sus niveles, considerándola un cáncer que devora a la sociedad peruana.
La fórmula, sin embargo, demuestra que Ollanta no afirma su base social -los trabajadores- ni su acercamiento a las fuerzas progresistas.
Aunque la Federación de Construcción Civil y la CGTP -a más de algunas fuerzas políticas- proclamaron la integración de Mario Huamán a “una fórmula presidencial de cambio” el hecho no se concretó, y difícilmente se podrá variar ese rumbo en la integración de la lista parlamentaria, sometida desde un inicio a las más diversas presiones.
Ollanta Humala, en un gesto que subraya su voluntad integradora, asumió un cambio de nombre en su organización -ahora se llamará “Gana Perú”- y agradeció la adhesión de “fuerzas progresistas y de izquierda” con las que selló un pacto.
Ese gesto implica una mano tendida al electorado más avanzado, pero no una concesión a quienes representan formalmente a estos partidos o movimientos de tan insignificante presencia en el escenario electoral.
Y no podría ser de otro modo, habida cuenta la experiencia del pasado y el desprestigio en el que han caído quienes proclaman la unidad y construyen la división en procura de alcanzar ubicaciones de orden personal o partidista, usando en unos casos el serrucho y en otros la adulación y el servilismo.
En las próximas horas tendremos noticias respecto a la evolución de este cuadro, que sin embargo, no harán sino confirmar las líneas que hoy se perfilan y que nos hacen mirar con preocupación el futuro post electoral de nuestra patria. (fin)
Gustavo Espinoza M. Miembro del colectivo de dirección de Nuestra Bandera / http://nuestrabandera.lamula.