El Banco Mundial (BM), lleva a cabo desde hace años un subrepticio programa para adquirir mediante compras, grandes extensiones de tierras en el continente africano.
El BM, ese organismo financiero internacional que se ha caracterizado junto con el Fondo Monetario Internacional (FMI) por imponer a las naciones subdesarrolladas políticas neoliberales leoninas, lleva a cabo desde hace años un subrepticio programa para adquirir mediante compras, grandes extensiones de tierras en el continente africano.
Como si no tuviera nada que ver en este negocio, el BM informó recientemente que la compra de terrenos agrícolas en el Sur en desarrollo, por parte de gobiernos ricos y compañías extranjeras, es un fenómeno que se intensificará en los años por venir.
El organismo explicó en un documento que en 2009 se firmaron acuerdos por 45 millones de hectáreas y que en 2010 la cifra se ampliará debido a que compañías transnacionales y naciones desarrolladas buscan establecerse en otras zonas del planeta ante el temor de que continúen aumentando los precios de los productos alimenticios, de las materias primas y escasee el agua potable. De esa forma podrán abastecer a sus países de orígenes, y a la par, obtener abundantes ganancias.
Un estudio de la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) y del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA) asegura que han aumentado considerablemente las compras de tierras para producciones agrícolas en el sur del Sahara, por parte de inversores extranjeros.
La investigación abarcó solo a compras que sobrepasaban las 1 000 hectáreas en cada transacción efectuadas en cinco países de ese continente. El resultado fue que la propiedad de 2,5 millones de hectáreas había sido traspasada de esos Estados a otros gobiernos extranjeros que afrontan en sus países problemas de sobrepoblación y escasez de tierra para la agricultura.
Pese a que llegan con un velo enaltecedor sobre los beneficios que tendrán sus proyectos para la población como la construcción de carreteras, sistemas de riego, creación de puestos de trabajo y que una parte de los alimentos producidos se destinará al mercado africano, la realidad es otra.
En primer lugar, los mayores afectados son los pequeños agricultores que sustentan a sus familias con el monocultivo y los cuales deben trasladarse a otros lugares (si logran encontrarlos o se les permite) o deben marchar hacia las ciudades donde aceptan cualquier tipo de trabajo para intentar sobrevivir en esas pésimas condiciones.
Esta práctica no es nueva pues se ha utilizado desde hace décadas en otros continentes. Por ejemplo, tras la mediatizada “independencia” de muchos países de América, el gobierno estadounidense y sus compañías de adueñaron de extensos terrenos.
La United Fruit Company, transnacional norteamericana fundada en Boston en 1899 se adueñó de millones de hectáreas de tierra por varios países de América Latina como Honduras, Colombia, Costa Rica, Ecuador, Cuba, etc.
Cambió de nombre en 1970 por el de United Brands y en 1990 por el de Chiquitica Brands pero siguió estrechamente relacionada con la explotación indiscriminada de los trabajadores, represiones contra cualquier demanda obrera, golpes de Estado a gobiernos progresista y saqueo de las riquezas nacionales.
Uno de sus primeros presidentes, Sam Zemurray, dijo a principios del siglo XX una frase que refleja la verdadera imagen de la compañía: «En Honduras es más barato comprar un diputado que una mula».
En Cuba, la United Fruit fue nacionalizada tras el triunfo de la Revolución en 1959 y eso es uno de los aspectos que le ha costado a la Isla padecer un bloqueo económico por más de 50 años, por parte de Estados Unidos.
En África las independencias de los países comenzaron a finales de la década de 1950 y principios de 1960, mucho más tarde que en América.
La lejanía del continente y el alto grado de subdesarrollo de la región dejado por las antiguas Metrópolis, desalentaron en un principio la inversión de las transnacionales y de países desarrollados, que hace unos años, ante las riquezas en el subsuelo africano (petróleo, diamantes, uranio, etc) y el aumento en los precios de los productos alimenticios, entre otros renglones, se están reasentando en el continente.
En esta práctica le corresponde un papel especial al Banco Mundial como denunció el Instituto Oakland, el cual puntualizó que ese organismo favorece la compra de tierras africanas a favor de compañías extranjeras para la producción de alimentos y la fabricación de biocombustibles.
Ese centro de investigación estadounidense informó que las transacciones se efectúan mediante la Sociedad financiera Internacional (SFI), filial del BM, que impone las políticas liberales del Banco Mundial para la monopolización de las mejores tierras de cultivo africano por parte de grupos foráneos.
La SFI presiona a los Estados africanos para que modifiquen sus legislaciones en aras de permitir la entrada de inversión extranjera sin restricciones, que les faciliten hacer lo que deseen en los terrenos adquiridos, así como con las producciones y las ganancias obtenidas.
Oakland expone los casos de Sierra Leona y Liberia, las cuales dictaron en 2009, más de una veintena de reformas legales al respecto.
Hace dos años, otro informe de la FAO advertía acerca del riesgo de un mayor empobrecimiento de los países africanos debido a la compra de tierra por empresas extranjeras, práctica que subrepticiamente impulsa el Banco Mundial.
Con mucha razón el presidente de la FAO, el senegalés Jacques Diouf ha catalogado esas acciones como “un nuevo colonialismo”.