Pepe Escobar
Asia Times Online

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

Cualquiera que esté suficientemente informado como para pensar que el objetivo de Washington no es “ganar” el cenagal insuperable de AfPak, sino seguir jugando eternamente a esa sangrienta guerra infinita, ahora es candidato a un paquete de estímulo personal (en oro).

Consideremos la evidencia reciente. Repentinamente, la Casa Blanca, el Pentágono y la Cámara de Representantes de EE.UU. han lanzado una nueva narrativa: olvidad las importantes retiradas de soldados de EE.UU. de Afganistán en 2011; movamos el objetivo a 2014.

Y entonces el astuto presidente afgano Hamid Karzai dice al Washington Post que ya no quiere que todos esos soldados estadounidenses anden sin propósito fijo por “su” país, y agrega: Por favor, no sigan matando a mi gente con operaciones nocturnas de las fuerzas especiales –un eufemismo para terrorismo del Pentágono.

El general David “siempre me posiciono para 2012” Petraeus está “sorprendido”. No podía ser de otra manera. Después de todo, Karzai quería despedir a los contratistas privados –indiscutibles campeones de operaciones ocultas de bandera falsa en AfPak– luego se dio por vencido, como podría volver a darse por vencido con respecto a las incursiones nocturnas. En cuanto a Petraeus, sólo quiere lo mejor de ambos mundos: avivar los líos, como en los ataques de drones y las operaciones nocturnas (¿a quién importa el daño colateral?) y arrellanarse y hablar con los talibanes creados por la Inteligencia Inter-Servicios paquistaní.

A propósito, el mito de la contrainsurgencia de Petraeus ha sido enterrado en las llanuras al sur del Hindu Kush (sin que muchos se hayan dado cuenta en EE.UU.) El mito de la contrainsurgencia (COIN) implica que Washington, la OTAN y lo que pasa por “fuerzas de seguridad afganas” podrían “tomar, retener y construir” áreas previamente controladas por los talibanes. No pudieron lograr nada semejante ni siquiera en Marjah, vendida con insistencia como un éxito por el Pentágono y los medios corporativos dóciles, para no hablar de la mucho mayor Kandahar.

El ex secretario de Estado de EE.UU., Colin Powell, acaba de intervenir en CNN,y admitió que EE.UU no “retirará 100.000 soldados: No sé cuántos soldados retiraremos.” Powell también dijo que “dentro del equipo de seguridad nacional”, todo el asunto se “basa en condiciones”. Por lo tanto “las condiciones” pueden ajustarse para que se adapten a cualquier narrativa. Los espíritus perspicaces podrán detectar de inmediato un tufillo a Vietnam, y Powell tuvo que insistir en que Afganistán no es ese país. Bueno, es irrelevante si Karzai se convierte cada vez más en el nuevo Ngo Dinh Diem; en todo caso su asesinato no resolvería ningún problema.

Y todo esto mientras un informe de 71 páginas del Consejo sobre Relaciones Internacionales escrito por 25 “expertos” recibe mucha atención en Washington. El informe establece que la guerra cuesta una fortuna y posiblemente no sirva los intereses de EE.UU., para quien no “es evidente que el esfuerzo tendrá éxito”. ¿Le pagan a alguien para que llegue a una conclusión semejante? El informe también sugiere dócilmente que según el estudio estratégico Afpak del presidente Barack Obama en diciembre, EE.UU. “debe actuar rápidamente para recalcular su presencia militar en Afganistán”. No lo hará.

Tratemos de rastrear el dinero. La guerra Afpak cuesta aproximadamente 7.000 millones de dólares al mes –dinero que Washington tiene que pedir prestado a Pekín. Afganistán de por sí cuesta 65.000 millones de dólares al año –sin contar a la OTAN y la ayuda humanitaria. El producto interno bruto de Afganistán es de sólo 22.000 millones de dólares. Por lo tanto Washington gasta tres veces la riqueza de todo un país sólo para ocuparlo. Dinero para nada. Bien invertido, a esta hora Afganistán sería el nuevo Singapur.

AfPak cuesta aproximadamente 100.000 millones de dólares al año. Por surrealista que parezca, los sondeos indican que para la mayoría de los estadounidenses el déficit del presupuesto federal de EE.UU. no es una prioridad. No es sorprendente que ningún candidato a la elección del 2 de noviembre haya dicho pío sobre ese cenagal ridículamente costoso.

Seamos realistas. Quienquiera esté escribiendo este guión merece un Oscar.

Basta con la OTAN

Según la narrativa oficial, desde el punto de vista técnico la OTAN sólo abandonó su (cavernoso) edificio en Europa hacia Afganistán bajo el Artículo 5 de la organización (que subraya la defensa colectiva) para ayudar a Washington a librar la “guerra contra el terror” de George W Bush contra al-Qaida. Sin embargo, incluso somnolientos diplomáticos en Bruselas saben que Osama bin Laden y su adjunto Ayman al-Zawahiri cruzaron desde Afganistán oriental hacia Pakistán a comienzos de diciembre de 2001 y desaparecieron en un agujero negro.

Esto nunca impediría que el jefe de la OTAN Anders Fogh Rasmussen subrayara –antes de la cumbre de la organización de este fin de semana en Lisboa– que la guerra, bueno, continúa eternamente, como en “no existe una alternativa a la continuación de las operaciones militares”. El secretario del consejo de la OTAN, Edmund Whiteside, no se anduvo con rodeos: “Afganistán será un cometido militar muy largo”. Y el brigadier alemán Josef Blotz insiste: “no se ha fijado ningún itinerario para la retirada de las tropas de la coalición”.

La “estrategia” de la Fuerza Internacional de Ayuda a la Seguridad [ISAF] de 152.000 soldados, 50 naciones, dirigida por la OTAN, en Afganistán, se califica en geopolítica como una tesis Monty Python: comprometer un tsunami de euros para las travesuras de Karzai mientras obliga a los países miembros a lanzar cada vez más soldados al molino de carne de los talibanes –a pesar de que la opinión pública en toda Europa dice a todo pulmón: “ya no podemos aguantar más”.

El comandante de las fuerzas británicas en el sur de Afganistán, el general Nick Carter, fue por lo menos suficientemente sensato para subrayar que la OTAN sólo sabrá si está “ganando” en junio de 2011, “cuando vuelva a comenzar la temporada de combates” y todos puedan “comparar los ataques de los talibanes con este año”. Esperad otros ocho meses y orad por 2014; esa es la “estrategia”. Y hablan de inteligencia en el terreno.

La OTAN es totalmente inútil en la infiltración de los talibanes históricos -también conocidos como la shura de Quetta– basados en Baluchistán (ni siquiera puede apuntar un drone al sitio en el que se encuentra Mullah Omar). La OTAN no puede infiltrar la red Haqqani en el norte de Waziristán. Y la OTAN tampoco puede infiltrar la red Hezb-i-Islami, controlada por el ex primer ministro y bombardeador de Kabul (a mediados de los años noventa), Gulbuddin Hekmatyar, basado dentro y alrededor del estratégico Paso Khyber.

El ISI paquistaní se alineará con los talibanes bajo cualquier circunstancia –porque así Islamabad protege su “profundidad estratégica” contra India.- El ISI siempre insistirá en tener a los talibanes en la misma mesa con Washington, porque de otra manera toda apariencia de “conversaciones” habrá muerto antes de comenzar.

El guión soñado de Islabamad es que los talibanes, los Haqqanis y Hezb-i-Islami controlen el sur y el este de Afganistán. Eso también serviría para prevenir otro de los temores fundamentales de Islamabad –que los pastunes descontentos se unan y hagan lo posible por formar un Pastunistán que cruce la frontera artificial.

La clave para esto no son Obama, Karzai, el Pentágono o la OTAN. Es en qué dirección el general Ashfaq Parvez Kiani, número 29 en la lista de Forbes de las personas más poderosas del mundo, vea soplar el viento. En la misma medida en que durante los años de la “guerra contra el terror” de Bush, Islamabad era dirigida desde Washington, en los años de AfPak de Obama la Casa Blanca es un rehén de Islamabad.

Si no fuera por el eje Pentágono/OTAN, Pakistán sería sólo una gota en el océano. El próximo viernes y sábado, en la cumbre de Lisboa, se presentará al mundo una narrativa de una OTAN que se globaliza. Convencerán al equipo Pentágono/OTAN para que abandone su puesto avanzado privilegiado de la guerra infinita –Afganistán– por sus bombas nucleares. Después de todo, Washington/Bruselas ha implantado un precioso punto de apoyo en el corazón de Eurasia –podría decirse que para siempre.-

Además, en la cumbre de Lisboa, la OTAN adoptará formalmente un nuevo concepto estratégico –que significa esencialmente que mantenga a perpetuidad su arsenal nuclear, incluidas las bombas nucleares estadounidenses estacionadas en Europa. Ya sabéis, esas bombas nucleares que Irán no tiene (pero sí Pakistán e India, por no hablar de Israel). Parafraseando al gran Burt Bacharach, lo que el mundo necesita ahora, es OTAN dulce OTAN.

Pepe Escobar es autor de “Globalistan: How the Globalized World is Dissolving into Liquid War” (Nimble Books, 2007) y “Red Zone Blues: a snapshot of Baghdad during the surge”. Su último libro es: “Obama does Globalistan” (Nimble Books, 2009). Puede contactarse con él en: pepeasia@yahoo.com

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Fuente: http://www.atimes.com/atimes/South_Asia/LK18Df02.html