Silvina Friera
Página 12

La serie de entrevistas televisivas que el sociólogo y senador porteño por el Frente para la Victoria realizó con once presidentes de la región ahora tiene forma de libro, con el agregado de testimonios, anécdotas o ideas que no pudieron incluirse en los programas.

Una película memorable, de esas que nunca se olvidan, se proyectó en Brasilia. Daniel Filmus fue testigo de un acontecimiento fundacional: la primera reunión de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), en mayo de 2008. Los ojos del senador nacional le tomaron el pulso al nuevo paisaje que resquebrajaba la formalidad tan almidonada de ese tipo de eventos. Dos mujeres brillaban con su presencia: Cristina Fernández y Michelle Bachelet. La mitad de los presidentes no usaba corbata, minucia estética de un cambio que va más allá de la mera apariencia. La heterogeneidad de los rostros de quienes estaban en el salón era una rotunda evidencia que rompía con una tradición histórica. Evo Morales, el primer mandatario latinoamericano que proviene de una comunidad originaria –descendiente de una familia aymara– y que tantas veces escuchó el latiguillo de los sectores oligárquicos, “hay que tumbar al indio”, es una de esas evidencias. La mirada del observador se detuvo en otros rostros que denotaban el mestizaje y la integración de las culturas europeas con las nativas. Uno de los participantes tenía antepasados africanos; otro, rasgos propios de los habitantes de la India. Contrariamente a lo que podía esperarse, las sorpresas continuaban a la orden de la mirada. Los abogados no eran mayoría. Había (hay) un dirigente campesino cocalero, un obrero metalúrgico, dos médicos –una pediatra y un oncólogo–, un militar de izquierda elegido democráticamente (Hugo Chávez); un economista “antineoliberal” y, sin dudas, el más innovador: un obispo renunciado y tercermundista. Impactaba al oído la sustitución de los modos. Ni “excelencia” ni “doctor” o “doctora” se escuchaban por ahí. Preferían usar –con complicidad y hasta con orgullo– el “compañero” o “compañera”.

De esa película memorable que vio el sociólogo y senador porteño por el Frente para la Victoria surgió el proyecto de retratar el momento que está viviendo América latina, a través de una serie de entrevistas televisivas que cruzarían el relato autobiográfico con la historia y las realidades de cada uno de los pueblos de la región. El material, los diálogos con once presidentes, se convirtió en programa de televisión, que se vio por Canal 7 y Encuentro. Ahora llega en formato libro, con el valor agregado de testimonios, anécdotas o ideas que no pudieron incluirse en los programas. En Presidentes: voces de América latina (Aguilar), Filmus indaga acerca de cómo las historias de vida y los contextos en los cuales se desarrollaron contribuyeron a conformar las ideologías y los compromisos políticos de los presidentes entrevistados: Cristina Fernández; Inácio Lula da Silva, de Brasil; Tabaré Vázquez, de Uruguay; Fernando Lugo, de Paraguay; Evo Morales, de Bolivia; Alvaro Uribe, de Colombia; Michelle Bachelet, de Chile; Rafael Correa, de Ecuador; Hugo Chávez, de Venezuela; Oscar Arias, de Costa Rica, y Daniel Ortega, de Nicaragua. “Es la primera vez que tenemos en América latina tantos presidentes de origen humilde o de sectores medios bajos”, dice Filmus en la entrevista con Página/12.

–En el conjunto de entrevistados, Uribe es el más diferente. ¿Cómo fue entrevistar a alguien que tiene como caballito de batalla el tópico de la seguridad?

–Yo había leído mucho sobre la vida de Uribe y sobre sus posiciones políticas, con las cuales no estoy de acuerdo. Todos me decían que las entrevistas no podían durar más de quince minutos o media hora; que no íbamos a poder hacerle una pregunta personal; que no iba a dejar que entraran sus sentimientos; que era una persona muy dura. Para mí fue bastante asombroso porque al final duró como dos horas. Uribe se enganchó y dijo cosas que reflejan su personalidad. A la pregunta de cómo quieren que se los recuerde, que se la hice prácticamente a todos, Uribe contestó: “Nunca se rajó”. No le preocupa lo que deja sino que le interesa que se diga que fue un tipo valiente.

–Una constante en las historias de vida es la idea de perseverancia, de sacrificio y esfuerzo. ¿De qué modo interpreta como sociólogo estas coincidencias?

–Una característica común en varios de los presidentes es que tuvieron que vencer las adversidades que les puso la vida tempranamente. La adversidad de Lula es inmensurable; la de Evo también, cuando cuenta que su familia compró un catre por primera vez cuando vino a la Argentina, o su situación en la escuela, en la que creían que era mudo porque no hablaba español. Además de la adversidad, aparece un vínculo muy particular con la madre. Cristina habla de la madre, Lula también; Lugo tenía preso al padre y se apoyó en la madre. Uribe recuerda que fue a su primer acto político de la mano de su madre. El único momento en que se rió fue cuando le pregunté cuándo le soltó la mano a la madre. Si uno buscara características de la estructura familiar o de tipo psicológico, aparecen estas dos cuestiones: haber pasado adversidades y el papel que tuvieron las madres. En el caso de Bachelet, cuando recuerda la muerte de su padre después de las torturas, en el momento más difícil de la dictadura de Pinochet, se emociona mucho. La madre de Bachelet dice que lo más terrible es que lo hayan torturado los amigos, los camaradas de armas, los compañeros de promoción. Muchos de los presidentes latinoamericanos estuvieron presos. Lula estuvo preso cuando murieron su padre y su madre. Hay situaciones que los marcaron fuertemente. Toda la entrevista con Tabaré es una analogía entre ser médico y ser presidente. Y la importancia que tiene el hecho de escuchar; permanentemente habla del presidente como un hombre que escucha. El tema de la escucha, que lo marcó a él de chiquito, es una cuestión que lleva de la medicina a la presidencia. Y que lo hizo un presidente distinto.

–En la entrevista a Cristina Fernández impresiona el momento en que ella reconoce que siente “terror al dolor físico”, cuando está demostrando una fuerza increíble para resistir el dolor de la muerte de Kirchner.

–Retrospectivamente y comparando las dos cuestiones, Cristina dijo que éste es el momento más doloroso, pero no el más difícil; fíjese en su capacidad ante la adversidad para, a través de la actividad política y la responsabilidad por la presidencia, poder estar en estos días enfrentando la pérdida de su compañero.

–Durante el velatorio estuvieron varios presidentes, muchos de los que usted entrevistó en el libro: Chávez, Evo, Lugo y Lula.

–Lo que hizo Lula fue increíble. Estaba a dos días de la elección, de la segunda vuelta, y le dedicó unas cuantas horas de su vida solamente a estar con Cristina. Lula es un fanático de la Unasur; para él fue muy importante la reunión en República Dominicana por el conflicto entre Colombia, Ecuador y Venezuela. Lo que Lula plantea es que históricamente se resuelven estas cuestiones en la OEA o en la Corte Internacional; pero él es partidario de una Corte latinoamericana. En el caso de Botnia, se pregunta por qué la Argentina y Uruguay fueron a la Corte de La Haya y no pudimos tener nosotros, entendiéndonos como nos estamos entendiendo, una Corte en América latina que resuelva conflictos con una perspectiva y una mirada propias.

–¿Cómo explica esta nueva institucionalidad en la región de la mano de la Unasur? ¿Cree que es el resultado de la reacción ante el neoliberalismo de los ’90, o un cambio más estructural?

–En el fondo está la problemática de si es una reacción a los ’90, al Consenso de Washington y a las “relaciones carnales”, si es una reacción momentánea y después volvemos a otro vínculo con el Norte, o es una nueva manera de integrarnos. Lula, Chávez y Cristina tienen una mirada estratégica. El Estado recupera espacios en varios países de la región, pero con miradas distintas. Los modelos sociales no son homogéneos; cada uno tiene que ver con su propia estrategia de desarrollo y de crecimiento. Cuando se habla del socialismo del siglo XXI, hay varias miradas. Hay cuatro presidentes que hablan de socialismo: Chávez, Evo, Correa y Ortega. La impregnación de lo originario en Bolivia y en Ecuador es muy distinta a la de Venezuela y Nicaragua; el modelo social de Bolivia es un socialismo que recupera los orígenes de lo que fue el movimiento indigenista en América latina y las culturas precolombinas. El que tiene el modelo más cerrado en el discurso es Correa, que claramente plantea qué cosas tomaría y no tomaría de Marx. Y está el modelo argentino, con fuerte presencia del Estado, sin ser socialista ni plantearse en ningún momento una estrategia vinculada con el camino socialista tradicional. Lo que está por verse es si es un camino nuevo o es simplemente una reacción frente a los ’90. Son tantos años de colonización, tantos años de modelos neoliberales, que se necesita mucho tiempo para institucionalizar modelos alternativos. Todos los presidentes destacan la importancia de la educación. Nadie dice que resolvió los problemas educativos; faltan décadas para que se expresen en la práctica los esfuerzos que se hicieron. Pero todos confían en que la educación en el mediano plazo va a garantizar que los modelos sean sustentables.

La región tiene cuentas pendientes. Filmus repasa y analiza esos desafíos. “América latina mejoró fuertemente la plataforma básica de condiciones de vida de los sectores sociales que estuvieron muy postergados y excluidos –explica–. Pero todavía tiene dificultades en resolver el tema de la igualdad. La democracia con de-sigualdad genera insatisfacción. Los países de América latina, se repite una y otra vez, no son los países más pobres, pero sí los más desiguales. En el último informe del PNUD, en casi todos los países baja notablemente el nivel de desarrollo cuando lo corregís por desigualdad. En los últimos años, especialmente Venezuela y Brasil son los que más corrigieron, también la Argentina y Bolivia han avanzado en disminuir las condiciones de desigualdad; pero antes de la década de los ’90, la Argentina, Costa Rica y Uruguay eran los que mostraban los niveles de igualdad más altos.”

–Sólo el Estado puede corregir las desigualdades; pero a mayor intervención, aumenta también la confrontación, ¿no?

–Está claro en todos los países la confrontación que tienen esos Estados contra los poderes reales, al no ser sólo espectadores y obedecer al libre juego del mercado. Uno a uno, todos los presidentes plantean con quiénes se enfrentan. El relato del intento de fusilamiento a Chávez y el “hay que tumbar al indio” (por Evo) permiten ver que los enemigos de los procesos de cambio son poderosos, y no quieren que se consolide la institucionalidad democrática cuando los gobiernos son progresistas.

–¿Cree que el siglo XXI, como plantean algunos de los presidentes, es el siglo de América latina?

–En estos días se ve la profundización de la crisis de los países centrales, con las movilizaciones de los trabajadores en Francia por las políticas de ajuste que se están aplicando, o el revés electoral que sufrió Obama como castigo por la crisis económica. O el 20 por ciento de desocupación en España y el bajo nivel de popularidad que tiene Zapatero. Está claro que los países emergentes, por llamarlos de alguna manera, son los que más vienen creciendo. Lo interesante son los consejos que nos dan los países en crisis. Quieren descargar la crisis en nuestros países, pero no pueden. Quieren, por ejemplo, que los argentinos depreciemos nuestra moneda para poder entrar con todos sus productos. Nos dan consejos contrarios a los que nos daban antes. Hoy dirían “para qué queremos tantas reservas”; les gustaría que liquidemos nuestras reservas en consumo para que puedan entrar, insisto, más productos. Si es el siglo o no de América latina, va a depender mucho no sólo de la economía sino de la política. Uno diría hoy: ¡es la política, estúpido! La Argentina es el caso más notable en el que sus políticas generan condiciones económicas muy distintas. La gran explicación de nuestro crecimiento está en el mercado interno. Y esto choca de frente con las ideas de la historia del derrame de los ’90. Acá la apuesta fue al revés: distribuyamos, que la distribución va a generar demanda, la demanda va a generar mayor producción y eso va a generar mayor igualdad, y a su vez mayor crecimiento. La Argentina vuelve a crecer al 9 por ciento, cuando los países centrales no pueden crecer más que al 1 o al 2 por ciento. Este crecimiento del 9 por ciento implica tomar decisiones políticas muy fuertes, que en general tomó América latina desde una perspectiva contracíclica. El Estado, tanto en Brasil como en la Argentina, rompió ciertos mitos sobre el uso de las reservas, para que jugaran un papel contracíclico en el momento de la crisis financiera. Es muy difícil decir si va a ser el siglo de América latina; en este mundo no se puede predecir lo que va a pasar mañana. Pero están dadas las condiciones para que, si las políticas son acertadas, no sólo salgamos de la dependencia histórica que tuvimos sino que esto se refleje en mayor crecimiento. Siempre y cuando los beneficios de ese crecimiento lleguen a todos y no sólo a una pequeña minoría, que fue lo que siempre pasó en la Argentina cuando creció, excepto en la época del peronismo.

Filmus revela que hizo un cálculo para la Unesco y aclara que sólo se aplica al rubro educativo. “Con lo que Estados Unidos invirtió en asistir al sistema financiero sólo el primer día, el mundo estaba en condiciones de resolver los objetivos educativos para 2015: alfabetizar a todos los chicos y a todos los adultos. ¿Por qué salvar al sector financiero? ¿Por qué no salvar a los chicos?” El senador deja rebotando la respuesta. No la dice de viva voz porque ya la dijo. Pero en sus ojos se lee el “nuevo” estribillo que impone la región: “¡Es la política, estúpido!”.

Un documento histórico

“Yo tenía más experiencia en escribir libros que en hacer entrevistas”, dice Daniel Filmus. Presidentes: Voces de América latina es una especie de “diario íntimo-político” de once presidentes de la región. “Si bien como investigador estoy más acostumbrado a hacer trabajos vinculados con datos secundarios, análisis estadísticos y procesos, pocas veces había trabajado con entrevistas en profundidad. En realidad, los sociólogos tenemos las dos perspectivas: lo más cuantitativo y lo más cualitativo.” El esfuerzo de las entrevistas estaba puesto en la relación entre la historia del país y el relato de vida de cada uno de los entrevistados. “La envergadura de los personajes quizá me retuvo más en la historia de vida que lo que hubiera querido respecto de la vinculación con la historia de sus países. Pero están sus miradas políticas hacia el futuro”, subraya el sociólogo. “Si hubo un mérito en este libro, es haber conseguido las once entrevistas. Va a quedar como un documento histórico; un relato de América latina contado por los personajes que lideraron este proceso, que esperemos que perdure en el tiempo. Sin lugar a dudas es un momento muy especial.”

Modelo de ciudad

“Varias veces dijimos que era muy temprano para hablar de candidaturas –advierte Daniel Filmus–. Tenemos que pasar esta profunda tristeza y conmoción, y apoyar fuertemente a Cristina en la conducción del gobierno. Después ella misma tiene que definir los tiempos y las perspectivas hacia 2011. Queremos que Cristina sea la candidata; todos los sectores, ya no sólo del kirchnerismo, están en la expectativa de que lo mejor que les puede pasar al país y al proceso que iniciamos en 2003 es que tenga continuidad para afirmar las transformaciones que se vienen realizando.” El senador cuenta que está participando en la conformación de la Corriente Nacional de la Militancia Política y Social, “una fuerza nacional y popular que quiere ser una alternativa progresista frente al macrismo”.

“A esta altura, pensar que Macri es ineficiente es hablar bien de él, ¿no?”, ironiza. “La ineficiencia sería algo perdonable al lado de políticas dirigidas a no defender lo público, a la falta de sensibilidad frente a los que menos tienen, hasta cuestiones represivas y persecutorias a los estudiantes secundarios.” Filmus aclara que la fuerza decidirá quién será el candidato a gobernador por la Ciudad. “Por supuesto que iremos a dar la pelea, si yo estoy en mejores condiciones”, subraya el senador.

–¿Va por la revancha?

–No lo veo como una revancha, no es como el fútbol (risas). Tampoco es algo personal; lo veo como una posibilidad concreta de que cada vez que me tocó estar en la gestión pública pude unir progresismo con eficiencia, que me parece decisivo para gobernar Buenos Aires, ciudad que tiene muchos desafíos por resolver, que necesita una transformación profunda y alguien que pueda pensarla integralmente. Hoy no haría una campaña para discutir con Macri cuántas viviendas hacer porque él no hizo las tres mil que prometió. No se resuelve el tema del transporte cambiando de mano las calles. Me parece que lo que hay que discutir es un modelo de ciudad.

Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/17-19934-2010-11-16.html