Mike Whitney
CounterPunch
Irlanda podría ser el próximo Lehman Brothers. Eso es lo que ha inquietado a los mercados. Si los dirigentes irlandeses se niegan a aceptar el rescate del nuevo instituto de estabilidad financiera (EFSF, por sus siglas en inglés) de la Unión Europea, entonces los tenedores de bonos no se verán obligados a aceptar recortes en los rendimientos de sus inversiones, lo que llevará a los bancos alemanes y franceses a quedarse cortos de capital. Los réditos de los bonos crecerán rápidamente, lo que ralentizará la actividad en los mercados crediticios. Una quiebra irlandesa movería centenares de miles de millones de dólares en los mercados de derivados financieros de impagos crediticios (CDS, por sus siglas en inglés), lo que llevaría a sus contrapartes a la quiebra y a un efecto dominó a través del sistema financiero. El contagio se difundiría por Portugal, Grecia, España e Italia, ampliando el diferencial de réditos de los bonos y obligando a los gobiernos a incrementar el volumen de sus empréstitos solicitados al Banco Central Europeo (BCE). La actividad empresarial estornudaría, el desempleo crecería y encogería el crecimiento. Estaríamos en puertas de un segundo desplome financiero.

Pero nadie cree que eso vaya a ocurrir. La mayoría cree que Irlanda se «tragará el medicamento», ahorrando toda pérdida a los tenedores de bonos. Los dirigentes irlandeses prefieren aceptar una década de medidas austeridad impuestas por la UE y la consiguiente pérdida de soberanía, antes que abandonar el euro y empezar de cero y sin imposiciones. Resulta decepcionante. El euro no está concebido para subvenir a las necesidades de los países más pequeños y menos industrializados, como Irlanda. Esos países necesitan su propia moneda, más flexible y capaz de mitigar los efectos de los ciclos bajos. Pero los dirigentes irlandeses son prisioneros de la idea de una Europa unida. Así que trocarán la independencia por la que lucharon durante siglos por un castillo en el aire y la elusiva promesa de prosperidad.

El Estado irlandés ha hecho suyas las deudas tóxicas de sus principales bancos privados. Desgraciadamente, esas deudas sobrepasan holgadamente los ingresos del Estado. De acuerdo con Robert Preston, de la BBC, los pasivos son «equivalentes a un opresivo 700% del PIB, si sumamos la deuda del sector privado y la del sector público». Hasta ahora, el BCE ha contribuido a mantener operativos los bancos irlandeses suministrando 130 mil millones de euros de liquidez de emergencia. Pero los mercados mayoristas ya no aceptan la deuda irlandesa como colateral, y los réditos de los bonos se disparan. Los políticos irlandeses dicen tener todavía fondos suficientes hasta mediados del próximo año, pero eso no incluye la financiación de los bancos. Lo cierto es que, si el BCE dejara hoy mismo de prestar a los bancos, el sistema se vendría debajo de la noche a la mañana.

De modo que la situación se hace más tensa a cada día que pasa. Aun así, todo el mundo espera que el ministro de finanzas, Brian Lenihan, ceda y acepte un rescate. Eso significa trasladar todas las pérdidas al contribuyente irlandés.

Pero ¿qué ocurriría si Lenihan se plantara y decidiera reestructurar la deuda, en vez de tomar dinero prestado del EFSF?

El periodista de la BBC antes mencionado, Rober Preston, fantasea con esa posibilidad en un artículo recientemente publicado por la cadena británica. He aquí un extracto:

«La banca angloirlandesa y los bancos irlandeses a ella asociados tendrían probablemente que declararse insolventes. Y (…) muchos miles de millones de euros que los contribuyentes irlandeses han inyectado ya en esos bancos quedarían de todo punto depreciados…

«Eso movería entonces enormes cantidades dinero cobradero por los suscriptores de los derivados financieros de impagos crediticios (CDS), los contratos de seguro contra deudas hechos por prestamistas y especuladores. Esos dineros generarían ingentes pérdidas en las instituciones financieras, incluidos los bancos, que suministran la cobertura de los CDS…

«Incluso sin el multiplicador de pérdidas que son los mercados CDS, el impacto de los recortes en la deuda resultarían dolorosos para la banca británica e internacional. De acuerdo con el Banco de Pagos Internacionales, el préstamo total de los bancos no irlandeses a los bancos irlandeses ronda los 170 mil millones de dólares, de los cuales los bancos británicos proporcionaron 42 mil, los bancos alemanes, 46 mil, los bancos estadounidenses, 25 mil y los bancos franceses, 21 mil.» [«Ireland: How much punishment for British and international banks?», Robert Peston, BBC.]

Si Irlanda abandona el euro, se abrirán las puertas del infierno. El Estado irlandés tendrá que emitir una nueva moneda, a sabiendas de que sus deudas seguirán denominadas en euros de valor mucho más alto. Eso aumentará su carga deudora. Y se verá bloqueado en la captación de capital por los mercados de bonos hasta que se haya puesto al corriente con las viejas deudas. En el mejor de los casos, le tomaría una década o más salir del pozo y restaurar su credibilidad ante los mercados. Por otra parte, se habría librado de la camisa de fuerza del euro y habría logrado reestablecer su soberanía. Eso no es moco de pavo, ¿pero vale realmente la pena?

El periodista Peter Osborne echa un vistazo al asunto de la soberanía en un artículo recientemente publicado en el Telegraph. Va un extracto:

«No puede negarse que Irlanda ha perdido su estatuto de nación soberana. Gracias a su desastroso enmarañamiento en el euro, ha perdido toda independencia en política interior, exterior y, sobre todo, económica. La nación irlandesa es la criatura de Bruselas y del Banco Central Europeo. El primer ministro irlandés se ha convertido en un procónsul destinado por Bruselas en Dublín. Brian Lenihan, el ministro de finanzas, es como el gestor ultramarino de una filial de Bruselas. Para quienes amamos Irlanda, esto es miserable y deprimente, pero hay que recordar que análogo destino aguarda a muchos otros países europeos. Grecia ya está haciendo lo que le dictan el FMI y el BCE; pronto ocurrirá lo mismo en Portugal y, a su debido tiempo, en España.» [«Ireland has lost its sovereignty and is now the creature of Brussels – thanks to the euro», Peter Oborne, Telegraph.]

No está solo Osborne en la idea de que Irlanda comete un error permaneciendo en la Unión Europea. El columnista del Telegraph Ed West ve las cosas de la misma manera, pero describe la alianza UE/Irlanda en términos todavía más sombríos, como un «pacto suicida»:

«Irlanda siente una atracción histórica hacia Europa continental como liberadora del yugo británico, pero el vínculo es tal vez aún más profundo, remontándose a los monjes que preservaron la civilización occidental durante las épocas obscuras. Irlanda, más que la mayoría de países, se siente profundamente europea, y su catolicismo fue siempre una parte de eso. No es pura coincidencia que cuando el catolicismo comenzó a declinar, Irlanda adoptara una ideología substitutiva, el sueño de Bruselas. O el pacto suicida más enorme del mundo, como creo yo…

«¿A qué empeñarse durante 800 años en sacudirse el yugo británico para terminar bajo la espada de la UE? Dicho esto, nadie en Irlanda va tan lejos en la oposición a la UE como el UKIP [Partido por la Independencia del Reino Unido] o muchos conservadores tories…

«El proyecto europeo era una idea utópica fundada, no en la lógica práctica, sino en una visión idealista, y tenía un solo propósito en mente: la unión política total. En el camino hacia ella, sus arquitectos  han mentido repetidamente a la opinión publica, particularmente en el proceso de creación de una sola moneda, cosa para la que la lógica más elemental sugiere la necesidad de una unificación política previa.» [«Ireland’s smug, Euro-loving elite has led their country to ruins – ‘Little Englanders’ saved ours», Ed West, Telegraph.]

La crisis financiera se ha llevado por delante buena parte del simulacro que rodeaba a la UE de los 16 países. Ninguno de ellos sigue ya chachareando sobre el final de las guerras y sobre un presente y un futuro de prosperidad compartida. El foco se ha desplazado hacia la necesidad de que los trabajadores se aprieten el cinturón y hacia la habilitación de paracaídas de oro para banqueros y tenedores de bonos. En otras palabras, las elites están librando la implacable guerra de clases de siempre, sólo que, esta vez, parapetados tras la fachada de la unidad europea. ¿De verdad quiere Irlanda ser parte en esa farsa?

Es hora de que Irlanda abandone la UE y dé plantón al Superestado mal nacido. Debería haberlo hecho hace muchos años.

Mike Whitney es un analista político independiente que vive en el estado de Washington y colabora regularmente con la revista norteamericana CounterPunch.

Traducción para www.sinpermiso.info: Roc F. Nyerro

http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=3735