«Corea es el lugar que primero conoció la guerra fría, el lugar en el que la guerra fría nunca cesó y el lugar en el que aun podemos seguirla en directo por televisión», dice Bruce Cumings, un experto en Corea. Su sentencia se confirmó el martes, cuando decenas de proyectiles de artillería cayeron sobre la isla de Yeongpyeong, provocando cuatro muertos y 18 heridos, 15 de ellos soldados surcoreanos. Estar en guerra fría significa no sólo que de vez en cuando se convierte en caliente y hay disparos, sino también un estado de cosas que determina cierto tipo de información en el que los motivos del enemigo desaparecen por completo, en un escenario dominado por su única y enorme maldad. El régimen del Norte ha hecho méritos sobrados para merecer la peor propaganda, pero aquí de lo que se trata es de comprender algo la situación.
¿Quien comenzó?
Es una pregunta interesante. Hace medio siglo que los historiadores discuten sobre quien comenzó la guerra de Corea y la respuesta, más allá de enciclopedias, es que no está nada claro, porque ambos bandos mantuvieron una actitud agresiva en su gestación, que venía de muy lejos, de 1932, para ser más exactos. En el intercambio de artillería del martes ocurre algo parecido: la película no empezó el martes.
Los surcoreanos dispararon sobre lo que Corea del Norte presenta como «sus aguas territoriales», sobre las 13:00 h. El bombardeo norcoreano, justificado por Pyongyang como «respuesta a la provocación surcoreana», comenzó a las 14:34 y concluyó a las 14:55. Trece minutos después de su inicio, los surcoreanos respondieron bombardeando la costa norcoreana. Una segunda salva norcoreana se disparó a las 15:10, seguida de una respuesta surcoreana a los quince minutos, y concluyó a las 15:41. El resultado de víctimas y daños en la isla surcoreana fue de cuatro muertos. No hay cifras de daños o víctimas en el cañoneo de la costa norcoreana.
La isla de Yeongpyeong está situada a apenas 15 kilómetros de la costa norcoreana y a unos cuatro de la línea marítima en disputa. Las instalaciones militares, y el principal asentamiento, están situadas en la costa sur de la isla, protegidas del norte por una línea de colinas. Todos los impactos cayeron limpiamente tras esa línea, lo que sugiere una considerable puntería de las baterías del Norte, que no son electrónicamente muy sofisticadas.
Incluso admitiendo que los surcoreanos dispararon primero, no es lo mismo hacerlo sobre el mar que sobre tierra firme y apuntando a instalaciones, militares y civiles, habitadas. El diario surcoreano Hankyoreh, bastante ponderado, califica de «provocación» el hecho de que Corea del Norte, «disparara indiscriminadamente sobre una isla en lugar de hacerlo al mar» y afirma que, «es posible que también los norcoreanos sufrieran bajas en la réplica surcoreana».
Sobre el contexto
La conducta del Norte es de nuevo explicada por la brutalidad e irracionalidad del régimen enemigo. Si alguien se extiende algo más allá, entonces, como máximo, se mencionan como motivos, el complicado traspaso de poder y encumbramiento del tercer hijo y sucesor de Kim Jong Il, Kim Jong-un, así como una difícil situación interna en Corea del Norte y una necesidad de atraer la atención de Obama con miras a una negociación que distienda la situación. Es opinable, pero solo es la mitad del asunto.
Según un comunicado del mando norcoreano, «pese a nuestras repetidas advertencias, el enemigo surcoreano cometió insensatas provocaciones militares de disparar salvas de artillería en nuestro territorio marítimo». Por su parte, el Sur dice que las disparó hacia el oeste, lejos de las aguas en disputa. El mando surcoreano ha confirmado que la mañana del incidente recibió una llamada telefónica del Norte que decía «el Norte no se cruzará de brazos si el Sur dispara contra las aguas territoriales del Norte».
El problema es que en el Mar Amarillo, la frontera fue establecida en 1953 sin consenso. El resultado es que es una especie de tierra de nadie en un estado de guerra que nadie ha cancelado, pues el armisticio con el que concluyó la guerra de 1950-1953, es una mera suspensión de hostilidades, no un acuerdo de paz. «Nuestras aguas territoriales» es una mera fórmula en litigio.
Sobre ese terreno ambiguo y peligroso, aparece no sólo la maldad del régimen del Norte, sino también toda una panoplia de factores: la política del gobierno del Sur desde 2008, unas agresivas maniobras militares, y un pulso chino-americano, tan sordo como real, que el Pentágono está incrementando y que Pekín no quiere tolerar.
El actual presidente surcoreano Lee Myung-bak, es un derechista sin complejos. Desde su llegada al poder en 2008, ha dado marcha atrás a la política de distensión llamada «soleada» de sus predecesores, cortando inversiones, contactos diplomáticos y ayuda, y practicando una actitud dura hacia Pyongyang. En política exterior ha regresado a la conformidad con el Pentágono, que es quien determina en gran parte la política exterior de Estados Unidos en la región, lo que ha llevado a Pekín a incrementar su vínculo y apoyo a Corea del Norte.
Con Lee Myung-bak, Corea del Sur ha incrementado su vieja práctica de realizar grandes maniobras militares en las mismas narices de los norcoreanos. El día 22, la víspera del intercambio artillero, esa ambigua y peligrosa zona en disputa comenzó a ser escenario de las maniobras «Hoguk», que implican a 70.000 soldados surcoreanos, 600 blindados, 90 helicópteros, 50 barcos de guerra y 500 aviones, además de la 31 unidad de marines y la séptima ala de aviación de Estados Unidos. «Hoguk» se extiende hasta el 30 de noviembre, e incluye desembarcos simulados de tropas que Corea del Norte considera entrenamientos de invasión de su territorio. Las maniobras son una versión incrementada de las tradicionales «Team Spirit«. Estas maniobras en el Mar Amarillo son cada vez más frecuentes. Las últimas se celebraron en septiembre y antes en julio. Las actuales aún son mayores que las anteriores. China ha protestado sin resultado. Una situación correspondiente en la que barcos y marines chinos hicieran maniobras militares a decenas de kilómetros de aguas territoriales de Estados Unidos, frente a San Diego, en Cuba o en el Golfo de México, es sencillamente inimaginable por absurda, y así es como lo vive China, por no hablar de la propia Corea del Norte.
Lee ha suspendido el diálogo con el Norte, a lo que Pyongyang responde incrementando su capacidad nuclear militar. La víspera del intercambio artillero del martes, el Ministro de Defensa surcoreano, Kim Tae-young, no excluyó en el parlamento que su país pida el regreso de las armas nucleares tácticas que Estados Unidos ha tenido desplegadas en Corea del Sur durante décadas –uno de los motivos de la ambición nuclear de Corea del Norte- y que, según muchos observadores, surcoreanos y norteamericanos, siguen allí almacenadas. De momento, un portaviones americano va para allá.
Sobre precedentes
Hasta finales de los sesenta los tiroteos de artillería entre los dos Estados fueron crónicos. El último de ellos se registró en los años setenta. No es exacto, como han dicho y repetido las agencias de prensa estos días, que lo del martes no tuviera precedentes «desde los años cincuenta». Otro precedente, mucho más próximo ocurrió el pasado marzo. El barco de guerra surcoreano Cheonan estalló no lejos del lugar que ahora vuelve a estar de actualidad, y se hundió partido por la mitad y cobrándose la vida de 46 tripulantes.
La investigación oficial surcoreana sobre aquel dramático suceso concluyó que había sido un torpedo lanzado por un submarino del Norte, extrañamente no detectado por la sofisticada electrónica de la moderna flotilla que había en el lugar. Pyonyang desmintió toda responsabilidad. Una comisión con expertos militares de varios países occidentales firmó la tesis del torpedo, aunque el representante de Suecia, único país neutral, no la suscribió. Otra comisión rusa estimó que una mina, no un torpedo, había desencadenado la tragedia. En la propia Corea del Sur, donde hay un periodismo bastante vivo, muchos ponen en duda la versión oficial. El 12 de noviembre, la televisión surcoreana pasó un documental de 24 minutos que señala muchos puntos oscuros.
El del Cheonan fue un caso entre otros que apenas merecieron atención mediática. También en marzo se dijo que aquel presunto ataque norcoreano al barco del Sur no tenía precedentes. Sí los tenía: ha habido varios casos de barcos norcoreanos hundidos por el Sur con pérdida de vidas. En 1999 un torpedero del Norte fue hundido con el resultado de treinta marinos desaparecidos y hasta setenta heridos. En 2001 un pesquero norcoreano fue hundido a tiros por un guardacostas japonés, murieron sus 15 tripulantes. El pasado noviembre volvió a ocurrir, con otro barco norcoreano atacado e incendiado por el Sur…. El intercambio artillero del martes no puede aislarse de su contexto: una guerra inconclusa, salpicada de incidentes. Hasta que Lee llegó en 2008, esa peligrosa situación tenía, por lo menos, una voluntad moderadora en Seúl.
«La negativa de Estados Unidos y de Corea del Sur de participar en las negociaciones con Corea del Norte hasta que Pyongyang pida disculpas por el hundimiento del Cheonan, un incidente que Corea del Norte insiste en que no cometió, así como la decisión de presionar al Norte con masivas maniobras militares y nuevas sanciones económicas, es una política de machos, pero aumenta la posibilidad de nuevos incidentes, cuyo escenario más grave sería una segunda guerra de Corea», señalaba en julio Mark Caprio, profesor de la Universidad Rikkyo de Tokyo. La guerra fría en directo, es algo más que disparos. Es también un determinado tratamiento informativo de los hechos. Estamos ante un clásico.
Fuente: http://www.lavanguardia.es/lv24h/20101124/54076002716.html