Alejandra Dandan
Página12
Los abogados querellantes abandonaron la audiencia de largas cuatro horas con el cardenal Jorge Bergoglio convencidos de que el jefe de la Iglesia Católica no sólo no dijo nada: “Cuando alguien es reticente está mintiendo, está ocultando parte de la verdad”, expresó al salir Luis Zamora, abogado de una de las querellas que impulsan el juicio por los crímenes cometidos en el centro clandestino de la ESMA. Bergoglio había sido citado por el Tribunal Oral Federal 5 para declarar como testigo por el secuestro de los jesuitas Orlando Yorio y Francisco Jalics cuando se desempeñaba como principal de la Compañía de Jesús, durante la última dictadura. Una testigo aseguró en el juicio que el cardenal les quitó la protección y terminó dejándolos en manos de los represores.
La declaración de Bergoglio fue larga, monocorde y evasiva, describió Myriam Bregman, de Justicia Ya! El arzobispo declaró en la sede de la Curia Metropolitana, tras negarse a dar testimonio público en los Tribunales de Comodoro Py. Durante su relato, a ojos de los presentes, el cardenal pareció tomarse el trabajo de no mencionar ningún dato que pudiera arrojar luz sobre lo que pasó con los jesuitas. Dio “pocas precisiones –dijo Zamora–. Nunca las cosas tenían nombre y apellido ni hubo constancias escritas de lo que él decía”. Para el abogado, el cardenal “no pudo justificar por qué esos dos sacerdotes quedaron en una situación de de-samparo y expuestos”. Con el testimonio, “ha quedado demostrado en forma muy contundente el rol tan siniestro de la Iglesia”, durante la dictadura. Bregman agregó que “marcó además un hilo de continuidad con la actitud de la Iglesia durante estos gobiernos constitucionales porque, a pesar de estar mencionado en otras causas, como la de Christian von Wernich, nunca se presentó a declarar”.
Zamora, quien convocó a Bergoglio como testigo, inició la rueda de preguntas. Le preguntó en qué año y circunstancias conoció a Yorio y Jalics. “A Yorio lo habré conocido en el ’61 o ’62 en el Colegio Máximo, después él fue profesor mío de teología”, respondió. Señaló que el Colegio Máximo era la casa de estudio de los jesuitas. Y que a Jalics lo conoció en el ’61, en ese mismo lugar. Fue profesor de filosofía de Bergoglio. “Durante mis dos primeros años lo tuve de consejero espiritual”, dijo.
“¿Había acusaciones de algún sector, especialmente dentro de la Compañía de Jesús, sobre la forma en que cumplían sus tareas?”, preguntó Zamora. “Nada en particular”, indicó, escueto, el arzobispo. “En aquella época, todo sacerdote que trabajaba en el sector más pobre era blanco de acusaciones de parte de algunos sectores. En junio de 1973 viajé a La Rioja con el anterior provincial para intervenir con los jesuitas que trabajaban con los pobres. Era muy común que alguien que iba a trabajar con los pobres fuera considerado zurdo. Eso no se acabó en esa época”, indicó. Eran “acusaciones de tipo ideológico por pertenecer a una organización subversiva por parte de gente sensata”.
“Cuando dice acusación de diversos sectores, ¿de quiénes habla?”, le preguntaron. “Gente que no estaba de acuerdo con esta opción pastoral. No sectores, gentes”, indicó. Zamora le pidió precisiones, nombre y apellido de quienes impulsaban ese cuestionamiento. “Era un cuestionamiento general, a todos los sacerdotes que tenían esa vocación”, generalizó. “De sectores diversos. En las comunidades hablaban, en los sectores, en algunas parroquias. Sectores de la Iglesia. Y también de afuera, uno le resta importancia, porque dice: ‘eso no es verdad’, pero ya está instalado”. Le volvieron a preguntar y agregó: “Estaba instalado eso: que los curas que trabajaban con los pobres eran zurdos. Antes del golpe militar también”.
Así fue el testimonio, preguntas, dos palabras de respuesta y constantes repreguntas. “Los padres Jalics y Yorio dejan la compañía antes del golpe”, dijo. “¿Pero cuándo?”, le preguntaron. Y luego de algunas vueltas, Bergoglio dijo que para buscar un punto referencial podría hablarse de la muerte del padre Carlos Mugica, antes del golpe.
–¿Recuerda haberse visto con el padre Jalics en varias oportunidades por las acusaciones que Yorio y él recibían?
–Sí, y no sólo con ellos dos, sino con todos los jesuitas que trabajaban sobre ese frente, para ver la manera de seguir actuando.
–¿Qué les comentaron?
–Siempre les dijimos de tomar medidas prudenciales.
Más adelante, explicó: “Recomendaciones de cómo ir actuando, cómo cuidarse. No ir solos cuando iban al barrio. Si llegaban de noche, que lleguen acompañados. Lo del padre Mugica fue muy traumático y marcó una dirección”.
–¿Estaban muy preocupados?
–En esa fecha, a fines de 1975 y principio 1976, percibí preocupación normal de todos los sacerdotes que trabajaban sobre esta opción.
–Como provincial, ¿les pidieron a Yorio y Jalics disolver el trabajo que realizaban en el Bajo Flores?
–Sí y no. Disolver la comunidad del barrio Rivadavia, por una política de reordenamiento de las provincias, porque las pequeñas comunidades se disolvían. No, en cuanto a que dejaran de trabajar en el barrio 1-11-14. Podían seguir trabajando.
Cuando le preguntaron a Bergoglio si él había hecho gestiones o reclamos por sus jesuitas, dijo que no había hecho ningún trámite judicial o administrativo. Que todas las gestiones las hizo dentro de la Iglesia. Y cuando le pidieron documentos de esos registros, explicó que se hacían por teléfono. Después de insistir, los abogados lograron que el cardenal se comprometiera a buscar para saber si había quedado alguna documentación dentro de la Iglesia de alguna de esas gestiones. Zamora adelantó ayer que los propios querellantes van a evaluar la posibilidad de pedir los archivos. Entre sus explicaciones, Bergoglio también dijo que vio dos veces a Jorge Rafael Videla y dos a Emilio Eduardo Massera para pedirles por los sacerdotes.