“Señores, / soy poco acostumbrado a llorar / y cuando sucede, / me llora hasta el pelo y la camisa. / No es mi deseo dar pie / para que los ríos guarden un minuto / de silencio por mi tristeza”. Así dice el conmovedor poema Manifiesto de Víctor Valera Mora que hoy, cuando el dolor me desgarra, se convierte en una confesión.
Una confesión que expresa el infinito pesar que llevo en el alma y en el corazón desde que recibí la infausta nueva de la desaparición física de ese grande llamado Néstor Kirchner: mi compañero, mi amigo, mi hermano.
Por primera vez en estos años, en este ir y venir entre Venezuela y Argentina, entre Argentina y Venezuela, llegamos a Buenos Aires el jueves 28 de octubre con el llanto del Caribe y con el llanto del Orinoco que no quisieron guardar ni un minuto, ni siquiera un segundo de silencio por la tristeza que nos embarga: por el dolor mayor que compartimos plenamente con el gran pueblo argentino ante la pérdida de este justo, de este valiente.
Cómo se parece la vida de Néstor, quiero reiterarlo, al título de aquel extraordinario libro del gran escritor argentino Eduardo Mallea: Historia de una pasión argentina. Y eso fue Néstor: una pasión ejemplar por la Patria y por el pueblo, en especial por la causa de los humildes, de los excluidos. Una pasión genuinamente peronista.
Hay un antes y un después de Néstor en la historia argentina contemporánea: un antes y un después que se define, como bien dice la escritora argentina Sandra Russo, por el regreso triunfante y orgulloso de la política, de la gran política. Se puso en marcha una dinámica de repolitización de la sociedad toda, especialmente de la juventud, que hoy está dando sus frutos.
“El Resucitador” lo he llamado y estoy convencido de que no exagero. La Argentina golpeada y fundida por la larga noche neoliberal, se levantó como un gigantesco Lázaro colectivo con el liderazgo de este hombre que había surgido de las gargantas profundas de su pueblo y de su inmenso territorio para hacer posible este maravilloso milagro colectivo.
La Argentina volvió a tener un proyecto real y verdaderamente nacional y popular desde 2003: volvió a tener un Estado digno de tal nombre y una política económica propia. Por primera vez en mucho tiempo los movimientos sociales contaron con un Gobierno interlocutor y aliado en la Casa Rosada.
Igualmente, hay que destacar el coraje con el que le puso fin a la impunidad: los derechos humanos tuvieron en él a su más activo y resuelto defensor.
Cuánta razón tiene el gran poeta y periodista argentino Juan Gelman: “Actuaba sin miedo y fue un gobernante como hace decenios el país no tuvo. Fue el que necesitábamos”.
Néstor no llegó a la Presidencia de la República Argentina: nos lo trajo, en el momento y en el lugar indicado, la fuerza telúrica del pueblo argentino y la historia inmensa de la Patria Grande.
Cómo no recordar que en el año 2003, con la asunción de Lula primero, y a continuación con la de Néstor, se acabó la soledad en la que resistíamos en la América del Sur. Tras derrotar dos golpes de Estado, la Revolución Bolivariana ya no estaba sola: la fuerza histórica de los pueblos comenzaba a darle forma al cambio de época.
III
“Yo no puedo ni quiero dejar de esperar que el día en que se realice nuestra entrevista, el primer abrazo que nos demos transigirá cuantas dificultades existan y será la garantía de la unión que ligue ambos estados, sin que haya obstáculo que no se remueva definitivamente”, escribía el Libertador José de San Martín al padre Bolívar, el 3 de marzo de 1822. A los pocos meses, nuestros libertadores se estaban abrazando en Guayaquil.
Aquel primer abrazo inmortal se había casi perdido en el tiempo y en la distancia: tuvieron que pasar 180 años para que los hijos de San Martín y los hijos de Bolívar, volviéramos a abrazarnos y reemprender así el camino hacia nuestra definitiva Independencia; tuvieron que pasar 180 años para que nuestros pueblos le dieran vida y forma a una alianza estratégica que continúa y se profundiza.
El largo camino de Caracas a Buenos Aires no existía: hoy está felizmente abierto y por él vamos con Néstor como vigía, señalando el rumbo.
IV
Dije que la vida de Néstor es la historia de una pasión argentina: es también la historia de una pasión suramericana y nuestroamericana. Fue un forjador de integración y un constructor de unidad. Gracias a su liderazgo político la Argentina se reencontró con la América del Sur y con Nuestra América toda.
Cómo olvidar su brillante rol protagónico en la IV Cumbre de las Américas en Mar de Plata (noviembre 2005) cuando enterramos al ALCA. El papel de anfitrión que a Néstor Kirchner le tocó desempeñar fue clave para decidir los nuevos rumbos de nuestro continente.
Todo cambiaría desde Mar del Plata y hasta el día de hoy al imperialismo se le ha hecho harto difícil imponernos su agenda, como era cosa natural que ocurriera cuando todos nuestros gobiernos bailaban al son que les tocaban desde el Norte.
Cuánta falta nos va a hacer su sabiduría política en la Secretaría General de Unasur: Néstor era un secretario general de lujo; era el hombre adecuado en el momento y el lugar adecuados para conducir el proceso de consolidación institucional de Unasur.
Basta con recordar que fue el mejor de los mediadores para propiciar el restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Colombia y Venezuela. Basta con recordar los esfuerzos que desplegó para que la misma noche del 30 de septiembre Unasur se reuniera en Buenos Aires para plantarse radical y contundentemente frente al intento de golpe de Estado contra el presidente Correa. Basta con recordar su incansable actividad, en sus últimos días, en función de movilizar ayuda material al sufrido pueblo haitiano tras el reciente brote de cólera.
V
¿Cuál es el legado que le deja Néstor a la Argentina? La dignidad en pie de lucha de un pueblo al que vi convertido en poderoso río arterial, en Buenos Aires y en Río Gallegos, para rendirle tributo al hombre que le había devuelto, precisamente, la dignidad. Río arterial de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo; de estudiantes, obreros y campesinos; de piqueteros y descamisados. Río arterial de los desaparecidos y de los héroes anónimos de las Malvinas; de las víctimas del Corralito, del saqueo neoliberal. En fin, río arterial de la Argentina toda.
Néstor nos deja a Cristina: su mejor legado, como bien dijera el pensador argentino José Pablo Feinmann; pasionaria y entregada a su misma causa. Yo que la he visto, en su hondo dolor, agradecerle y sonreírle al pueblo que la acompañaba, no voy a repetir que Cristina “se crecerá”: Cristina ya se hizo inmensa como su Argentina; infinita como los millones de rostros que la consolaban y a los que respondía, guardándolos en su corazón, con la señal de llevar su puño al pecho.
“¡Por siempre Néstor! ¡Fuerza Cristina!”, es la consigna que se repite por doquier: es la expresión combativa del amor de un pueblo pleno de gratitud y de orgullo; es el renovado testimonio de su inquebrantable compromiso con la Argentina que, primero con Néstor y ahora con Cristina, cambió para siempre.
VI
Hoy domingo, además, el pueblo hermano de Brasil escribirá otra página de esta nueva historia. Cuando caiga el sol más allá del Amazonas, cuando las estrellas comiencen a iluminar la inmensa tierra de Abreu e Lima, las masas populares de Lula, ese otro grande compañero, habrán elegido a otra mujer patriota para dirigir el nuevo destino del Brasil.
Sí, Dilma a partir de hoy será Presidenta. ¡Bienvenida, Camarada!
Ya lo había dicho Bolívar: “El gran día de la América del Sur aún no ha llegado”.
Pasaron dos siglos. Y nuestro gran día está aquí. Ha llegado. Hemos llegado. Para vencer.
¡Venceremos!
¡¡Viva Néstor Kirchner!!