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El 10 de febrero del 2010 se le informó a Eduardo Samán que el Ejecutivo Nacional había decidido sustituirlo en el cargo de Ministro para el Poder Popular del Comercio. Samán era conocido en Venezuela cómo un ministro muy cercano al pueblo revolucionario, muy atento con sus problemas e inquietudes. Era además muy popular entre los trabajadores por el hecho de haber trabajado por el control obrero en fábricas como La Gaviota, Edo. Sucre.

Sin embargo, su gestión creó un fuerte descontento entre los empresarios, a quienes Samán les atribuye parte de la culpa por su salida sorprendente. Lucha de Clases, sección venezolana de la Corriente Marxista Internacional, le entrevistó para saber sus opiniones sobre el pasado, presente y futuro de la Revolución Bolivariana.

LC: En Venezuela usted es bien conocido, pero esta entrevista también tendrá muchos lectores a nivel internacional, ya que también será publicado en la página Marxist.com. ¿Podrías contarnos un poco de tí, de tu militancia, de la lucha que desarrollaste contra el sabotaje económico, etc?

ES: Sí, con mucho gusto. Yo soy hijo de inmigrantes árabes y nací en el 1964, en el barrio popular de Catía, en el oeste de Caracas. A los 18 años, en el1982, tomé conciencia política por primera vez. Yo estuve en una lucha de bachilleres sin cupo. Queríamos entrar la universidad para tener una educación digna, para tener un futuro.

Yo quería estudiar estudios farmacéuticos, pero la UCV (Universidad Central de Venezuela) era muy elitista en aquel periodo. Fue allí que me di cuenta por primera vez de la profunda desigualdad que existe. Los ricos sí lo saben, tienen su propia conciencia de clase. Pero los que venimos de familias humildes no lo percibimos en un primer momento, pensamos que todos somos iguales en la sociedad.

Bueno, en el 1982 tuve que participar en una huelga de hambre que duró cuatro días. Al final logré entrar y me gradué en enero de 1989, justo antes del Caracazo. Estuve vinculado a la Juventud Comunista un tiempo, pero salí de allá el año antes de terminar la universidad, pues me di cuenta de que la dirección del partido había degenerado políticamente, cosa que se confirmó en el 1993 con su apoyo a la candidatura de Rafael Caldera.

LC: ¿Y que recuerdos tienes del Caracazo?

ES: Esto fue un baño de sangre horrible. El 27 de febrero estuve en una escuela de medicina, dando clases. Yo no podía entrar al sector farmacéutico, pues cuando uno tenia una “mancha roja” no te dejaban entrar a la industria.

El Caracazo fue un acontecimiento espontáneo, sin dirección. Era como un estallido de la frustración acumulado en el pueblo por mucho tiempo. Ese 27 de febrero yo decidí caminar desde la escuela de medicina en Altamira hasta mi casa en Catia. En la calle ya habían comenzado los saqueos, pero lo que sorprendía es que muchos policías también participaban en los saqueos.

También vi los primeros actos de represión a nivel de calle. Pero fue el siguiente día cuando se militarizó toda la capital y mandaron soldados a los barrios para “controlar” la situación. Pero los soldados estaban gobernados por el miedo. No querían disparar contra sus hermanos de clase. Claro, nosotros tuvimos que deshacernos de todo el material político, para no ser detenidos o “desaparecidos” por la DISIP. Así que perdí toda mi colección de Marx, Engels y Lenin.

El Caracazo fue un factor determinante para entender el panorama político de los veinte años que han transcurridos desde aquel entonces.

LC: ¿Cómo llegaste a protagonizar la lucha contra el acaparamiento de alimentos y la especulación?

Bueno, yo fui nombrado como director del INDECU por Adina Bastidas (vicepresidenta de Venezuela entre el 2000-2002), una mujer muy valiosa y del ala más de izquierdas del gobierno.

INDECU era el Instituto para la Defensa y Educación del Consumidor, pero en el 2008 cambiamos el nombre al Instituto para la Defensa de las Personas en el Acceso a Bienes y Servicios. Nuestro criterio principal para cambiar tanto el nombre como la ley fue que la palabra “consumidor” viene de la propia terminologia capitalista. El “consumidor” es el que tiene dinero como para comprar y asi consumir determinados productos.

Nosotros queríamos romper estos esquemas. Pensamos que no se podría construir la Venezuela que necesitamos con los viejos códigos de comercio del capitalismo y por lo tanto hicimos un análisis de porqué se fortalecen los monopolios.

El problema principal es que no se puede industrializar a Venezuela con un estándar capitalista. Ya se ha intentado muchas veces, pero la oligarquía no está interesada. Condenaron a Venezuela a ser un país “rentista”, que solo producía petróleo e importaba todos los demás productos. Tenemos petroquímica, pero no hay juguetes producidos enteramente en Venezuela.

LC: ¿Cual era el eje de su gestión? ¿Cómo benefició al pueblo?

Hay gente que han dicho que “Samán quería quebrar la Polar (la mayor compañía de alimentos de Venezuela)” ¿Y que les puedo responder? ¡Claro que sí! No es justo que una compañía tenga el monopolio del comercio, y no es justo que pueda utilizar sus bienes para decidir cuándo hay abastecimiento y cuándo no.

El control de precio era nuestro arma en la lucha de clases. Así, lo utilizamos en el Marzo de 2009 cuando, bajo mi gestión y con la aprobación del presidente Chávez, decidimos inspeccionar las plantas arroceras de la Polar y descubrimos que solo producían arroz de lujo para poder evitar los controles de precio. Fue en esta lucha que el presidente decidió nombrarme Ministro de Comercio.

Desde el primer día en el cargo intenté romper el poder económico de la oligarquía venezolana y las multinacionales. Establecimos la Arepera Socialista en Caracas, dónde el pueblo puede almorzar con un descuento del 40 por ciento o más.

Investigamos el comercio y la producción en varios sectores, entre ellos la industria cafetera. Allí descubrimos que Café Madrid y Café Fama de América tenían el 80% del mercado por varias trabas y ventajismos en el intercambio de materia prima para la producción. Se decidió intervenir en Café Fama de América y nacionalizar a la Cafea, una planta en Rubio, Edo. Táchira.


LC: Usted ha trabajado intensamente con colectivos de trabajadores al largo y ancho del país. Una experiencia particularmente importante fue con los camaradas de La Gaviota, en el Edo. Sucre. ¿Puedes contarnos de ella?

La Gaviota es una fábrica que enlata las sardinas y está ubicada cerca de Cumaná. Durante los meses de enero y febrero se dio una huelga por parte de los trabajadores, pues el patrono estaba incumpliendo casi todos los reglamentos y la Ley Orgánica del Trabajo.

Decidimos intervenir allí para reactivar la planta. Pero, claro, las máquinas estaban desgastadas, el personal eran trabajadores mayores, y el proyecto del patrono era liquidar la fábrica. Pero eso significaba un desastre para las comunidades de alrededor, pues una buena parte de las familias dependían del funcionamiento de la fábrica. La fábrica tenía 300 trabajadores, la mayor parte de ellos eran de dos urbanizaciones cercanas.

Lo primero que hicimos era explicar a los trabajadores que nosotros no éramos unos nuevos patronos. Envié gente a la planta que, más bien, acompañaron los trabajadores como camaradas políticos, aprendiendo y enseñando a la misma vez.

Lo primordial en la primera etapa era romper la división entre trabajo manual y administración de la empresa. En cualquier empresa capitalista es lo normal que el patrono quiere separar a los trabajadores y los empleados, evitar a máximo costo que tengan una cercanía. Esto no es coincidencia, pues el manejo de los libros de cuenta, los presupuestos, la contabilidad, etc. revelan todos los secretos comerciales y muestran las cifras crudas. El patrono desea mantener todo esto oculto para los trabajadores.

El 19 de mayo, dos semanas después la intervención del estado, la fábrica ya estaba produciendo a 50% de su capacidad, que es decir entre 25 y 30 toneladas semanales. Los excedentes eran mínimos, pero la fábrica no dió perdida. Efectivamente, se mostró que eramos capaces de pagar los salarios, el mantenimiento y todo con la venta de los productos.

El órgano superior en todo este periodo fue la asamblea de trabajadores. En los primeros cuatro meses celebramos 40 asambleas con la participación de toda la plantilla. También se eligió un Consejo de Trabajadores, pero no era algo contrapuesto al sindicato. Al contrario, los dos organismos se complementaron, el Consejo manejaba la dirección diaria de la planta y el Sindicato luchaba por las reivindicaciones de los trabajadores. De hecho, es muy significativo que la mitad de los integrantes de la Dirección sindical, la parte más combativa, fueran también elegidos como voceros en el consejo.

Se inició además un profundo trabajo político-cultural con los trabajadores. Se creó un teatro obrero, se estableció una biblioteca para promover la lectura de los trabajadores y se dio espacio a las misiones educativas: Misión Robinson y Misión Ribas.

Esta fue una experiencia maravillosa que desafortunadamente se liquidó cuando sali del ministerio. Pero, no obstante, el ejemplo de la Gaviota muestra que el Control Obrero no es un “espejismo” como afirma Toby Valderrama y otros analistas, sino algo real que muestra cómo los trabajadores son perfectamente capaces de gestionar las empresas.

LC: ¿Porqué cree usted que le sustituyeron en el cargo como Ministro de Comercio?

ES: Muchas veces ha ocurrido que las decisiones poco populares se toman justo antes de vacaciones para intentar calmar a la gente. Así también fue en mi caso, me sustituyeron justo antes de los carnavales.

A mí no me dieron una razón y, claro, el presidente puede sustituir los cargos como desee. Pero puedo sospechar que los empresarios del sector agro-alimentario tenían su mano metida. Creo que ellos pedían mi cabeza como garantía para, en cambio, no generar desabastecimiento de alimentos en un año electoral. Ellos hicieron una amenaza y yo era el obstáculo que querían mover.

Lo primero que hizo el nuevo Ministro de Comercio, Ricardo Canán, era dar luz verde para un aumento de precio de productos tan importantes como el tomate, la margarina y la mayonesa. Yo jamás hubiera permitido eso.

LC: Después de los resultados electorales del 26 de septiembre, ¿Cuáles son las perspectivas para la Revolución Bolivariana?

ES: Hay dos escenarios factibles en la coyuntura actual. El primero es que haya una radicalización de la revolución. Para ir por esta via es necesario una rectificación interna en el seno del PSUV. Esto significa una lucha sin cuartel contra la burocracia y la corrupción.

El otro escenario es algún tipo de reconciliación del proceso con la derecha, o incluso podría haber un status quo, pero sin un avance significativo. Allí tendríamos una agonía, que es decir una muerte lenta de la revolución.

La contrarrevolución no va a apostar por lanzarse inmediatamente contra el presidente. A ellos no les interesa un referéndum revocatorio, pues necesitan los dos años hasta el 2012 para crear la suficiente apatía en los barrios, entre los trabajadores y los campesinos. Su arma fundamental es que el descontento se convierta en abstención, lo que sería mortal para la revolución.

Aunque los portavoces de la oposición hablan bonito, como si realmente quisieran resolver los problemas como la inseguridad, la alta inflación, etc, en realidad no les interesa desarrollar Venezuela como nación.

Ellos ni siquiera controlan su propia política, son controladas desde los EE.UU. Su motivo real es devolver el petróleo al imperialismo norteamericano.

Fíjese, es como si hubiera una gran maquinaria contra un hombre, el presidente Chávez ¿Usted se recuerda de la primera computadora que jugaba ajedrez contra el hombre? Algo parecido está ocurriendo ahora y, en realidad, el camarada Chávez está luchando solo contra este maquinaria. LC: Hemos hablado de muchos de los problemas que enfrentan la revolución. Pero ¿qué mensaje final quiere enviar a nuestros lectores? ¿Qué salida hay en la coyuntura actual?

ES: Mira, la única manera de avanzar es con un profundo debate en nuestro partido, en el PSUV. Hay que construir una corriente radical en el PSUV. No para fraccionar y dividir el partido, sino para contribuir como una corriente de pensamiento al debate vivo, a la discusión de ideas.

El presidente Chávez tiene que reconocer la existencia de una corriente radical en su movimiento. Dicha corriente puede salvar la revolución de una derrota aplastante, pues puede capitalizar el descontento y orientarlo hacia adentro. En lugar de tener gente valiosa que vaya a la casa, decepcionada con la burocracia y el lento avance para abandonar la política, podrían organizarse en una corriente radical si lo ven como una alternativa viable, como una esperanza.

Con una corriente organizada en el partido se podría desafiar la burocracia. No es cierto que la quinta columna sea la oposición venezolana, esto es un intento de confundir el término. La verdadera quinta columna es una burocracia que existe en nuestro propio movimiento bolivariano y debemos organizarnos para quitarle el puesto dirigente que ha asumido. Solo asi se puede rectificar, que es decir aplicar la tesis de los tres Rs a la revolución para poder salir adelante.

 

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