Hugo Chavez Frías
Discurso del Presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Hugo Chávez, en el Foro “Dos siglos de Independencia y la Revolución Bolivariana”
Buenas tardes a todos. Primero un saludo a toda Rusia, al pueblo de Rusia, a su historia, a sus mártires, a su heroico camino. Sentimos nosotros los venezolanos y las venezolanas una verdadera admiración por esta tierra, por este pueblo y por esta historia que siempre revive. Gracias Carmen Bohórquez por ilustrarnos, por enlazarnos. Gracias al eminente Doctor Alexándrovich, le hemos invitado a Venezuela a que vaya para allá y nos de una charla también en unos seminarios que hay que estar haciendo de manera permanente. Porque soy de los que cree que al contrario de lo que decía hace muchos años Francis Fukuyama y su tesis del fin de la Historia, nosotros estamos más bien al frente de un proceso de retorno de la historia, el retorno de la historia.
Un saludo a toda la gran comunidad rusa y a toda la comunidad mundial que hace vida en esta gran nación, al cuerpo diplomático que nos acompaña, a los países de Europa, América Latina, a nuestro embajador Hugo García Hernández, a la subdirectora de esta gran biblioteca, una de las más grandes del mundo, a sus trabajadores, trabajadoras, a su patrimonio del pueblo ruso.
Esta academia y esta biblioteca como muchas cosas aquí, a mí me gusta mucho siempre recordarlo, es hija de la Unión Soviética. Yo soy de los que cree que la Unión Soviética no desapareció. ¿Cómo va a desaparecer una gran revolución como esa? Es imposible que desaparezca. Sólo, como dijo aquel científico francés, se trasfiguró y aquí está esta patria, este mundo, estas nuevas generaciones que se levantan en Rusia, en los países que fueron de la Unión Soviética con un gran vigor, comenzando a escribir una nueva página de esta historia que es larga ya y que será larga en lo adelante.
Un saludo muy especial a los venezolanos y las venezolanas que están aquí, a los estudiantes que están por allá como siempre bulliciosos como toda juventud, a toda la juventud rusa, a las juventudes del mundo, a la juventud venezolana. Gracias por la invitación a este encuentro y yo me voy a permitir hacer algunas reflexiones más o menos en la misma tónica de estos dos excelentes historiadores y estudiosos de nuestras realidades que me han antecedido.
Fíjense que hace apenas unos días estábamos en Buenos Aires, convocados en emergencia los presidentes de la Unión de Naciones Suramericanas. Una experiencia novísima que está levantándose en aquel continente porque siempre también he creído que Suramérica es un continente. En América hay dos continentes, el del norte y el del sur muy distintos ambos. Y allá en el continente suramericano hay un proceso trepidante pudiéramos decir y precisamente este proceso huracanado, un parto, coincide con los 200 años de aquel proceso primero, pudiéramos decir también, de nuestra independencia, de nuestra emancipación.
¿Qué hacíamos en Buenos Aires? Convocados por la presidenta argentina, la compañera Cristina Fernández, la mayoría de nosotros mientras el presidente ecuatoriano que no pudo asistir a la convocatoria, nuestro camarada, el compañero Rafael Correa, estaba secuestrado en Quito, en un cuartel policial, acosado por la fuerza de la extrema derecha ecuatoriana y, por supuesto, detrás la mano imperial.
Milagrosamente salvó su vida el presidente Rafael Correa ¡Golpe de estado en Ecuador! Casi el mismo día en que estábamos rememorando 182 años después el atentado contra Simón Bolívar, el presidente de la Gran Colombia en Bogotá, el 25 de septiembre 1828. Doscientos años y es la misma historia. Líderes que pretendemos, pueblos que pretendemos romper las cadenas imperiales, las de los viejos imperios, las del nuevo imperio y tenemos que enfrentar la violencia desatada de la burguesía apátrida formada a imagen y semejanza del imperio norteamericano.
¡Qué grandes verdades! ¡Qué gran tesis escribió hace 100 años por estos años ese gran ciudadano de esta patria, de este mundo, Vladimir Ilich Lenin!: El Imperialismo la Fase Superior del Capitalismo. Yo soy de los que estoy siempre proponiendo releer a Lenin, releer a Trotsky, grandes pensadores, grandes líderes. Enterrados están físicamente pero sus ideas no podemos permitir que las entierren.
Pero ahí está ese imperio, arremetiendo de manera brutal contra los pueblos de América Latina y del mundo. Pero ustedes saben, como dijo aquel presidente mexicano: “Pobrecito México, tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos”. Ahora, eso podemos decirlo nosotros, todos los latinoamericanos y caribeños: pobrecita nuestra América, tan lejos de Dios y tan cerca del imperio maldito.
¡Cuánto daño le ha hecho a nuestra América el imperio yanqui! ¡Cuánto dolor, cuántas agresiones! Bueno, y no sólo las agresiones abiertas. Hace pocos días uno sorprendido pero uno no puede sorprenderse ante esas noticias, se van descubriendo cosas sólo que 50 años después, 40 años después: experimentos hechos en Guatemala por Estados Unidos sembrando en su población, en grandes contingentes de aquel pueblo hermano enfermedades como sífilis y otras enfermedades venéreas, haciendo experimentos. Ni hablar del pueblo cubano y los bombardeos químicos, biológicos y bacteriológicos, contra Cuba, las agresiones contra Centroamérica, Suramérica y el Caribe.
Pero yo me refería al encuentro de Buenos Aires, mientras el pueblo ecuatoriano batallaba hace pocos días con su presidente en contra de la pretensión de derrocar el gobierno legítimo de Correa. Hace apenas 2 años atrás ocurrió algo muy parecido en Bolivia. ¡Golpe de estado contra Evo Morales! Igual, salió el pueblo, salieron los militares patriotas a defender a su presidente, a su revolución democrática. Igual pasó en Honduras hace apenas 1 año ¡Golpe de estado contra Manuel Zelaya, contra el gobierno legítimo de Honduras! Derrocado por la fuerza de la extrema derecha y detrás la mano imperial. Y contra Venezuela la agresión es permanente, como yo lo reflexionaba en Buenos Aires aquella madrugada después que ya habíamos sentido algún alivio por la liberación del presidente Correa a través de una operación militar muy violenta con el lamentable saldo de varios ecuatorianos fallecidos y un gran número de heridos, entre ellos el canciller del Ecuador y milagrosamente, como sabemos, salió vivo el presidente Correa. Porque la orden de matarlo la dieron, como dieron la orden de matarme hace casi 10 años ya, el golpe de estado en Caracas, uno de los varios golpes de estado.
Yo señalaba y nuestro canciller que está con nosotros acá Nicolás Maduro, lo señalaba en Quito al día siguiente en reunión de cancilleres, que no basta con estar convocándonos en emergencia cada vez que haya un golpe de estado, que no basta con emitir un comunicado rechazando el golpe de estado o los golpes de estado cada vez que ocurre uno o se asomen las garras del fascismo en América Latina. Digo no basta porque se trata de una lucha de todos los días.
Así como León Trotsky desarrolló la tesis aquella de la revolución permanente, hoy estamos viviendo en América Latina la conspiración permanente contra los gobiernos y los pueblos de aquel nuestro continente. Es permanente y así hace como 200 años por distintas razones que hay que analizar en su contexto, en su significación, hace 200 años a Venezuela le tocó asumir posición de vanguardia en la Revolución de Independencia liderada por Miranda, Bolívar, Sucre, como nos recordaba la Doctora Carmen Bohórquez. Igual hoy, dos siglos después, distintas circunstancias han colocado a Venezuela en la vanguardia de los procesos de cambio en nuestro continente junto a Cuba, Bolivia, Ecuador, Brasil, Argentina, Uruguay, Paraguay, Nicaragua y muchos otros pueblos y corrientes que se levantaron de nuevo en aquel continente.
Fíjense ustedes que pareciera una gran contradicción: al mismo tiempo que caía la Unión Soviética y pretendían cerrar las puertas de la historia, pretendían convencer al mundo de que la historia había terminado, de que el único camino posible para el mundo era el del capitalismo, la hegemonía del capital, al mismo tiempo se levantaba el pueblo de Caracas precisamente contra las medidas capitalistas aplicadas e impuestas por el Fondo Monetario Internacional a casi todos los pueblos y gobierno de América Latina. Así que nos ha correspondido a nosotros todos estos años resistir una, y dos y tres y muchas más agresiones.
Ayer nada más saliendo para acá me puse a conversar un rato con un grupo de periodistas allá en Miraflores y algunos preguntaban refiriéndose a uno de los temas que la extrema derecha europea y sobretodo la española ha tomado desde hace algún tiempo, pero claro que no es sólo la ultraderecha española, es la ultraderecha mundial y sus empresas comunicacionales, como bien señalaba la doctora Bohórquez. Es un ataque permanente sistemático, bien orquestado. El tema de terrorismo, se pretende convencer al mundo de que en Venezuela hay campos de entrenamiento terrorista y se repite, se vuelve a decir y se presentan supuestas pruebas y unas declaraciones de unos supuestos terroristas arrepentidos. Que si Venezuela tiene campos de entrenamiento para la ETA, que si en Venezuela entrenan las FARC y no sé cuantos grupos terroristas del mundo. Es parte de las agresiones del imperio.
El narcotráfico es otro tema. Que si Venezuela se convirtió en un paraíso para el narcotráfico, que si el gobierno venezolano tiene redes de narcotráfico, además de los consabidos ataques y señalamientos de la dictadura venezolana. Yo les comentaba a unos amigos de Lisboa que hicimos escala esta mañana y fueron a saludar enviados por el primer ministro Sócrates y estábamos comentando y yo les decía que venimos saliendo de unas elecciones y ya estamos preparándonos para otras. Porque en esa dictadura tan extraña que hay en Venezuela hay elecciones todos los años y a veces hasta dos en un año. Una dictadura del siglo XXI que se fundamenta en elecciones permanentes.
En fin, hago estos comentarios un poco inspirado por las dos intervenciones que me han precedido para señalar con ello que el proceso de independencia en América Latina comenzó antes de que nos llamaran América Latina. Éramos en aquel tiempo la América Meridional o el Nuevo Mundo de Hispanoamérica. A nosotros nos llaman de muchas maneras —Hispanoamérica, Iberoamérica, Latinoamérica— cuando nuestro nombre propio aborigen es Abya Yala, el nombre de nuestro continente aborigen, pero nos fueron cambiando el nombre y nos siguen llamando de aquí de allá, según conveniencia de la geopolítica.
Pero esa independencia que hace 200 años comenzaba en América Latina está viva, no ha terminado. Estamos en pleno proceso de independencia, continuando la misma batalla de Miranda, de Bolívar, con las mismas banderas: emancipación, independencia. Y estamos resueltos, como nuestros padres y los padres de nuestros padres, a ser verdaderamente libres y no cejaremos en este empeño, pase lo que pase y cueste lo que cueste.
Tenemos en el camino recorrido bastantes enseñanzas, bastante tradición libertaria. Miranda pasó por aquí, como sabemos, hace más de 200 años ya. Y aquí hay un fragmento de una carta, que el gran Miranda, “el caraqueño universal”, le dirigía al embajador de Catalina La Grande en Londres, su amigo. Había estado Miranda por aquí, como sabemos por allá por 1786-87 y recibió el grado de coronel ruso, y de aquí partió. Y era ya 1792 cuando escribe esta carta, este fragmento. El 30 de agosto le escribe al embajador ruso, en Londres y le dice lo siguiente: “Heme aquí convertido en general del ejército francés de la libertad y a punto de partir al mando de una división en la frontera”.
Eran, sabemos, aquellos días de la Francia Revolucionaria resistiendo una agresión de los imperios europeos, de las monarquías europeas. Y Miranda se alistó al ejercito francés y él le dice al embajador: “El que yo me haya unido a los defensores de la libertad no debe sorprenderos, pues ya sabéis que es ésta mi divinidad favorita y que me he puesto a su disposición bastante antes de que Francia pensara en ello”. “Es la libertad mi divinidad favorita”, decía y termina con esta frase: “Pero lo que me ha inducido a ello aún con más fuerza es la esperanza de ser un día de utilidad a mi pobre patria a la que no puedo abandonar”. Era 1792 y Miranda tenía para entonces 42 años, él había nacido en 1750 en Caracas.
Y a los 42 años, ya había sido militar español, había peleado en África, lo mandaron a Cuba, y en Cuba desertó y pasó a Estados Unidos y estuvo batallando a las órdenes de George Washington. Y fue uno, así podemos llamarlo, de los libertadores de Estados Unidos, amigo de Washington, de Lafayette, Madison. Y a los pocos años apareció aquí, coronel de Rusia y en 1792, estaba general de Francia y llegó a ser mariscal de Francia y allá en el Arco del Triunfo, en París, está su nombre: Miranda. 20 años después de haber escrito esta carta en Londres, o a Londres desde París, andaba Miranda por los valles de sur de Caracas, con 62 años a cuesta, lo cual era bastante para aquellos años con la esperanza de vida que estaría por 40 ó 45 años. A los 62 andaba a caballo, comandando el primer ejército libertador de Venezuela.
Tenemos que salir en 10 minutos. Son las 6 y cuarto, saldremos en 10 minutos pues. La próxima visita, porque esta es la novena, señor embajador vamos a venirnos quizá un poco antes y hacemos una reunión y pasamos todo el día aquí conversando y oyendo preguntas. Y cantando, tienen un cuatro allá también.
Yo creo que en el poco tiempo disponible esa es la idea fundamental que yo quería ratificar aquí. En Venezuela y más allá en América Latina, 200 años después el proceso de independencia lo que ha hecho es reavivarse y ahora acoplándose a los nuevos tiempos, a las nuevas circunstancias. Miranda pensó en la unión de toda Suramérica, Bolívar tomó la idea y la desarrolló y la llevó a la realidad. Miranda no pudo, no le dio el tiempo. Moría preso en España pocos años después; cayó prisionero de España al fin. España lo persiguió desde 1783, desde la Habana.
Desde el 83, el imperio español persiguió a Miranda. Aquí en Moscú, hubo un lío diplomático, señor y amigo Luis Bilbao, está escrito, yo lo vi por allí, en los libros de esta biblioteca está.
Aquí hay más de 4 millones de textos, imagínate, es de las más grandes del mundo. Resulta que Miranda aparece en una recepción diplomática con el uniforme de coronel español. Él era militar graduado en España. El embajador del rey de España, del reino de España, reclama a Catalina, está escrito, de parte del rey, reclamando y exigiendo que no se le permitiera a ese traidor y desertor vestir el uniforme español. Catalina no sólo no le prohibió usar el uniforme de España, sino que le emitió y le dio el título de coronel ruso y después andaba con el uniforme de coronel ruso. Vean de dónde viene la amistad de nosotros.
A nosotros nos enseñaron de niño, una cosa mágica, Miranda hizo nuestra bandera. Esta bandera la diseñó Miranda en 1811, muy parecida. Ha sufrido modificaciones, pero ese amarillo, azul y rojo, fue Miranda el diseñador de la bandera y la presentó al Congreso Constituyente en el cual él fue diputado en 1811 y después comenzó la guerra y se fue, Generalísimo le nombraron.
A nosotros de niños nos contaban, las maestras de primaria, que Miranda quedó enamorado de Catalina, que nunca lo olvidó y que él hizo la bandera y le puso el amarillo, el color de sus cabellos; el azul, el color de sus ojos y el rojo encarnado de sus labios. Una historia de amor, quedó una leyenda, una leyenda de amor.
Bueno ese amor, esa leyenda, esa magia está hoy viva, más viva que nunca y esa es otra de las ideas, de los sentimientos que aquí anidan. Yo recuerdo, cuando nosotros estábamos por lanzar una rebelión en Venezuela caía la Unión Soviética. ¡Oh, desastre!, decíamos. Cuando el embajador García Hernández era mi comandante de tanques, comenzábamos nosotros, jóvenes tenientes, por allá por 1978-79, mi niña Rosa que está aquí, estaba chiquitica, estaba naciendo, ella nació entre los tanques.
Bueno pero pasaron los años, los 70, los 80 y aun cuando nuestro movimiento revolucionario tenía solamente raíces propias nacionales, afincadas en el bolivarianismo y en nuestra historia, sin embargo nosotros los jóvenes militares que éramos, mirábamos el mundo ya, mirábamos el horizonte, mirábamos a Cuba, mirábamos Nicaragua, la revolución sandinista y mirábamos allá en la lontananza, la Unión Soviética. Porque sabíamos, sabíamos que una revolución en Venezuela tenía que enfrentar a ese poderoso imperio, el más poderoso que ha habido en toda la historia, que se ha opuesto de las mil maneras a los cambios, por cualquier vía en América Latina, no sólo por la vía revolucionaria que encarnó el Che Guevara por ejemplo, que encarna Fidel Castro por ejemplo, sino también por la vía electoral.
Allí está el caso de Allende. Elecciones y ganó Allende. Derrocado y detrás la mano imperial. Y todos estos golpes de estado contra Zelaya, contra Evo, contra Correa, contra nosotros, Estados Unidos, la mano imperial.
Así que estábamos casi listos para lanzar la rebelión, impulsados por la historia y por el huracán. Porque como dice Víctor Hugo, en Los Miserables, en aquel diálogo inolvidable y luminoso de aquel obispo conservador, como casi todos los obispos, y aquel revolucionario moribundo de la convicción, y va el obispo porque se entera que está muriendo, era un buen hombre el obispo, pero era conservador. Y dialogan y aquel muriéndose, y el obispo bendiciéndolo, y el obispo le pregunta: ¿y por qué la sangre de 1792? ¿Por qué el rey decapitado?, ¿Por qué el niño rey? Y entonces le dice el grande, el pensador que era Víctor Hugo, es Víctor Hugo a través de sus personajes —pero también, pudiera haberlo dicho Cristo el de Nazaret, o lo puede decir Evo Morales que está al frente de una revolución, allá en el corazón de Suramérica en Bolivia— y le dice el revolucionario: Señor obispo, hace 500 años que viene formándose una tormenta, 500 años viene formándose una tormenta y usted quiere hacerle causa al rayo. El rayo es sólo el efecto de la tormenta que se acumuló.
Así somos nosotros, por eso dijo Fidel Castro un día cuando lo enjuiciaban, cuando lo juzgaban y le dijo a aquel tribunal: “Condenadme, ¡que importa! La historia me absolverá”.
No es mi culpa, nadie planifica revoluciones, las revoluciones son como los volcanes, un producto de la acumulación de fuerzas y brotan y luego nosotros, arrastrados como decía Bolívar en Angostura. Decía Bolívar tal cual: “Atribuirme a mí todo el bien y todo el mal. Yo sólo he sido arrastrado por el huracán revolucionario que me arrebataba como una débil paja”. Igual pasa hoy en Venezuela, un huracán que se desató.
Cae la Unión Soviética, cae el gobierno sandinista pero, sin embargo, la revolución venezolana como tenía su propia fuerza y no dependía de circunstancias externas pero para nada, brotó. Brotó un parto histórico. Lamentábamos entonces, por supuesto mucho la caída de la Unión Soviética y la caída sandinista. Sin embargo, ahí estaba el gigante Fidel, el pueblo cubano y la revolución cubana.
Y así pasaron estos años y nunca se me olvidará el día en que en un septiembre, era el año 2000, comenzaba la revolución bolivariana a hacerse gobierno. Ya yo era presidente y asistía a Naciones Unidas, a la conferencia de todos los años y me llegó la invitación para una reunión con el presidente ruso recién electo y apenas fueron 10 minutos. Siempre uno anda apurado en esas reuniones, y después de aquellos 10 minutos recuerdo que me dijo Vladimir Putin: “Chávez, yo le ruego que sigamos hablando en Moscú”. Y a los pocos meses yo estaba en Moscú y comencé a enamorarme de esta tierra, comencé a amar esta tierra y he recorrido esta patria rusa y he vibrado con su historia. He navegado el Volga, he llegado hasta allá a las profundidades, a Rostov del Don, he visto las caballerías de los cosacos. ¡Amo a Rusia!
Y yo pudiera decir hoy, para terminar, porque forma parte del mismo proceso de independencia de los pueblos del mundo: cada uno con sus circunstancias, cada uno con sus intensidades, ninguno de nosotros podría ser libre por sí solo.
Sólo unidos lograremos hacer realidad un mundo de justos y un mundo de libres. Acabad con los imperios, los viejos y los nuevos y haced realidad los sueños de tantas y tantos a lo largo de los siglos
Yo hoy puedo decirlo y lo digo con todo mi corazón en este noveno viaje a Moscú en el cual vamos a consolidar una serie de importantísimos acuerdos estratégicos adicionales a los que ya tenemos. Energía nuclear, bueno nos señalarán de que vamos a hacer bombas atómicas. No, nosotros no vamos a hacer bombas atómicas pero sí vamos a desarrollar en Venezuela la energía nuclear con apoyo ruso; eso tiene que saberlo el mundo y nada nos va a detener, nada nos va a detener. ¡Somos libres, somos soberanos, somos independientes!
El tema energético, petrolero, gasífero. Somos tanto Rusia como Venezuela grandes potencias petroleras y gasificas, de las más grandes de este planeta. Pues hemos hecho una alianza estratégica, estamos conformando empresas asociadas de petróleo, de gas, ciencia, tecnología. Pronto comenzará a llegar café venezolano, se los recomiendo sobre todo para estos días, para este día de Moscú de 0 grados, tomen mucho café y sobre todo café venezolano de lo mejor del mundo. El chocolate venezolano, ningún ruso, ninguna rusa debería dejar de tomar chocolate venezolano que va a comenzar a llegar pronto. Y es parte de la estrategia de la independencia, la harina de maíz socialista. Embajador, la gente pide harina, hay que traer unos barcos con harina; estamos también tratando de articular un vuelo Moscú-La Habana- Caracas. Todos esos son esfuerzos, esfuerzos que van dejando ya resultados de una alianza verdaderamente estratégica para darle forma al mundo pluripolar. Lo que decía Bolívar, el equilibrio del Universo.
Rusia tiene un gran papel que jugar en este siglo XXI. Venezuela su papel en nuestra América y modestamente decirlo también en otras partes del mundo. Nosotros de aquí vamos Bielorrusia, después vamos a Teherán, después vamos a Ucrania, vamos a Siria, lo que algunos llaman el eje del mal. Pero estamos jugando un papel y nada ni nadie impedirá que lo sigamos jugando.
Hoy, 20 años después de haberse iniciado en Venezuela la última revolución del siglo XX y la primera del siglo XXI pero que es la continuación de aquella la de Miranda la de Bolívar, yo puedo decirlo con el corazón. Llegamos a Moscú la primera vez, la segunda vez, la novena vez, Dios mediante la décima vez. No conseguimos a la Unión Soviética como seguramente lo hubiéramos querido. Pero ¡qué importa!, conseguimos a Rusia hermana, Rusia amiga, Rusia profunda. Mi saludo y mi amor a la patria rusa. Señores muchas gracias.
¡Qué viva Rusia! ¡Qué vivan los pueblos del mundo! ¡Qué viva la paz y la integración! ¡Qué viva la independencia! Buenas noches y muchas gracias.
Hugo Chávez. Moscú, Rusia. 14 de octubre de 2010.