Marta Gómez Ferrals
Prensa Latina
Creado con la intención de contribuir a la reducción de las emisiones de los gases de efecto invernadero, al fin y al cabo el mercado del carbono ha resultado una suerte de galimatías favorecedor de todo lo contrario.

En la Conferencia Mundial de los Pueblos sobre el Cambio Climático y los derechos de la Madre Tierra (Bolivia, 2010) se denunció el incremento de la emisión global de gases de efecto invernadero en 11,2 por ciento, de 1990 a 2007.

Tal es el saldo a la vista, a pesar de la puesta en marcha del mercado del carbono, uno de los tres mecanismos flexibles contra el calentamiento planetario aprobados por la ONU y refrendados en el Protocolo de Kioto, firmado en 1997 y vigente desde 2005.

«De buenas intenciones está empedrado el camino al…» y en los tiempos hemos visto que bajo los preceptos de la reducción y la promoción del desarrollo limpio y sustentable de los pueblos más pobres, en la vida real el mercado ha favorecido el incumplimiento del Protocolo.

El mercado del carbono, aseguran expertos, ha llevado la especulación financiera a altos niveles y convertido sus transacciones en un negocio lucrativo para inversores privados de muchos países desarrollados, quienes lo utilizan para evadir sus responsabilidades.

Papel del Banco Mundial

Janet Redman, codirectora de la Red de Energía y Economía sostenible del Institute for Policy Studies (IPS), radicado en Washington, aporta datos muy reveladores sobre el papel del Banco Mundial (BM) en la evolución del mercado de emisiones.

«En 1999, apunta la experta, el Banco Mundial entró al mercado del carbono con el lanzamiento del Fondo Prototipo de Carbono (PCF-Prototype Carbon Fund)».

«El Banco dijo entonces, continúa Redman, que su meta era catalizar temporalmente la inversión privada hacia la energía limpia y renovable, y así ayudar a detener la alteración climática por las emisiones de gases de efecto invernadero».

«Nueve años y dos mil millones de dólares después, el Banco está agenciando una cartera de inversiones del carbono rápidamente expansible, que enriquece a la industria sucia y poco hace por ayudar a los mil 600 millones de personas que viven en la pobreza.

De acuerdo con la especialista, el BM ha operado más de mil millones hacia las industria más tóxicas: las químicas, centrales carboeléctricas y de fabricación de acero, cemento y aluminio.

Y a pesar del compromiso inicial a favor del desarrollo limpio, sólo el cinco por ciento de las transferencias del BM del mercado del carbono se emplean en pro de la energía eólica, solar e hidráulica.

También se pudiera hablar largo y tendido del rol del BM en la implementación de los proyectos de desarrollo Limpio (MDL), incluidos entre las tres vías «flexibles» del Protocolo de Kioto.

El mundo desarrollado, especialmente la Unión Europea y Japón, han estado entre los promotores de estos programas, que en principio transfieren tecnología limpia a países emergentes.

Como la mayoría de las naciones en desarrollo han estado soñando con esto, nada mejor que aceptar de muy buen grado este aporte del primer mundo, a primera vista noble y justo.

Por muchas razones, su puesta en marcha no siempre ha sido beneficiosa.

Se ha visto que en algunos países este mercado, al dar prioridad a las transacciones bilaterales, ha disparado privatizaciones, el desmonte de bosques y la erosión de los suelos, y ha ocasionado perjuicios a comunidades rurales.

A pesar de las críticas crecientes contra el mercado, debido a sus negativos resultados en la reducción de emisiones, a todas luces la Unión Europea se mantendrá como la principal demandante de certificados o bonos en la próxima década.

Incluso ya ha trazado la legislación de su próxima fase, regidora de la compraventa de derechos de emisión en el período de 2013 a 2020.

Cómo opera el mercado

No es nada sencillo, pero intentaremos resumirlo.

La política del mercado de carbono y del MDJ establece el otorgamiento de bonos y certificados a aquellos que cumplan los preceptos de reducción o captura de gases de efecto invernadero, debido a la instalación de tecnología limpia.

La ONU y sus entidades deben garantizar la seguridad y la honradez en todo proceso de tramitación.

Por cada tonelada de CO2 no emitida o «capturada» de la atmósfera, se entrega un bono o certificado, avalado por la ONU.

Pero «coincide» con que las naciones pobres y emergentes tienen a su vez bajos índices de emisión, a veces muy inferiores a los trazados en los compromisos de Kioto.

Se dice que la idea de vender y comprar los bonos del mercado de carbono nació en Estados Unidos y se le atribuye a la profesora Graciela Chichilnisky, de la Universidad de Columbia.

Actualmente, se estima que unos 200 mil millones de dólares se han invertido en sus operaciones de compraventa.

La crisis económica y financiera, así como el cuestionamiento de sus métodos, posiblemente hayan ralentizado este mercado, pero no lo han detenido.

En sus transacciones, los países en desarrollo que dispongan de bonos pueden venderlos a las naciones ricas, excedidas por supuesto en sus emisiones.

Esto da derecho a los principales contaminantes a seguir incrementando sus emisiones, no importa en que tipo de industria sea.

Con esto, ellos se sienten justificados al ofrecer el supuesto aporte que hacen al desarrollo sustentable de los países pobres, lo que algún día ayudará a reducir las emisiones.

Nadie, a estas alturas, está en contra de la transferencia de tecnología limpia.

Es más, su flujo debiera incrementarse, según reclaman en múltiples foros las naciones sin recursos técnicos y financieros.

La salvación del planeta necesita realmente de la reducción de la contaminación en los flujos productivos.

Pero es inmoral seguir subordinándola a los vaivenes del actual mercado del carbono, con su lucrativa compraventa.

No es admisible que se utilice como mecanismo de cambio o vía libre para permitir a las naciones ricas seguir incumpliendo los compromisos de reducción de emisión de gases de efecto invernadero.

Distanciado en la práctica de su esencia original y con resultados nada halagadores, que hablan de su ineficacia, la COP 16 de México deberá retomar el asunto del manipulado mercado y pronunciarse, pues los pueblos esperan.

* Periodista de la redacción de Temas Globales.