Gloria Analco
Estados Unidos ha dado señales inequívocas de que ha estado realizando en el mundo el mayor despliegue militar de la historia, lo cual inspiró a Jules Dufour, filósofo y experto en asuntos bélicos, a decir que “la superficie de la Tierra está estructurada como un enorme campo de batalla”.

Si eso ya es motivo de preocupación, lo es más que dentro del excesivo poderío militar que EE.UU. ha movilizado en el planeta, hay un buen número de mini-bombas nucleares, con capacidad explosiva de hasta 6 veces mayor que la bomba de Hiroshima.

Y todavía más espeluznante es que EE.UU. ya se maneja bajo la doctrina de “guerra nuclear preventiva”, y esos terroríficos preparativos de guerra se encontraban avanzados desde hace cinco años, según señalan algunos expertos, lo cual hace presumir que ese país está por emprender su objetivo de dominar el mundo.

Para Michel Chossudovsky, autor del best-seller “La globalización de la pobreza”, es “completamente esencial” que la gente comprenda “la gravedad de la situación actual y actúen contra sus gobiernos enérgicamente para invertir la marea de la guerra”.

El peligro que él y otros expertos avisoran es que cuando EE.UU. promociona una guerra nuclear como un “instrumento de paz”, condonado y aceptado por las instituciones del mundo y las más altas autoridades, incluyendo las Naciones Unidas, no hay vuelta atrás: “la sociedad humana ha sido indefectiblemente precipitada al sendero de la autodestrucción”.

Las personas bien informadas, como es el caso de Fidel Castro que ha emprendido una campaña para detener esa locura, saben que EE.UU. ya ha dado el paso más temerario: integrar en sus objetivos militares los ataques convencionales y nucleares.

De hecho, un militar estadounidense, Jim Brown, acusó a su país de haber lanzado una bomba nuclear de cinco kilotones de potencia, entre Bazora y la frontera con Irán, el 27 de febrero de 1991, zona que registró en esa fecha un sismo de 4.2 grados Richter, y donde los casos de cáncer y tumores pasaron de 32 anuales en 1989, a más de 600 a partir de 2002.

Según Chossudovsky, los planes militares de EE.UU. se centran en “el empleo de la fuerza más eficiente”, y sus comandantes pueden escoger el armamento que más juzguen conveniente, entre mini-bombas nucleares, bombas de racimo y armas químicas y biológicas, consideradas “armas de destrucción masiva”, cuyo derecho de uso se reserva Estados Unidos.

Lo más insensato es que el mundo ignora que EE.UU. y sus aliados han estado muy ocupados en la militarización a nivel global, en vez de empeñarse en resolver los graves problemas que enfrenta la Humanidad en materia económica y social, y más bien con su política de militarización han contribuido a acelerarlos.

Resulta apabullante el despliegue militar en el planeta que ha realizado EE.UU., la OTAN e Israel, bajo las órdenes del Pentágono con una estrategia militar multinacional con propósitos de dominación mundial.

El despliegue de tropas y armamento de la llamada coalición se ha producido de forma simultánea en todas las principales regiones del mundo.

Se trata, según los expertos, de un diseño militar mundial cuidadosamente coordinado y controlado por el Pentágono, con la participación de las fuerzas armadas combinadas de más de 40 países.

La prensa internacional le ha seguido el juego a EE.UU. en justificar su política de ataque preventivo contra “Estados patrocinadores del terrorismo”, y facilitarle atacar a Irán para cambiar la correlación de fuerzas en el Medio Oriente, actualmente favorable a Irán, Turquía y Siria, que han estrechado sus lazos.

Es notable la creación de nuevas bases militares de EE.UU. en sitios estratégicos geopolíticos, con almacenamiento de armas avanzadas, incluidas armas nucleares tácticas.

Es el resultado de que EE.UU. ha colonizado militarmente a los países de Europa del Este, a través de la OTAN, lo cual, según el periodista estadounidense Rick Rozoff, que investiga esos temas, obedece a la corrupción de las élites políticas de esos países que han facilitado el expansionismo bélico estadounidense.

Para alcanzar sus objetivos, EE.UU. ha armado también a Estados del Golfo como Bahrein, Kuwait, Qatar y los Emiratos Árabes, con gobiernos también corruptos.

China y Rusia no escapan a la advertencia estadounidense con despliegue de misiles en Polonia, navales en Bulgaria y Rumania y el de tropas en Georgia, así como maniobras militares en la península de Corea, el Mar de Japón, el estrecho de Taiwán y en el Mar Meridional de China.

El despliegue de armamento ha sido a gran escala, lo mismo que los ejercicios militares, los simulacros de guerra, los acuerdos de cooperación militar con otras naciones y la transferencia de armas de avanzada tecnología, en puntos estratégicos del planeta.

A esos esfuerzos se han sumado países árabes de primera línea, además de Japón, Corea del Sur, India, Vietnam, Indonesia, Singapur y Australia. La Unión Europea es, desde luego, cómplice por medio de la OTAN.

Pero a Estados Unidos no le ha bastado semejante despliegue bélico, que incluye a América Latina, y el poder disponer de los ejércitos de otros países para sus propias guerras, sino que está dispuesto a utilizar armas nucleares tácticas para asegurarse todos los triunfos.

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