Observatorio Sociopolítico Latinoamericano

Convencido de que “la fisonomía de América Latina en la primera mitad del siglo XXI está sujeta al destino de los gobiernos progresistas actuales en el continente”, el sociólogo y filósofo brasileño, actual secretario del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO), Emir Sader, es consciente también de que las grandes reformas pendientes dependen de la consolidación de una plataforma de alianza entre las fuerzas sociales antineoliberales.

Considera que el gran reto político de los sectores sociales progresistas de la región es derrotar completamente el modelo neoliberal, pues de esta manera se avanzará paulatinamente en un proceso anticapitalista.

“Superar el neoliberalismo supone no solo desarrollar un nuevo modelo económico sino un modelo político que democratice profundamente las estructuras del Estado y se adapte a las necesidades de plena democratización de nuestra sociedad: de la propiedad de la tierra, del capital financiero, de los medios de comunicación entre tantos otros aspectos”, explica.

“Significa también –agrega-, encarar la superación del liberalismo y del capitalismo, mediante la creación de un nuevo bloque social, político y cultural de fuerzas de nivel nacional que hegemonice el proceso de transformaciones antineoliberales, en una dinámica de construcción de nuevas formas de poder popular para alcanzar una sociedad humanista”.

Para Sader, un proyecto de reformas profundas de la sociedad por la base “sin que desemboque en la alteración de la relaciones de poder, no conduce a ningún proceso real de transformación de las sociedades latinoamericanas. Por el contrario, los movimientos sociales, como los bolivianos que transformaron su fuerza social en fuerza política, son los que protagonizan procesos reales de cambio en el mundo”.

Licenciado en filosofía por la Universidad de Sao Paulo, Master en Filosofía y Doctor en Ciencia Política, este científico social y periodista fue perseguido por la dictadura militar brasileña de los años 60 y 70 del siglo pasado, por lo que se vio obligado a vivir en la clandestinidad y en el exilio durante trece años.

Cuenta con una amplia trayectoria académica. Ha sido profesor en las Universidades de Sao Paulo, Chile, Paris VIII y Oxford. Fue asistente del sociólogo político greco-francés Nicos Poulantzas, y actualmente es profesor de la Universidad del Estado de Río de Janeiro, donde dirige el Laboratorio de Políticas Públicas. Ha dirigido la Asociación Latinoamericana de Sociología, el Programa de Estudios de América Latina y el Caribe de la Universidad del Estado de Río de Janeiro y ha sido miembro del Comité Directivo del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO), del que es Secretario Ejecutivo. Fundador del Laboratorio de Políticas Públicas de Buenos Aires, y presidente de su Consejo Académico, es miembro además del Consejo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico de Brasil. Dirige la Colección Paulicéia en la editorial Boitempo y organizó, junto con Ivana Jinkings, Carlos Eduardo Martins y Rodrigo Nobile, la vasta obra Enciclopedia contemporánea de América Latina y el Caribe, que obtuvo el Premio Jabuti.

Autor de varios libros y ensayos, colaborador de numerosas publicaciones, Sader está al frente de la Secretaría Ejecutiva de CLACSO hace cuatro años, la cual es una institución internacional no gubernamental de investigación y enseñanza en ciencias sociales, creada en 1967, que mantiene relaciones formales de consulta con la UNESCO y agrupa un total de 278 centros de investigación y programas de docencia de grado y posgrado en 25 países de América Latina y el Caribe, Estados Unidos y Europa.

El nuevo topo y la nueva agenda

En su último libro, El nuevo topo, los caminos de la izquierda latinoamericana (Siglo veintiuno editores, septiembre 2009), convoca a hacer una revisión de los procesos de lucha de los sectores progresistas de la región a partir de sus antecedentes históricos, y al mismo tiempo, a asumir el compromiso de lucha en la construcción de alternativas para enterrar la infame y criminal “noche neoliberal”.

Adicionalmente, analiza los momentos de cambio que se han venido dando en Latinoamérica en las últimas décadas, el papel de los movimientos sociales, los factores que han incidido en su fortaleza, los obstáculos y los avances. Retomando la metáfora de Karl Marx que usó al topo, ese animalito miope, enfermo, y frágil, pero dotado de una gran paciencia y obstinación, que cava túneles bajo la tierra, y cuando menos se espera, abre una brecha y sube a la superficie, este investigador social brasileño explora los procesos de transformación social de buena parte de los países de América Latina y rastrea las formas concretas que asume hoy la lucha anticapitalista.

Una de sus observaciones es que los gobiernos progresistas de la región se están valiendo del Estado “para regular la economía, para inducir el crecimiento económico, para desarrollar políticas sociales, entre otras funciones”. Mientras los gobiernos de derecha que privilegian el modelo neoliberal, “desdeñan al Estado y transforman sus funciones en mínimas, dejando espacio abierto para el mercado”.

Hoy, señala, “el pensamiento crítico latinoamericano que tiene una larga tradición de grandes interpretaciones y propuestas teóricas y políticas”, afronta nuevos desafíos en la agenda temática: el nuevo nacionalismo y los procesos de integración regional, los pueblos originarios y el nuevo modelo de acumulación, los procesos de socialización y desmercantilización, las nuevas formas que adoptará el Estado, las funciones y la naturaleza de la esfera pública, la hegemonía del capital financiero, el modelo de agronegocios, la dictadura de los medios de comunicación privados, el futuro político e histórico del continente, entre otros.

En países como Brasil, Venezuela, Ecuador y Bolivia, anota Sader, “se está dando un rico y renovado espacio y elaboración teórica sobre los procesos en curso”.

Sobre estos temas y la coyuntura social y económica del continente, el Observatorio Sociopolítico Latinoamericano WWW.CRONICON.NET dialogó con Emir Sader.

El liderazgo de Brasil

Uno de las observaciones que de entrada hace el secretario ejecutivo de CLACSO es que en el conjunto de América Latina, Estados Unidos perdió la iniciativa económica y el liderazgo geopolítico que han pasado a manos de Brasil y China.

“No se trata de que Estados Unidos ya no juegue ningún papel en la región, porque sigue siendo la potencia dominante, sino del nuevo papel que tienen ahora sus competidores. De la mano de la sólida alianza entre Argentina y Brasil, se está construyendo una nueva realidad regional, que se caracteriza por una mayor cohesión entre los 12 países sudamericanos que se han dotado de instrumentos económicos, políticos y militares para caminar hacia una completa integración”, explica.

Brasil, que con el gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva ha ganado un fuerte liderazgo político y económico en Latinoamérica, constituye hoy el país más dinámico de la región, capaz de absorber porcentajes crecientes de la producción de sus vecinos. Hasta tal punto que el ministro de la Secretaría de Asuntos Estratégicos de la Presidencia brasileña, Samuel Pinheiro Guimaraes, acaba de lanzar una propuesta para que su país promueva una especie de Plan Marshall con miras a estimular y financiar la transformación económica de las naciones en desarrollo del continente, incluso abriendo sus mercados, sin exigir reciprocidad, e impulsando la construcción de infraestructura para lograr la interconexión continental.

Complementa su argumento señalando que “mediante alianzas con India, China, Suráfrica, Rusia e inclusive Irán y con la intensificación de los intercambios sur-sur, el continente puede adquirir una fuerzas considerable en una inserción distinta en el escenario mundial y en un mundo igualmente distinto”.

Enfrentar el monopolio de la palabra

Entre los retos que los gobiernos progresistas de América Latina tienen que superar, dice Sader, está la lucha contra el “monopolio de la palabra”, controlado por sectores privados de comunicaciones, en los que se ampara la derecha.

No es posible, sostiene, continuar con la impúdica manipulación mediática de los grandes conglomerados de la comunicación que solo les interesa fabricar una opinión pública que les permita seguir manteniendo el criminal modelo económico del libre mercado y satanizar las alternativas y gobiernos progresistas que vienen irrumpiendo en el hemisferio.

En su concepto, la prensa privada latinoamericana constituye “un circuito cerrado que condiciona lo que se denomina opinión pública, porque es una opinión selectiva determinada por el mercado de las agencias de publicidad. Esta es, -agrega-, la dinámica de la prensa mercantil que se financia no por la compra de los lectores sino por dichas agencias. Lo que les interesa es la capacidad de compra de los lectores”.

Además, otra característica de la “gran prensa” en el continente “es su condición de monopolio, frecuentemente familiar y con estrechos vínculos tanto con el partido político hegemónico como con el establecimiento”.

Entre la integración regional y los tratados de libre comercio

¿El fracaso rotundo del neoliberalismo ha traído consigo la reconfiguración del sujeto político en América Latina?

– Todavía no, aunque abrió camino a un nuevo campo de fuerzas antineoliberales que tiene configuraciones distintas conforme cada país. Yo diría que la línea divisoria en América Latina no es entre izquierda buena e izquierda mala como sostiene la derecha, sino entre los que han firmado tratados de libre comercio y los que están por la integración regional; entre los que privilegian el ajuste fiscal y los que están por las políticas sociales. Este segundo campo es el antineoliberal. Unos en forma más radical y otros en forma más moderada pero ese es el nuevo espacio delimitado por el fracaso del neoliberalismo. Un conjunto de fuerzas que van de países como Argentina, Uruguay, Brasil, Paraguay, Salvador, hasta Venezuela, Ecuador y Bolivia que tienen en común la legitimación de las políticas sociales y el privilegio del proceso de integración regional, vía UNSAUR, Mercosur, Banco del Sur, el gasoducto continental, el Consejo Suramericano de Defensa, sin configurar aún nuevos sujetos claros.

¿Hay posibilidad de consolidar un sujeto político en estos países que usted menciona?

– Es difícil por la heterogeneidad que el neoliberalismo profundizó en América Latina que un sujeto pueda unificar u homogenizar salvo en casos particulares como en Bolivia con el movimiento indígena. En Ecuador se habla de movimiento ciudadano que es un conjunto de fuerzas diversas que son antineoliberales; El movimiento bolivariano en Venezuela nos remite a un sujeto específico. Yo creo que se va a unificar una plataforma de alianzas o un bloque de fuerzas antineoliberales en los que estarán fuerzas históricas como el movimiento sindical, el movimiento campesino y el movimiento indígena, pero la forma que asumirá y la autonomía organizacional va a depender de la configuración de cada formación social a nivel nacional.

¿Cómo analiza el proceso de integración en América Latina? ¿Es optimista al respecto?

– Es positivo en el sentido de que los gobiernos progresistas de América Latina buscan contribuir a edificar un mundo multipolar, resquebrajando la hegemonía imperial norteamericana. En segundo lugar, la crisis del capitalismo ha demostrado los beneficios que tiene para un país como Brasil, la integración regional, y otro como México que tiene un TLC con Estados Unidos, en virtud del cual su comercio internacional depende en un 90% de esta potencia, y por lo tanto se le viene una época prolongada de dificultades enormes. Brasil y otros países como Ecuador y Bolivia han podido salir de la crisis, primero por la diversificación del comercio internacional. El principal socio de Brasil es China, ya no es Estados Unidos; en segundo lugar, por la intensificación del comercio interregional. El papel de China en la reactivación económica está claro. Y en tercer lugar, por el aumento extraordinario del mercado interno del consumo popular. Aún durante la crisis, estos países con gobiernos progresistas no han disminuido las políticas sociales, se ha aumentado el poder adquisitivo de los salarios, y por primera vez en estas naciones no han sido los más pobres los que han terminado pagando el peso más duro de una crisis y han logrado salir de ella. Esto demuestra que la integración regional es un camino incluso pragmáticamente eficiente. En contraste, en países como Perú, Colombia y México siguen deteriorándose sus índices sociales y han pagado un precio más caro por la crisis que los países que apuestan por la integración.

¿No es un oportunismo que tras la debacle que generó el neoliberalismo en la crisis mundial del capitalismo, sus defensores hayan acudido al Estado para encontrar su salvación?

– Siempre ha sido así. En momentos de crisis usan el argumento de que el Estado tiene que intervenir, como si fuera una cirugía, pero después de que interviene, el organismo sigue funcionando igual. No es una idea de intervención dura, estructural, simplemente es coyuntural y episódica para que el mercado pueda volver a funcionar, aunque nunca será en las condiciones que propugnaban antes. La crisis es una oportunidad pero lo grave es que la usan para recomponerse y el sur del mundo no tiene un proyecto propio.

La crisis del capitalismo es sistémica, pero no se ve una alternativa de modelo económico a la vista…

– El problema mayor de la humanidad hoy es que mientras el capitalismo evidencia sus contradicciones y sus límites, los factores de construcción del anticapitalismo y del socialismo también han sufrido un retroceso brutal. Entramos en un periodo de hegemonía unipolar en el que el socialismo desapareció de la agenda mundial con la caída del muro de Berlín, entonces no hay que creer que es posible una solución anticapitalista en lo inmediato. Las transformaciones introducidas por el neoliberalismo como la fragmentación social y el modelo norteamericano de vida dominante, representan obstáculos que sólo podrán ser vencidos en una larga y profunda lucha política e ideológica, para volver a colocar el socialismo a la orden del día. Lo que se abre es un periodo largo de inestabilidad, de disputa hegemónica, si bien es cierto que el modelo neoliberal está agotado. Hoy por hoy lo que se plantea es la superación del neoliberalismo, en la medida en que se logre con desmercantilización, con creación de espacios para recuperar los derechos sociales, se estará avanzando en un proceso anticapitalista.

El debilitamiento de Estados Unidos

Hablemos de seguridad hemisférica. ¿Cuál es el trasfondo en su opinión para que el gobierno de Colombia haya posibilitado la utilización de al menos siete bases militares al Comando Sur de Estados Unidos?

– En primer término hay que decir que es un tema que va más allá del los problemas internos de Colombia. La presencia norteamericana en bases militares de este país obedece al debilitamiento político de Estados Unidos en América Latina en lo político, más allá del tema del conflicto colombiano. Esa presencia afecta no solo a Venezuela y Ecuador sino al conjunto de la región. Brasil ve con recelo esta situación porque tiene amplias reservas naturales particularmente en la Amazonía que son ambicionadas por Estados Unidos.

¿Cómo analiza la consolidación de los enclaves de la a derecha en América Latina como Colombia, México, Perú, Chile y Honduras?

– Creo que los gobiernos progresistas que se mantienen como en Uruguay, Bolivia, Ecuador, Venezuela, la sucesión de Lula que es muy probable que sea favorable a la izquierda en Brasil, van a configurar un poco la fisonomía de estos países en la mitad del siglo XXI y a la vez van a significar una derrota muy dura para la nueva generación de la derecha puesto que se abre un espacio de crecimiento y de avance en el proceso de romper el modelo. El sueño norteamericano siempre ha sido unir Brasil con Chile a través de una línea derechista y el gobierno de Piñera es un enclave que dificulta las alianzas en la región. Creo que la política norteamericana en América Latina está dirigida a quebrar la unidad de los gobiernos progresistas moderados y radicales. La fuerza del gobierno de Lula de alguna manera ayuda a dar músculo político a estos gobiernos de izquierda, por eso las elecciones más importantes de la región serán las del Brasil, porque lo que está en juego es la consolidación de una transformación continental posneoliberal. Mi impresión es que Dilma Roussef ganará gracias al apoyo de Lula, cuyo discurso desarma a la oposición. La derecha carece de un proyecto propio para Latinoamérica, pero tiene poder de veto por su hegemonía en el capital financiero y por el control de los medios de comunicación, además, tiene dificultades, no sabe con qué piezas va a contar.

Colombia y México los mayores desastres de América Latina

¿Pero no se puede subestimar la fortaleza de la derecha en Colombia y en México?

– Yo creo que Colombia y México son los mayores desastres de América Latina. En México la economía decrece y la situación social se deteriora. En Colombia y Perú no sé si es igual o peor, lo que se observa es que aunque en estos países la economía crece, la situación social se empeora.

Una de los obstáculos para el pensamiento emancipador y los sectores de izquierda es la manipulación mediática, “el arma de la palabra”, como usted ha señalado. No ha sido posible democratizar los medios de comunicación en los países con gobiernos progresistas. Esa es una tarea pendiente…

– En el caso de Brasil que es el que conozco mejor hay tres temas pendientes: hegemonía del capital financiero, modelo de agronegocios y dictadura de los medios de comunicación privados. Sobre el tercer tema objeto de la pregunta, creo que es uno de los más graves porque no habrá democracia sin una opinión pública formada y la izquierda no tiene todavía un modelo. El tema, sin embargo está planteado, ya hay una ley en Argentina; en Brasil se convocó una conferencia sobre telecomunicaciones por primera vez; la división en América Latina es muy clara: la derecha está agrupada alrededor del monopolio de los medios de comunicación y el pueblo que vota por políticas sociales. Por eso en el caso brasileño un periodista cuando fueron derrotados él y el periódico donde trabajaba en las elecciones presidenciales de 2006, acuñó la siguiente la frase: “el pueblo derrotó a la opinión pública”. Probablemente el modelo va a ser uno que combine fortalecimiento de medios públicos con medios alternativos y comunitarios. Hay que quebrar ese derecho privado injustificado de algunas familias que se apropiaron de los medios para forjar opinión pública.

Fuente: http://www.cronicon.net/paginas/edicanter/ediciones46/nota12.htm