Daniel del Pino
Público
Necesitamos gente que diga la verdad y que lo hagan no como yo lo hice, no después de que haya una nueva escalada, no después de que hayan caído las bombas, sino ahora». Eso dijo en una entrevista sobre Afganistán hace un año Daniel Ellsberg, el analista militar que en 1971 filtró a The New York Times y otros 20 periódicos los Papeles del Pentágono.
Ellsberg fotocopió las 7.000 páginas del diario de la guerra de Vietnam clasificado de alto secreto por la Administración Nixon y las entregó a la prensa. Eran la demostración de las atrocidades de las tropas estadounidenses y de los planes del presidente para ampliar el conflicto a Laos y Camboya, mientras el Gobierno contaba a la opinión pública lo contrario. La presión social cambió el panorama de una guerra imposible de ganar.
En The Integrity Line los empleados denuncian abusos en sus empresas
Las personas que reclamaba Ellsberg han aparecido esta semana. Ahora, la pregunta es la misma que se pudo hacer él al filtrar la información sobre Vietnam. ¿Pueden los 75.000 informes publicados por Wikileaks, que aún preserva otros 15.000, cambiar el rumbo de la guerra de Afganistán? Se antoja complicado. Pero lo que sí han conseguido es darle la vuelta a la percepción sobre el conflicto. Y lo han hecho de una manera mucho más rápida que Ellsberg gracias a Internet.
Servidores en Suecia
Wikileaks echó a andar hace más de tres años y ya colecciona un millón de documentos oficiales más o menos secretos, provenientes de filtraciones. Aloja sus servidores principalmente en Suecia, donde la ley obliga a los medios a proteger sus fuentes. Y su imagen pública, Julian Assange, hacker y periodista australiano, ha conseguido amplificar de una manera muy inteligente el impacto de cada informe que cae en sus manos.
Cryptome destapó la complicidad de Microsoft con el ejército
En marzo publicaron un vídeo sobre Irak, en el que se vería un helicóptero Apache de EEUU atacar a un grupo de civiles. Hubo 12 víctimas, entre ellos un periodista, y sirvió de catapulta a la organización para proyectarse y adquirir una notoriedad que antes no había conseguido.
Wikileaks había destapado con anterioridad, entre otras cosas, el Climategate que precedió a la conferencia sobre cambio climático de Coope-nhague en 2009, los asesinatos extrajudiciales ordenados por el Gobierno de Kenia en 2008, o un listado con 500.000 mensajes que se enviaron en Nueva York la mañana del 11-S.
Antes de ellos nacieron otras webs que intentaron y siguen intentando hacer un trabajo parecido. Cryptome es una página que en 1996 comenzó a publicar, como Wikileaks, documentos e informes secretos. Sus servidores albergan volúmenes de fotografías no publicadas de la guerra de Irak, listas con supuestos agentes del MI6 británico o la localización de instalaciones del Gobierno de EEUU.
Wikileaks se apoya en la prensa tradicional para ganar prestigio
Pero quizá su caso más sonado fuera el último. Cryptome consiguió y publicó un manual de Microsoft en el que la empresa da permiso y explica a las fuerzas de seguridad estadounidenses cómo utilizar sus bases de datos para conseguir información sobre usuarios. La demanda de la compañía de software obligó a cerrar la web durante tres días.
Y como ellas, Sun Light Foundation, National Whistelblowers Center o Confidential Informant tratan de someter a la lupa de la opinión pública secretos de los que la gente de a pie normalmente no se enteraría.
Los leaks o filtraciones en internet no van sólo encaminados a someter al escrutinio público al Gobierno de EEUU. También existen webs como The Integrity Line, que se ofrece a los trabajadores que quieran denunciar de manera anónima las malas prácticas de sus empresas.
Muchos columnistas y editoriales se han preguntado en los últimos días si Wikileaks es el futuro del periodismo. Quizá sea una vuelta a las raíces más básicas. Trabajar las fuentes. Pero las filtraciones han existido y siempre existirán en periodismo y, en la mayor parte de las ocasiones, contribuyen a la transparencia de los gobiernos.
Escándalo en Reino Unido
Un caso muy claro es el de Reino Unido. En mayo del año pasado el diario The Daily Telegraph se hizo con la base de datos de todas las cuentas de gastos de los diputados británicos. El diario denunció los excesos que estaban cometiendo los políticos reclamando a las arcas públicas la devolución del dinero en concepto de dietas por construir casas para patos, pistas de tenis o comprar comida para el perro.
Assange cree que los medios tradicionales tienen demasiados intereses creados
La publicación desató la mayor crisis política en un siglo en el país y obligó al presidente del Parlamento a presentar su dimisión. Hoy, el Gobierno británico actualiza semanalmente en internet esas cuentas de gastos de los diputados.
Assange mantiene que los medios convencionales tienen demasiados intereses económicos como para denunciar cosas como las que recoge su Wikileaks. Quizá no le falte razón. Pero en el caso de los archivos de Afganistán, sin la ayuda de los diarios The Guardian, The New York Times y el semanario Der Spiegel, es posible que no hubiera obtenido la credibilidad que, por nombre, le han otorgado estos medios tradicionales.
El tribunal que absolvió a Ellsberg en 1973 dijo que «sólo la prensa libre puede poner en evidencia de manera efectiva la decepción en los gobiernos». Eso es lo que ha provocado Wikileaks con su nuevo periodismo. Pero con la ayuda del periodismo de siempre.
http://www.publico.es/internacional/330491/secretismo/aguas/web