Bianca Zammit
Tomado de Desinformémonos
Gaza, Palestina. Nasser Abu Thaima es el líder tribal del pueblo que lleva el mismo nombre, localizado al sur de Gaza. Él trabajaba como albañil en Israel. Cuando comenzó el cerco se terminó su posibilidad de trabajar en Israel, así que se dedicó a la agricultura. Su familia tiene 14 dunam (medida equivalente a 1000 m²) en la tierra de amortiguamiento. Durante los últimos tres años regresaba a esta zona para plantar trigo en invierno, y para cosecharlo en el verano. Este verano, mientras trabajaba, aparecieron detrás de la cerca de la frontera cuatro jeeps del ejército israelí. Los soldados dispararon y algunos tiros cayeron a cinco metros de donde estaba él. “Los años anteriores cosechamos el trigo sin problema. En cambio este año los soldados nos dispararon y está claro que nos quieren herir. De mí dependen 35 niños y adultos, y como ahora no puedo trabajar en Israel, este es el único trabajo que queda. Cosechamos la mitad del trigo. Esto nos ayudará por algunos meses.”
La prensa internacional ha notificado recientemente que el cerco a Gaza ha entrado en una nueva fase, “facilitando” la vida de 1.3 millones de habitantes en la franja de Gaza. El gobierno de Israel hizo pública su decisión de permitir el ingreso a Gaza de otros productos, entre los que están juguetes infantiles, chocolate, agujas, salsa catsup y dulces (mostrando así lo más inhumanos del cerco). La UNRWA, la misión de la ONU responsable de los refugiados palestinos, dijo que mientras las fronteras permanezcan cerradas el cerco continuará infligiendo miseria y castigando a toda la población.
La franja de Gaza está cercada desde hace tres años, cuando en junio del 2007 Israel declaró el cierre de todas las fronteras, incluyendo las ya cerradas por mar y aire. Gaza se convirtió en una gran prisión, y permanece así hasta ahora. A causa del cerco, 80 por ciento de la población depende de la UNRWA y de otras ONG’s internacionales para la comida y los materiales de construcción. Así es como el cerco produce la mayor miseria. Aunque el pueblo palestino es conocido por su diligencia y trabajo duro, las estadísticas hablan de 60 por ciento de desempleo como resultado directo del cerco.
Está prohibido el ingreso de materias primas a Gaza, y con las fronteras cerradas el 10 por ciento de las fábricas que aún operan, no pueden exportar sus productos. Muchas de las fábricas fueron destruidas durante la operación “Plomo fundido” y otras que hubo después. La última fábrica que fue destruida fue una de queso, y la destruyeron los ataques aéreos de abril. Israel se asegura que la actividad económica y de autosuficiencia permanezca al mínimo posible. Una fábrica que producía salsa de tomate pidió importar contenedores para la salsa, la respuesta de Israel fue que permitirá el ingreso de salsa producida en Israel.
Antes del cerco, Gaza era famosa por las fresas y las rosas, que eran exportadas a Europa. Ahora sólo exporta un camión a la semana, como parte de un proyecto apoyado por el gobierno holandés. Durante la operación “Plomo fundido” los tanques del ejército israelí destruyeron cientos de kilómetros de tierra agrícola y pozos de agua. Para muchos campesinos el costo de replantar las frutas y verduras y reconstruir un pozo es mucho y no pueden pagarlo.
Desde hace dos años el trabajo de los campesinos se ha vuelto peligroso. Israel declaró una nueva política respecto a la zona de amortiguamiento y amenazó con disparar a quienes se acerquen a 300 metros de la frontera. Para los campesinos que tienen sus tierras en la zona de amortiguamiento esto significa elegir entre el desempleo y trabajar arriesgando su propia vida. Muchos, en un intento de proporcionar comida a sus familias optan por la segunda opción.
Al inicio de este año, campesinos y familias que viven cerca de la zona de amortiguamiento se organizaron y cada semana tiene una marcha no violenta a 50 metros de la frontera. La marcha sirve para pedir que se respeten los derechos de los campesinos, y que el ejército israelí no use las balas contra civiles desarmados, y que los campesinos puedan seguir trabajando su tierra.
En el mar los pescadores padecen los mismos abusos a sus derechos. Mientras que los acuerdos internacionales entre Israel y Palestina hablan de una frontera de 12 millas náuticas, Israel declaró que la frontera está a tres millas náuticas de la costa de Gaza. Los pescadores son obligados a trabajar en esas tres millas, causando una aglomeración y una seria reducción de peces. Además, hay muchos casos documentados de pescadores que estaban a menos de tres millas y fueron fusilados por la artillería israelí.
El 25 de marzo del 2010, Hazem Gora’ani, de 26 años, estaba pescando con sus hermanitos en los mares de Gaza, dentro de las tres millas náuticas. En las primeras horas de la mañana la artillería israelí se les acercó con la intención de robar a los pescadores y a su barco y llevárselos al puerto israelí de Ashekelon. Presos del pánico, los pescadores se dirigieron a la costa de Gaza. La artillería abrió fuego contra los pescadores, hiriendo gravemente a Hazem en el cráneo. Después de la segunda operación en el hospital, Haazem está consciente y puede moverse lentamente. “No sé qué hacer. Soy un pescador y amo mi trabajo pero es muy peligroso. No estábamos siquiera cerca de las tres millas, no sé por qué se la tomaron en nuestra contra. Yo tengo que trabajar por mi familia y la pesca es la única oportunidad que tengo.”
Más allá del trabajo, el cerco se manifiesta en todos los aspectos de la vida. En el corazón del cerco están las restricciones a la libertad de movimiento porque es ahí donde las necesidades y los sueños de la gente encuentran su final. Los enfermos y heridos que necesitan ir a un hospital fuera de la franja de Gaza tienen que esperar semanas y meses esperando coordinación y permisos. No todos los enfermos pueden pedir un nuevo permiso. Muchos pierden la vida a causa de estas restricciones que ha introducido el cerco.
Yousef Abdul Jarrab Al-Mughrabi, de 21 años, era estudiante de la Universidad de Ciencias Aplicadas. Durante la operación “Plomo fundido” una bomba cayó y explotó cerca de su casa, causándole ceguera y parálisis del lado derecho de su cuerpo. Los médicos de Gaza hicieron lo que pudieron, pero teniendo máquinas a las que les faltan piezas sugirieron continuar las operaciones fuera de Gaza. Él se puso en contacto con un hospital de especialidades en Egipto y lo invitaron a ir. Durante dos meses trato de salir de Gaza pero siempre se lo prohibían. En el tercer mes lo dejaron salir. En el hospital le hicieron estudios y encontraron que era demasiado tarde y que ya no podía ser operado.
Muchas de las familias tienen integrantes viviendo fuera de la Franja de Gaza, Cisjordania y Jerusalén este. Además, hay cerca de tres millones de refugiados palestinos fuera de los Territorios ocupados palestinos. Para el pueblo de Gaza es casi imposible recibir permiso para visitar a sus familiares en Cisjordania o en algún otro lugar fuera de los Territorios ocupados palestinos.
Estudiantes que han ganado becas para estudiar en universidades fuera de Gaza muchas veces son devueltos en la frontera, perdiendo así su beca. Algunos de los que estudian fuera y vienen a Gaza durante las vacaciones de verano, se encuentran que cuando van a la frontera les prohíben salir, impidiéndoles continuar sus estudios. Estudiantes de Gaza que están en universidades de Cisjordania están siempre bajo el peligro de ser deportados.
En octubre de 2009, Berlanty Azzam, una estudiante de Belén fue vendada, encadenada y retenida en un puesto de control mientras atravesaba entre Ramallah y Belén. Los soldados le preguntaron si era de Gaza, y cuando respondió que sí, la retuvieron durante siete horas sin mayor explicación de lo que sucedía. Después la subieron a un vehículo y la llevaron a Gaza. Le faltaban dos meses para terminar sus estudios y titularse en Economía empresarial, un curso de cuatro años. Berlanty solicitó a Israel un permiso para volver a Cisjordania, para terminar sus estudios. La respuesta de Israel fue negarle el ingreso.
Para las familias con prisioneros en Israel la situación no es mejor. Desde el inicio del cerco todas las visitas familiares para palestinos provenientes de Gaza fueron eliminadas. Algunas cárceles permiten que los prisioneros escriban cartas o llamen cada dos meses, mientras que otras impiden cualquier tipo de comunicación con la familia. Para muchas familias el único medio para poder saber sobre sus familiares es hablar con ex-prisioneros que acaban de salir.
Majed Abu Komposs, de 32 años, fue arrestado y llevado a una cárcel israelí hace tres años cuando soldados del ejército israelí entraron a su casa en las primeras horas del día. Majed trabajaba en una ONG internacional que proveía comida, muebles y financiamiento a familias pobres. La cárcel militar condenó a Majed a 19 años. Él está casado y tiene dos hijos, y no ha visto nunca a su segundo hijo. La familia no lo puede visitar y el único medio de comunicación entre ellos es a través de cartas. Faiza, la mamá de Majed, le escribe cada semana y con una carta le manda fotos de Mohammed, su segundo hijo.
El cerco destruye a la comunidad, volviéndola dependiente del financiamiento externo. Pero los palestinos encerrados en Gaza no quieren donaciones de harina y lentejas, los palestinos quieren vivir como cualquier gente en cualquier parte del mundo, quieren trabajar y ganarse la vida con sus propias manos, quieren el derecho de viajar, quieren que aquello que producen sea exportado, que los extranjeros puedan probar y disfrutar sus productos, y que conozcan así quiénes son los palestinos. Además de esto, el hecho de que después de tres años Israel permita el ingreso de juguetes infantiles y chocolate simplemente deja ver la verdadera casa inhumana del cerco.