Rómulo Pardo Silva
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El objetivo de la difundida preocupación del sistema por la democracia y los derechos humanos en Cuba no es criticar ni negociar determinados actos, es destruir su socialismo. En consecuencia después de cada aflojamiento el plan debe proseguir.
La campaña, fuerte y bien coordinada como siempre, se debe enfrentar sin caer en el error de responder la pauta de acusaciones acordada por la sedición inteligente. La explicación socialista a las personas abiertas a escuchar tiene que hacerse desde su pensamiento y política.
Cuba es soberana y su pueblo a través de los poderes constitucionales determina sus leyes. Este orden jurídico no admite como opción política el capitalismo ni organizaciones que lo promuevan. Dado el acoso que sufre castiga severamente a quienes lo hacen pagados por gobiernos extranjeros.
Estados Unidos financia con sumas millonarias a los políticos empresarios de origen cubano que viven en Miami y a opositores en la Isla. La meta común de ellos es restablecer la situación anterior a la revolución.
El pueblo cubano en cambio toma medidas para defender su triunfo. Está en su derecho.
La democracia cubana comprende las elecciones periódicas y el debate de diferencias al interior del socialismo. Sabe que no es imposible un regreso a los empresarios privados, pero no les regalará un solo espacio. Tendrían que derrotar a sus armas, su educación y salud gratuitas de calidad, sus políticas ecológicas, la ausencia de malnutrición infantil, su solidaridad internacional… Es su decisión en lucha.
Cuba no es ingenua. Washington la invadió, recurrió a ejecuciones extrajudiciales y a ataques explosivos y biológicos. La Casa Blanca declara que tiene su propio programa constitucional para una posrevolución, obviamente fuerzas armadas fascistas, privatizaciones, leyes de privilegio para los ricos, negocio para capitales extranjeros, campañas de consumismo, medios de información privados, subcultura mediática… Los cubanos saben que la CIA y el fascismo batistiano realizarían una matanza.
Bolívar, O’Higgins, Artigas, San Martín, no permitieron la alternativa del regreso al dominio español. Crearon nuevos regímenes soberanos según sus ideales de gobierno, sociedad, economía, fuerzas armadas, relaciones internacionales, guerra y paz.
El imperio, sus colaboradores occidentales, los acomodados de los países dependientes, los cubanos capitalistas, hicieron y hacen la guerra a la Cuba popular. Han perdido. Los socialistas ganaron y tienen el poder para desarrollar una sociedad nueva, única en el mundo.
Se puede conversar y negociar con Cuba respetando su sistema solidario. De lo contrario habrá más lucha.
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