Aram Ahronian
ALAI, América Latina en Movimiento

La situación suscitada entre Colombia y Venezuela pareciera conformar el preámbulo de un conflicto bélico que habría que situarlo, forzosamente, en el contexto geopolítico internacional de guerra asimétrica diseñado por el imperialismo, máxime cuando se trata de atacar a un gobierno y un proceso de tendencia socialista, en un país que posee grandes recursos naturales, especialmente energéticos, de escasez mundial.

¿La última provocación de Uribe? Álvaro Uribe no sólo convirtió su país en una suerte de portaviones estadounidense, sino que se empeñó en escalar los conflictos en la línea de militarización que defienden el Pentágono y el Comando Sur como modo de asegurar el control de un patio trasero que se les escapa de las manos.

Los primeros desarrollos de la denuncia realizada por el actual ministro de defensa de Colombia y posiblemente próximo embajador en Washington, el empresario cafetalero Gabriel Silva, pone en evidencia la ejecución de una operación  sicológica de masas (OPSIC), obviamente dirigida a la formación del imaginario colectivo para fortalecer el tema del vínculo del gobierno de Hugo Chávez con las FARC .

Esta matriz que viene siendo trabajada desde hace tiempo y desde diversos frentes, con el objeto de hacer una acusación en instancias internacionales y facilitar una eventual intervención militar “antiterrorista”. A Caracas se le acusa de tener vínculos no solo con las FARC sino con etarras e iraníes, en lo que se da en llamar el “eje del mal”, en medio de la presentación de un mapa del terror conformado por la presencia de tropas y bases estadounidenses no solo en Colombia, Araba y Curazao, sino también en Costa Rica y quizá mañana en Panamá, nuevamente.

Las operaciones psicológicas son dirigidas a masas poblacionales sobre las cuales se quiere influir en tiempos de confrontación. Se trata de la manipulación de las emociones .Hay que tener en cuenta que siempre las OPSIC han servido de preámbulo para una agresión militar, provocando un incidente dentro de la concepción de operaciones extraterritoriales o persecución en caliente.

Las operaciones psicológicas no son un fenómeno mediático aislado, sino que poseen finalidades políticas múltiples tales como deslegitimación del proceso, descalificando la obra del gobierno de Chávez, exaltando fallas y errores.

Esta ofensiva mediática colombiana bien puede ser utilizada como plataforma en el proceso eleccionario venezolano que se avecina, donde la oposición vernácula funciona como caja de resonancia de la campaña, quizá con la esperanza de que el gobierno bolivariano se vea obligado a adoptar una postura defensiva ante el arribo del gobierno de Juan Manuel Santos.

Pero hay algo que nos llama la atención en Venezuela y es el desarrollo de una matriz de opinión, fruto de la ingenuidad, la desinformación, donde se afirma que con el arribo formal de Santos al gobierno, la estrategia va a cambiar y se van a disipar las amenazas. Esto obedece a falta de información o ignorancia de la trayectoria y ejecutoria de Santos en el Plan Colombia y en el Plan de Seguridad Democrática. O a manifestaciones de deseo que la tensa situación cambie y el temor o el miedo se disipen.

No se comprende que existe una política de Estado, en la que están inmersas las políticas comunicacionales (informativas, publicitarias) que, dirigidas a la parte emotiva y no racional del ciudadano, anteceden, acompañan y justifican las acciones políticas, Y un tándem que las lleva adelante: Uribe-Santos.

Santos, no hay que olvidar, es el artífice (con la complicidad y/o anuencia de Uribe) de los “falsos positivos” (endilgar a la guerrilla del asesinado de centenares de jóvenes, en montajes de los organismos de seguridad), de la violación de la soberanía de países vecinos bajo la concepción de las operaciones extraterritoriales (bombardeo del campamento de Raúl Reyes), del asesinato selectivo de dirigentes populares, campesinos e indígenas, de los acuerdos para instalar soldados gringos en las bases y en el territorio colombianos.

Hay que tener claro que hay gente –como Santos, que supo contar siempre con una excelente caja de resonancia mediática para sus planes- en las altas esferas de Colombia –quizá con asesoramiento extranjero– capaz de poner una bomba en la Escuela de Guerra para paralizar los acuerdos de canje humanitario del gobierno y la guerrilla.

Santos no es menos derechista ni fascista que Uribe y seguirá siendo un fiel aliado de Washington y combatirá a la guerrilla hasta exterminarla.

Antes de ocupar el Ministerio de Defensa, y en plena campaña presidencial de Álvaro Uribe, Juan Manuel Santos contrató los servicios de The Rendon Group para el «partido de la U». Hay que recordar que casi 50 por ciento de la ayuda estadounidense para el Plan Colombia se dedicó a una campaña de imagen del Ministerio de Defensa, encabezado por Santos.

Como buen oligarca, Santos piensa en grande, en los intereses de su clase. Uribe piensa en su futuro personal, dice Raúl Zibechi. Y no puede seguir el mismo camino de su antecesor, porque hoy la guerrilla no es ya una amenaza para la estabilidad del Estado ni para la gobernabilidad. Y para asegurar el poder de las clases dominantes, ahora debe apelar al crecimiento económico para edificar las bases de largo plazo de la estabilidad.

Los medios de comunicación social son cada vez más importantes en la formación del imaginario colectivo, precediendo, acompañando y justificando los conflictos. En este caso se trata de una operación psicológica tendente a la utilización de los déficits en varias direcciones como la consolidación de una fuerza opositora con mayoría electoral, el aislamiento internacional y la justificación de una intervención militar.

Apunta a la ingobernabilidad y sirve de caldo de cultivo para la insurgencia armada interna (guarimba, paramilitarismo, operaciones encubiertas, rebeliones parciales tanto policiales como militares), la agudización de las contradicciones, incentivando paros y huelgas, hasta llegar al colapso del aparato productivo, para intentar presionar el pronunciamiento militar. Cabe recordar el paro petrolero de 2002

Con la operación psicológica buscan generar un contexto de máxima presión con la movilización social: marchas, tomas, trancas, paros, huelgas, posiblemente crear una situación de caos y crisis total del país, que genere conflictos, hostilidades, enfrentamientos y violencia.

Para Carlos Lanz eso significa fomentar el calentamiento de calle y la violencia social como clima de desestabilización general que se necesita, similar a la de abril de 2002, lo que permitiría pasar a las acciones militares, como sucediera en Europa del Este, donde la lucha de calle combinada con grupos de choque armados que copan edificios sedes del gobierno, logran paralizar a las fuerzas del orden y derrocan al gobernante de turno.

Y el telón de fondo que permite comprender las motivaciones en este cuadro de crisis capitalista es la conquista de mercados y control de las materias primas (fundamentalmente las energéticas) a través de los tratados de libre comercio, y la presencia militar norteamericana bajo el pretexto del combate global al terrorismo y al narcotráfico, permitiendo que el complejo industrial-militar, con sus empresas contratadas hagan negocio con la traída de mercenarios, vendiendo armas y equipos: helicópteros, radares.

Todo esto se va a ver ampliado con la instalación de soldados estadounidenses en las siete bases en territorio colombiano. EEUU no se limita a levantar un campamento, sino que importa toda la cultura de comida rápida, centro comercial y recipientes de usar y tirar, señala Lanz.

Manipular las emociones

Sin dudas, resulta risible la base argumental del embajador colombiano en la OEA, al mostrar fotos y videos de los campamentos, pero esto forma parte de la manipulación informativa. No se trata de veracidad sino de percepción noticiosa. No se trata de apelar al sentido racional o crítico del espectador, sino a las percepciones de éste.

Se trata de hacer uso del aspecto emocional, que es una técnica clásica de la manipulación mediática, tendiente a causar un cortocircuito en el análisis racional y al sentido crítico de los individuos. Además la utilización del registro emocional permita abrir la puerta de acceso al inconsciente para implantar o insertar ideas, deseos, miedos y temores, compulsiones, o inducir comportamientos.

La meta es colocar a Venezuela como una amenaza, con aspiraciones expansionistas, reestructurar las fuerzas armadas para ponerlas a tono con este reto militar, lo que incluye compra de nuevos armamentos.

El ministro colombiano de la defensa muestra un viraje estratégico: de la coartada del combate a la insurgencia pasa al justificativo del conflicto con fuerzas externas: “el ejército está dispuesto a atacar bases guerrilleras en otros países, algunos jefes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) estarían en territorio venezolano”, dijo.

Esto justificaría, en esa línea argumental, reforzar y modernizar el armamento para enfrentar “agresiones” exteriores de países con “aspiraciones expansionistas ideológicas y territoriales” que amenazan a Colombia.

La utilización de mentiras y medias verdades no es nueva. Recordemos las denuncias de la posesión de armas de destrucción masiva por parte de Irak y si queremos ir un poco más atrás, al nacimiento de la noticia espectáculo con la transmisión en vivo y directo de Peter Arnett de lo que se dio en llamar la Guerra del Golfo, en 1991.

Desde entonces para todos quedó en claro el alcance de los nuevos medios de comunicación y el uso que se proponían hacer de ellos: difusores del mensaje y las imágenes únicos. Las noticias, censuradas por el Pentágono, pasaban a ser espectáculo; un espectáculo armado de forma que pudiera interesar a dos mil millones de televidentes a lo largo y ancho del mundo, dejando la sensación de hecho consumado.

Pero eso no quedó ahí. Cuando los marines llegaron a Somalia, los periodistas de la CNN estaban esperando a los soldados. Ya les habían recomendado llegar antes del amanecer, para mejorar sus imágenes de libertadores, e ingresar, además, en el horario estelar de los noticieros mundiales. Existía un guión (tanto para los marines como para los periodistas): ya se sabía lo que iba a ocurrir.

Hay formas de construir el consenso, y la de Uribe-Santos no ha sido demasiado original, recurriendo, cuando fuera necesario, al asesinato y la intimidación y, por ejemplo, sugiriendo que canales de televisión con información alternativa a la de su gobierno (como Telesur) no debían ser transmitidos o retransmitidos por canales del interior o sistemas de cable alternativos.

Durante el primer gobierno de Uribe (2002-2006) fueron asesinados 18 periodistas. Muchos periodistas colombianos han optado por el exilio como única forma de preservar sus vidas ante las amenazas de muerte. Casi una treintena de periodistas está bajo la protección de la Fiscalía para que puedan cumplir con sus labores, muchos fueron asesinados. ¿De qué democracia, de qué libertad de expresión estamos hablando?

En una nación sumida desde hace cinco décadas en un conflicto social y político de expresión no solo violenta sino también armada, los medios de comunicación comerciales insisten en que el camino es el de la paz romana o la paz de los sepulcros, que no es otra que defender la guerra para vencer a la insurgencia y llevarla en condiciones de derrota a la claudicación en la mesa de diálogo.

En Colombia hay un solo diario nacional, El Tiempo, ahora comprado por capitales españoles, al igual que Radio Caracol, y otro con esperanzas de serlo, El Espectador. El vicepresidente de Uribe, Francisco Santos, ex editor del diario El Tiempo, sostuvo que los medios de comunicación “crearon una caja de resonancia a los hechos terroristas que sin duda fueron más efectivos que la misma utilización de explosivos por parte de estos grupos ilegales”. Su primo es Juan Manuel, también de El Tiempo.

Dentro de este contexto hay que destacar que los grupos paramilitares vienen dándole singular importancia a la intimidación de los medios y periodistas alternativos, pues los medios comerciales son regulados por otras vías, incluida la autocensura. Además, el paramilitarismo, a través de empresas fantasmas y de testaferros, se ha venido haciendo del control de las televisoras locales o por parabólicas, hasta el extremo de trabajar por incidir en la composición de la Comisión Nacional de Televisión.

Con Uribe, el conflicto colombiano no “vendía”, porque lo que se ofrecía en los escaparates era  la (inexistente) paz, la entrega de armas de los paramilitares, la negación misma del conflicto. Y durante su gobierno se da un cambio importante en el comportamiento de los medios trasnacionales de información, que dejan de informar sobre las violaciones de los derechos humanos, tratando de crear un imaginario sobre un país pacificado y feliz.

“Nunca antes en Colombia la prensa ha sido tan presionada desde el Ejecutivo, pese a que nunca ha sido tan sumisa”, señalaba Rodrigo Pardo, ex canciller pero también ex director de la revista Cambio.

La estrategia del gobierno colombiano ha sido la de invisibilizar el conflicto: si no difundo lo que sucede, puedo hacer creer que este no existe. Que nadie se entere de lo que pasa realmente en Colombia, así podemos estigmatizar los movimientos sociales, disfrazar de seguridad pública a las más burdas represiones, olvidarnos de los millones y millones de excluidos, los miles y miles de desaparecidos enterrados en fosas comunes, los cuatro millones y medio de desplazados internos. Y, a la vez, montar supuestas acciones terroristas para endilgárselas a la guerrilla.

Lo que hereda Santos

A Santos, en la continuación del gobierno de ocho años de Uribe, le toca atacar el frente  interno, donde deberá depurar no solo algunos cargos militares sino también varios en la administración del Estado, además de mejorar las relaciones con los otros poderes, el Judicial y el Legislativo.

Pero el otro frente decisivo es el externo, hacia donde Santos debe relanzar la economía y eso pasa, sin dudas, por mejorar las relaciones con los vecinos y potenciar la integración regional. Algunos analistas señalan que por eso Santos se propone recomponer las relaciones con Venezuela, pero obviamente desde posiciones de fuerza.

El cuadro de situación es dramático: las exportaciones colombianas a Venezuela cayeron de 7 mil millones de dólares en 2008 a menos de mil 500 millones; el nivel de pobreza es de 43% y la indigencia alcanza 16%, en un país que ostenta las mayores tasas de desempleo y de informalidad de la región. Venezuela ha sustituido estas importaciones por compras a Argentina y Brasil.

La frontera binacional de dos mil 200 quilómetros vive en la permanente angustia económica por la parálisis comercial, y antes de partir Uribe decretó la emergencia social en los 37 municipios fronterizos, suspendiendo –incluso- el cobro del IVA.

Santos no puede relanzar la economía sin mejorar las relaciones con Brasil, capaz de absorber porcentajes crecientes de la producción de sus vecinos. El ministro de la Secretaría de Asuntos Estratégicos de la Presidencia de Brasil, Samuel Pinheiro Guimaraes, acaba de lanzar un Plan Marshall para estimular y financiar la transformación económica de los países menores; abrir, sin exigir reciprocidad, sus mercados, y financiar la construcción de la infraestructura de esos países y su interconexión continental, (de forma de asegurar su dependencia).

Y también, si quiere acceder al TLC con Estados Unidos, Colombia deberá mejorar en mucho su deteriorada imagen en la defensa de los derechos humanos. El Comité de Derechos Humanos de la ONU denunció la última semana en Ginebra la impunidad de que gozan paramilitares que cometieron graves violaciones de los derechos humanos en Colombia. «En la práctica existe impunidad para un gran número de graves violaciones de derechos humanos. Entre los más de 30.000 paramilitares desmovilizados, la gran mayoría no se ha acogido a la Ley No. 975 de 2005 y falta claridad acerca de su situación jurídica».

Para este tema de mejorar la imagen humanitaria, Santos utilizará a su vicepresidente, Angelino Garzón, un ex dirigente sindical de la Unión Patriótica y ex gobernador del Cauca, quien acaba de elogiar a Chávez por haberle pedido a las FARC y al ELN que cambien su estrategia armada.

La especialidad de Rendón Group es la de reclutar y subcontratar agentes (periodistas, presentadores de televisión, artistas populares, académicos) dispuestos a justificar ideológicamente el Plan Colombia o Plan Patriota y, finalmente, la estrategia de «seguridad democrática» del presidente Uribe.  Y a eso se dedicó, desde que en 2002 impulsara la creación de la Fundación Seguridad y Democracia (FSD), integrada por un «selecto grupo de personas».

Aquí no terminó la historia

Pero estas versiones emitidas por el canciller colombiano, para ser creíbles, requieren de confirmación empírica, ya que no se pueden sostener con un simple montaje. Por eso hay que esperar acciones encubiertas complementarias, nuevas provocaciones que avalen el supuesto salto al vacío.

La confirmación del desarrollo de una operación montada según el esquema de The Rendón Group (extrapolaciones, generalizaciones, proyecciones), reproduce actuaciones anteriores que marcan la complicidad de los medios masivos de comunicación: el mismo día de la primera denuncia la revista Semana publicó un artículo con el mismo el guión argumental sobre la presencia de la FARC en territorio venezolano. Y en la noche, la televisora Caracol montó un escenario similar.

Hay diversas técnicas utilizadas en esta operación sicológica, como las distorsiones informativas, a lo que llaman la gestión de percepción vía noticia, bombardeando la misma imagen y el mismo mensaje –por ejemplo-  por CNN, Caracol, las agencias trasnacionales de información y los medios venezolanos de oposición.

El primer objetivo de la operación psicológica es la de marcar la agenda informativa y política y producir y distribuir noticias intoxicadas, temas generadores priorizados y jerarquizados, repetidos por diversos medios nacionales e internacionales, hasta que lleguen  a ser creídos y hasta defendidos. En dicho proceso se aplican métodos de fragmentación, extrapolación, generalización, proyección, silencios e imágenes y audios censurados, con excelente manejo de la presentación gráfica, programas de opinión con “expertos”. La ejecución está en manos de un conjunto de operadores: armadores, anclas, legitimadores, validadores, político-sindicales, financieros.

Galeano dixit

No quisiera terminar sin dejar un excelente escrito de Eduardo Galeano, porque Colombia nos duele a todos:

“En el caso de las bases militares en Colombia no solo ofende la dignidad colectiva de América Latina sino también la inteligencia de cualquiera, que se diga que su función va ser combatir las drogas”.

“Casi toda la heroína que se consume en el mundo proviene de Afganistán, casi toda, datos oficiales de Naciones Unidas que cualquiera puede ver en Internet. Y Afganistán es un país ocupado por Estados Unidos y como se sabe los países ocupantes tiene la responsabilidad de lo que ocurre en los países ocupados, por lo tanto, tienen algo que ver con este narcotráfico en escala universal y son dignos herederos de la reina Victoria que era narcotraficante”.

“La celebérrima reina Victoria de Inglaterra impuso el opio en China a lo largo de dos guerras de treinta años, matando una cantidad inmensa de chinos, porque el imperio chino se negaba a aceptar esa sustancia dentro de sus fronteras que estaba prohibida. Y el opio es el papá de la heroína y de la morfina, justamente”.

“Los Estados Unidos que tanto usan la droga como coartada para justificar sus invasiones militares, porque de eso se trata, son dignos herederos de esa fea tradición. A mí me parece que es hora que nos despertemos un poquito, que no se puede ser tan hipócrita. Si van a ser hipócritas que lo sean con más cuidado”.

“Este país andino que enfrenta un gobierno autoritario entregado a los intereses de los Estados Unidos, con una alarmante situación de violación de derechos humanos y con un conflicto interno que lo sigue desangrando”.

“Si hay un tribunal mundial que alguna vez va a juzgar a Colombia por lo que de Colombia se dice: país violento, narcotraficante, condenado a violencia perpetua, yo voy a dar testimonio de que no, de que ese es un país cariñoso, alegre y que merece mejor destino”.

– Aram Aharonian es periodista uruguayo-venezolano, fundador de Telesur, director del Observatorio en Comunicación y Democracia (ULAC)