Patria Grande/DPA

Con motivo de la cumbre del G20, la metrópoli financiera canadiense de Toronto vive el mayor operativo de seguridad de su historia.

El ambiente es más acogedor y tranquilo dos horas al norte, en la región turística de Muskoka, donde hoy y mañana se reunirá el G8, en Deerhurst, un complejo totalmente aislado. El asentamiento de Huntsville en medio del bosque está cercado hace días. Algunos manifestantes intentaron – en vano – acercarse en canoa, pero fueron interceptados.

En total fueron movilizados 19.000 policías. Toronto, la mayor ciudad canadiense, se encuentra en estado de excepción. Los contribuyentes se irritan por los costos de la cumbre, que cada día son más altos. Ahora se habla de 1.240 millones de dólares canadienses, unos 1.200 millones de dólares estadounidenses. Sólo en seguridad se gastaron 930 millones de dólares canadienses (900 millones de dólares estadounidenses). Aunque es cierto que nunca antes se habían reunido conjuntamente el G8 y el G20.

Aún se recuerdan las violentas manifestaciones en anteriores cumbres del G8, como en la localidad alemana de Heiligendammen 2007, o en Gleneagles (Escocia) en 2005, o en la ciudad italiana de Génova en 2001, donde hubo un muerto y cientos de heridos.

También en Canadá crece el malestar: “Es una pesadilla”, sacude la cabeza un policía en Toronto. Las masivas medidas de seguridad parecen incomodarlo: “En Canadá no estamos acostumbrados a tantos policías en la calle. Esperemos que no pase nada”.

“Estaremos contentos cuando nuestra ciudad vuelva a pertenecernos“, opina un taxista, a pesar de tener buena cantidad de trabajo entre visitantes de la cumbre y periodistas.

Una valla de seguridad de tres metros de altura cerca el centro de conferencias en Toronto, donde se reunirán los líderes del G20. La policía tiene atribuciones excepcionales: toda persona que se acerque a menos de cinco metros de la valla y se resista a los controles, podrá ser detenida.

Las medidas de seguridad son “excesivas e innecesarias”, dice Garry Barr de la coalición de grupos de acción canadienses. Un antiguo estudio de cine ahora funciona como prisión. “Estado policial”, dicen las voces críticas.

Las empresas en el distrito financiero de la metrópoli dieron hoy el día libre a sus empleados o les permitieron trabajar desde sus casas. No pocos habitantes del centro de la ciudad huyeron. “Si no aquí estaría lleno de gente”, dice un taxista. “Todos están afuera.” Durante la semana sólo hubo pequeños eventos de protesta como una marcha contra la discriminación de homosexuales: “Somos gay, somos grandiosos, estamos en contra de la cumbre del G20″, rezaba el lema.

Manifestantes de otras partes de Canadá llegaron este viernes en buses a Toronto. Un “grupo muy grande y bien formado”, promete Soren Ambrose de ActionAid, una organización que combate la pobreza en el mundo. Sin embargo, nada indica que vaya a haber manifestaciones masivas. Los activistas admitieron “altibajos” en la participación de las protestas contra el G8. Aunque Ambrose opina que “el movimiento está considerablemente vivo, como verán en las calles de Toronto”.

Las medidas de seguridad no pueden impedir que los manifestantes “ataquen a las personas que son responsables por las enormes miserias del mundo”. dijo el militante antiglobalización Jaggi Singh.