Hay que derribar- a martillazos, sí es necesario- la idea de un mundo acabado y, sustituirla por la idea de un mundo inacabado, es que el mundo de lo acabado conlleva el veneno de la quietud. El mundo capitalista, ya hecho por una mano peluda que todo lo calcula en dinero y a la que no le importa cuanto vale en verdad un niño, un joven, un anciano-progresivamente- es la manzana de una discordia a la que hay que pararle los mochos y, sin atenuantes. Se trata de una confrontación entre el humanismo burgués y el humanismo revolucionario.
En el socialismo, la calificación del hombre debe hacerse en función de valores, no de dinero. El “cuanto tienes cuanto vales” propio de la más corrompida sociedad capitalista ha pervertido las relaciones sociales, es así que vemos a esa caricatura de juventud, arremillada como pajuatos, y pelando su fokinyet, públicamente, sin una ñinga de pudor y esgrimiendo consignas sin pie ni cabeza, y piden libertad con la dosis de libertad que le conceden quienes, tras bastidores, los manejan; es que se trata de pajuatos manipulados como a muñequitos con hilos que, después de la función, quedan tirados por ahí con los hilos enredados sobre sí y eso es muy triste y vergonzoso.
La sociedad socialista debe ser siempre un mundo inacabado. En el socialismo, los jóvenes revolucionarios deben contar con su propia organización mental porque eso es lo que les permite ir llenándose de contenidos, de valores propios del nuevo humanismo, es que a cada trecho andado, debe revisarse la validez de los conceptos, puesto que la revolución científica y el desarrollo de las tecnologías crean nuevos escenarios que de no ser asimilados apropiadamente, arrastraría a tutilimundi a un abismo social. Los jóvenes no son responsables de las enconadas guerras que azotan al planeta pero son quienes más las sufren, eso hay que considerarlo, hay que parar la matanza de jóvenes, hay que recordar que la primera guerra de la humanidad surgió a la par de la primera propiedad privada y éste es el objetivo ciego del capitalismo depredador y chupasangre.
Las guerra es consecuencia de la estructura de clases en las sociedades, por eso, el que nuestros jóvenes revolucionarios tengan conciencia de clase, es fundamental. Sólo construyendo el socialismo podemos abatir la brecha entre una clase y otra y, consecuencialmente alejar el peligro de la guerra.
Más allá, la guerra entre Estados generaliza el sufrimiento a las generaciones por venir y destruye la Naturaleza. De manera que es un objetivo prioritario de nuestra juventud, construir el socialismo para evitar la guerra. Por nuestra parte, me refiero al PSUV, como partido de la revolución bolivariana, tenemos que proseguir temprano y muy a fondo, en la tarea de echar las bases del hombre bueno-que como dijo el Ché: “el hombre nuevo” será la recompensa de nuestros sacrificios-tal como las bases de un edificio, que deben ser profundas.
Por décadas, la televisión comercial venezolana y hasta la del Estado-para esclavizarnos- estuvo presentándole a nuestra niñez un mundo ya elaborado, pleno de valores falsos, verdades artificiosamente ilustradas, era y es una de sus maneras de preparar a los jóvenes para la sumisión y la quietud, de tal modo que nuestros niños no tuvieron chance de hacerse preguntas, todo estaba acabadito y eso hay que demolerlo para darle paso a una verdadera identidad: La del muchacho inconforme, explorador, preguntón, creador de su propia realidad, no debemos dejar que el imperialismo atapuce de basura la cabeza de nuestros mocosos, para intentar castrar al nuevo joven revolucionario.
El Ché Eterno, a 82 años de su querida presencia, sigue Comandando en Jefe a todos los revolucionarios de nuestro continente.
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