Pablo Stefanoni
Semanario Brecha

“Supuesto militante de FARC cae en Paraguay”. “Capturan a un presunto elemento de las FARC en Fernando de la Mora”, “Militares lanzan peculiar batalla para fortalecer la lucha contra el EPP”. “Declara policía, víctima del ‘cazabobo’ del EPP”. “Policía de Brasil, en alerta ante la presencia del EPP”, “EPP tiene apoyo [en el Gobierno], dice Salyn”. Estos titulares del diario ABC Color, desde la portada hasta la página 5 de un martes cualquiera, son sólo una muestra del clima de acoso político-mediático que acecha al Gobierno de Fernando Lugo, que ahora tiene como punta de lanza la emergencia de un enigmático grupo guerrillero en el norte del país: el Ejército del Pueblo Paraguayo.

Por estos días acabó el estado de excepción votado por el Congreso sin que ninguno de los esquivos miembros del EPP fuera capturado, y ni siquiera visto. Se dice que esta misteriosa guerrilla, que ya tiene una página en Wikipedia, cuenta con unos quince miembros. Hasta ahora, destruyeron maquinaria agrícola de una hacienda sojera acusada de contaminar a todo el pueblo ―en Concepción―, atacaron un cuartel militar en San Pedro (la región donde Lugo fue obispo), colocaron una bomba en el Palacio de Justicia y secuestraron a los hacendados Luis Alberto Lindstron y Fidel Zavala, este último obligado a repartir carne a los pobres como “cortesía del EPP” antes de ser liberado previo pago del rescate después de tres meses de encierro. Todos estos hechos fueron reivindicados por la dirigente Carmen Villalba desde la prisión.

Aunque al parecer, los “combatientes” del EPP provienen del grupo Patria libre (de donde también habrían salido los secuestradores de la hija del presidente Raúl Cubas Grau, Cecilia, finalmente asesinada en 2004), muchos creen que actúan en connivencia con el narcotráfico. De hecho, el departamento de Concepción está virtualmente tomado por los narcos, y allí se enfrentan el PCC (Primer Comando de la Capital) y el Comando Bermelho, ambas organizaciones criminales brasileñas. “En el norte, la gente ya no habla de ganaderos, sino de narcoganaderos” dice el sociólogo Tomás Palau desde sus oficinas del instituto Base/investigaciones sociales. Gran parte del campo paraguayo está en manos de grandes latifundistas de brasileños y “brasiguayos” (descendientes de brasileños) dedicados al monocultivo de soja, donde hace tiempo que no reina la ley estatal y ni siquiera, en gran medida, la soberanía paraguaya.

Paraguay vive, así, una colonización permanente: después de la época colonial stricto sensu, vino la guerra de la Triple Alianza: Brasil, Argentina y Uruguay acabaron con el modelo endogenista de G. R. de Francia y los López en una guerra criminal financiada por los bancos ingleses. De 1.500.000 habitantes en 1865, Paraguay pasó a 250.000 en 1870, al concluir el conflicto bélico, y, como recuerda Palau, “el territorio fue repartido entre los vencedores; las mejores tierras quedaron en manos de empresas anglo-argentinas, lusitanas o mixtas”. Y la última colonización que hoy vive esta nación mediterránea es vía el auge del nuevo capitalismo agrario sojero. Como señala el economista Luis Rojas Villagra, Paraguay produce ―y exporta― 6 millones de toneladas de soja anuales… e importa productos tan elementales como cebolla, papa o tomate.

Cerco conservador

La supervivencia política de Lugo se parece a un milagro: tiene en contra a todo el Congreso (sólo un diputado y dos senadores apoyan al Gobierno); a la Justicia, coto de la vieja política corrupta-prebendal; a la burguesía fraudulenta que, aunque sigue haciendo negocios, desconfía del entorno izquierdista del Presidente; a los medios de comunicación que conspiran si pruritos a favor del juicio político y alientan sin parar el fantasma de Hugo Chávez, y al propio… vicepresidente de la República, del Partido Liberal Radical Auténtico. En ese marco, sólo las divisiones de la derecha y la movilización popular (o la amenaza de ella) logran mantener el en Gobierno al ex obispo, que en 2008 acabó con 60 años de dominio absoluto del Partido Colorado, incluyendo las tres décadas y media de la autocracia clientelista/represiva de Alfredo Stroessner. Las encuestas ―que el ABC ya no publica― dicen que la mayoría de los paraguayos se opone a un posible juicio político con el que amenaza la derecha, que después de Honduras no puede ocultar su tufillo a golpe de estado liso y llano. Ahora sectores opositores quieren reactivar la amenaza, dados los escasos resultados del estado de excepción en el norte del país.

La derecha acusa a Lugo de ser cómplice del EPP y de no haber hecho cumplir el estado de excepción. Incluso algunos no se quedan ahí: “Yo me animo a decir que el Presidente de la República Fernando Lugo no sólo es cómplice del EPP sino que es el jefe del grupo guerrillero… sus amigos del EPP no van a ser atrapados; desacredita a las fuerzas militares para que queden solo los policías, y así poder crear la guardia Nacional” dijo este lunes el diputado del UNACE (Colorados éticos), Artemio Barrios. Entretanto, los policías de Hugua Ñandu se sintieron “aludidos y provocados” por la campaña militar Py’aguapy, que lanzó panfletos en castellano y guaraní desde helicópteros ―como operación psicológica―, al parecer con especial intensidad frente a la subcomisaría local. “Es como que nos dijeran que no servimos para nada” se quejó un agente policial.

El Senado ya aprobó una ley antiterrorista, “estilo colombiano”. Y la colaboración judicial y de inteligencia Bogotá-Asunción marcha a todo vapor. La detención esta semana del colombiano Esney Dier Home Losada, acusado de pertenecer a las FARC, es sólo una mínima expresión de una amplia red de acciones conjuntas.

Una izquierda emergente

Como en otros gobiernos progresistas, bajo el Gobierno Lugo la economía la maneja la derecha y la política social la izquierda. Son públicas las tensiones entre el secretario general de la Presidencia Miguel Ángel López Perito y el ministro de Hacienda Dionisio Borda. No obstante, la reforma de la salud permite, por primera vez, la atención gratuita universal y, aunque la infraestructura aún no está a la altura de ese objetivo, es un enorme paso para Paraguay, durante décadas ―y aún hoy― un Estado mafioso y clientelista. La enorme sede de la Asociación Nacional Republicana (Partido Colorado) sigue ahí, a la espera de una oportunidad para restaurar el viejo orden que, agrietado, sobrevive en casi todas las instituciones del Estado. “En Cancillería nadie se enteró de que los colorados perdieron… [y] siguen en sus zoquetes como garrapatas hambrientas” dice la columna de chismes Ñe’e mbeguepe en el ABC Color.

Así, los problemas no se derivan solamente del atrincheramiento de los partidos conservadores, sino de la propia falta de unidad interna del Gobierno. En el Gabinete hay “desde obedientes discípulos del neoliberalismo en Hacienda, pasando por aprendices de represores en Interior, hasta supinos ignorantes en la materia en Agricultura y Ganadería, o bienpensantes ex militantes en carteras sociales. [Así] se logró lo que se tenía que lograr: desconcierto primero y desilusión después” escribió Palau en el reciente libro de balance Gobierno Lugo. Herencia, gestión y desafíos (Base-IS, Roxa Luxemburg-Stiftung, dic. 2009). Con todo, el sociólogo destaca que se creó la Coordinadora Ejecutiva para la Reforma Agraria y se logró redactar un informe de la Comisión Verdad y Justicia y el Instituto Nacional de Desarrollo Rural y de la Tierra sobre tierras malhabidas, unos 8 millones de hectáreas.

“El Gobierno de Lugo no puede calificarse como de izquierda, pero con Lugo la izquierda logró un espacio de crecimiento e influencia política que jamás tuvo en toda la historia paraguaya” dice el dirigente del Frente Guazú [Grande], Hugo Richer, una novedosa alianza que nuclea desde la socialdemocracia hasta casi todas las expresiones de la izquierda marxista. Las expectativas están puestas ahora en las elecciones municipales del 7 de noviembre, cuando el Frente Guazú intentará construir una base política/institucional del cambio. Y, si se logra mejorar la correlación de fuerzas, impulsar la convocatoria a una Asamblea Constituyente. Como lo demuestra Honduras, no basta el apoyo externo, aunque importante, a la institucionalidad ―en este caso de Unasur― para fortalecer una política antielitista, es necesario construir fuerzas internas consistentes. La derecha “bruta” de Lino Oviedo y la derecha “civilizada” del partido Patria Querida están a la espera de pasos en falso.

Pero aunque lentos, se perciben algunos avances. “Por décadas, la lucha política en Paraguay fue colorados vs. liberales; ahora, es izquierda/ derecha. Pese a la ley antiterrorista, el proceso no se ha derechizado. La exigencia de cambio sigue viva entre las organizaciones sociales” explica Richer. Lo cual no es poco, considerando que durante largos años, el líder anticomunista chino Chiang Kai Shek vigiló desde su enorme monumento en Asunción que Paraguay siguiera siendo ―como lo dijo alguna vez su amigo, el dictador Stroessner― “el país más anticomunista del mundo”.

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