AFP
La rápida ampliación de los cultivos destinados a producir biocombustibles en América Latina propicia la «reproducción» de patrones de «relación colonial» de la región con los grandes consumidores de energía, denunciaron en un informe organizaciones no gubernamentales.El auge de los biocombustibles «obliga a nuestros países a convertirse en proveedores no sólo de trabajo sino de energía ‘limpia y barata’ a los países capitalistas hegemónicos, y supone la continuidad histórica de los patrones coloniales», dijo el martes en Ciudad de México Gerardo Cerdas, de la brasileña Gritos de los Excluidos.La Unión Europea, Estados Unidos, Brasil, Japón y China, entre otros, «favorecen el protagonismo» de sus trasnacionales en la investigación, producción y comercialización de biocombustibles, subraya el informe de la Coalición Internacional para el Hábitat en América Latina (HIC-AL), Foodfirst Information and Action Network (FIAN) y Solidaridad Suecia-América Latina.Las políticas orientadas «a favorecer la producción de agrocombustibles en nuestros países se sustentan en los mismos elementos que caracterizaron la colonialización entre los siglos XVI y XIX: apropiación del territorio, de los bienes naturales y del trabajo», añadió Cerdas.»Se está provocando una creciente proletarización», añadió.En el texto, elaborado con la participación de más de una decena de organizaciones civiles de la región, se describen casos que sostienen la hipótesis de que, al menos por el momento, los biocombustibles afectan más de lo que benefician a los más pobres.»En varios países hay graves violaciones en plantaciones de caña de azúcar y palma de aceite, que van desde la sobre explotación hasta la prohibición de formar sindicatos, y la imposición de trabajo forzado infantil», indica el documento.En el texto titulado «Azúcar roja desiertos verdes. Informe Latinoamericano sobre monocultivos y violaciones al derecho a la alimentación y a la vivienda adecuadas, al agua, a la tierra y al territorio», se hace también énfasis en los desalojos forzados que han sufrido campesinos de varios países.En Argentina la ampliación de la frontera agrícola «ha provocado el desplazamiento de numerosas familias campesinas e indígenas, que al no gozar de títulos de propiedad sobre sus tierras (…) han sido desplazados por agentes inmobiliarios con el apoyo de gobiernos locales», indicó el texto.Lo mismo ocurre en Brasil (férreo impulsor de biocombustibles), Ecuador, Colombia y México.En Colombia los guardias armados se presentan directamente con un: «¿negociamos con usted señor o con su viuda?», dijo en conferencia el colombiano Juan Pablo Soler de HIC-AL, quien además sostuvo que la expansión de palma aceitera se da sobre todo en regiones con presencia de paramilitares.En ese país andino, los activistas caricaturizan al ministerio de Agricultura llamándolo «ministerio de palmicultura» dado el alto grado de preferencia por la palma aceitera o africana, por encima de otros cultivos que también pueden convertirse en biocombustibles pero que además son comestibles como el maíz, según Soler.En Brasil la expansión de monocultivos de eucalipto y caña de azúcar vulnera «particularmente» a las poblaciones quilombolas (descendientes de esclavos), que salvo algunas excepciones no cuentan con títulos de propiedad, añade el informe.»Se está desplazando a la población campesina, dejándoles como única salida el abandono de los campos», dijo a su vez en la conferencia Natalia Landívar, de FIAN Ecuador.Landívar dijo que en los campos ecuatorianos los desalojos forzados se logran «llevando a los campesinos en resistencia juicios preparados bajo acusaciones falsas».Las plantaciones de biocombustibles rondan actualmente las 120 millones de hectáreas en todo el mundo, según los activistas.