La ceremonia fue en el Colegio Militar. La encabezó la Presidenta, quien destacó que “pudimos construir nuestras victorias más importantes cuando la Nación fue, por sobre todas las cosas, pueblo”. Hubo un desfile en el que participaron cuatro mil soldados.

 

”Pudimos construir nuestras victorias más importantes cuando la Nación fue por sobre todas las cosas pueblo, dirigida también por quienes tenían el honor de ser su brazo armado. Cada vez que ese brazo armado confundió su rol y se separó de su pueblo, hubo amargas derrotas. Creo que es el aprendizaje que todos debemos hacer en estos 200 años de historia.” La reflexión de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner tuvo lugar ayer en el Patio de Honor del Colegio Militar de la Nación, ante más de mil oficiales, durante la conmemoración del bicentenario del Ejército. En el primer turno, el jefe de esa fuerza, teniente general Luis Alberto Pozzi, admitió que la historia alterna “luces y sombras” pero aseguró que la institución celebra “el reencuentro con nuestro pueblo” y que ha internalizado “que el único camino posible es respetar la Constitución nacional y los derechos humanos”.

El acto en El Palomar comenzó al mediodía, media hora después de lo previsto, y concluyó con un desfile pasado por agua de cuatro mil soldados y 91 vehículos militares. El escenario de vitrales imponentes, con los nombres de todos los egresados del Colegio Militar, fue el mismo en el que Néstor Kirchner ordenó seis años atrás retirar los retratos de los dictadores Videla y Bignone de la galería de ex directores. La Presidenta llegó acompañada por su gabinete en pleno y saludó con una sonrisa hacia las bandejas superiores. Compartió la primera fila con Pozzi, la ministra de Defensa, Nilda Garré, el gobernador Daniel Scioli y el jefe de Gabinete Aníbal Fernández.

Abrió el acto el sacerdote católico Pedro Candia, vicario a cargo del obispado castrense. “Oremos”, propuso. Agradeció “a Dios padre” por haber enviado a Cristo, destacó el “renovado compromiso (de las Fuerzas Armadas) con la vida democrática”, reivindicó “el espíritu de mayo” de 1810, e invitó a rogar “por quienes nos precedieron, para que (Dios) los acoja por sus buenas obras”.

Luego tomó la palabra el teniente general Pozzi, jefe del estado mayor general del Ejército. Recordó que antes de 1810 la libertad era “una utopía” y que aquel 29 de mayo, cuando la Primera Junta dictó la Proclama a los Cuerpos Militares de Buenos Aires, nació el ejército “como instrumento al servicio de la voluntad soberana”. Consideró que de “un repaso objetivo y desapasionado” de los dos siglos siguientes surgen “logros pero también frustraciones, aciertos y desaciertos, luces y sombras”. “Todos dejaron profundos surcos en la memoria”, aseguró.

“Este Ejército del bicentenario es una institución renovada”, que atraviesa “un saludable e irreversible proceso de transformación y modernización”, dijo Pozzi. Aclaró que “es conducido por el Ministerio de Defensa”, tal vez para diferenciarlo de los tiempos en que voceros militares fungían de ministros, y destacó “ejes” del presente: el rol central de la actividad operacional, el nuevo sistema de Justicia militar, la plena incorporación de la mujer a las fuerzas y el aporte a la industria nacional. “Aprendimos que el único camino posible es respetar la Constitución Nacional y los derechos humanos, con justicia y pasión por la libertad”, afirmó. Consideró que “celebramos hoy el reencuentro con nuestro pueblo”, que “la comunión pueblo-ejército o civiles-militares selló el origen y el destino del Ejército”, y rogó “a la santa patrona Virgen de la Merced” que lo ilumine.

La Presidenta dio su discurso detrás de un atril y sobre una tarima de alfombra roja que le acercaron tres granaderos. Reiteró su “altísimo honor” de ser comandante en jefe de las Fuerzas Armadas pero prefirió “hablar desde un lugar que nos es común a todos y que tal vez sea superior a los honores, que es el orgullo de ser ciudadanos argentinos, con uniforme o sin uniforme”. Coincidió con Pozzi en que el Ejército alternó “gloriosas victorias y amargas derrotas” y observó que “la actitud de la gente” en los actos del Bicentenario permitió identificar cada momento. Recordó tres: el cruce de los Andes, cuando “se cantó la ‘Marcha de San Lorenzo’ como nunca en mi vida la había oído cantar”; “el paso del Exodo Jujeño que rememoraba la gesta de ese grande que fue el general Belgrano y que consolidando el Frente Norte permitió la victoria y el cruce de los Andes”, y la Vuelta de Obligado, cuando “el entonces brigadier Juan Manuel de Rosas les impuso una derrota a los imperios más importantes atravesando con cadenas el río y reafirmando la soberanía nacional sobre nuestros ríos”.

“Luego vinieron las sombras o amargas derrotas. No quiero hacer hincapié porque todos las conocemos y las sufrimos”, concedió a un auditorio que incluía a decenas de viejos oficiales retirados, pero propuso buscar “el hilo conductor” que permita explicar unas y otras, y se respondió a sí misma que las victorias llegaron “cuando sus Fuerzas Armadas se constituyeron en el brazo armado de la Nación”. Destacó que San Martín no cruzó los Andes con dirigentes políticos, que “incluso se oponían desde Buenos Aires”, sino con el pueblo. “Cuando Belgrano mandó quemar Jujuy, lo hizo su pueblo”, dijo, y “cuando Güemes con sus soldados mal vestidos, casi con harapos, custodiaba la frontera del Norte, eran el brazo armado de la Nación junto al pueblo”, agregó. Conclusión: “Pudimos construir nuestras victorias más importantes cuando la Nación fue por sobre todas las cosas pueblo, dirigida también por quienes tenían el honor de ser su brazo armado. Y cada vez que ese brazo armado confundió su rol y se separó de su pueblo, hubo amargas derrotas”.

Como símbolo del presente y el futuro de las Fuerzas Armadas que también pudieron apreciarse durante los actos del Bicentenario destacó los radares que los militares construyen junto con el Invap, y recordó “el protagonismo absoluto” que alguna vez tuvieron “en el desarrollo de la industria nacional”. A los nostálgicos de las botas les apuntó que “no organizamos un parque de diversiones ni una kermesse sino una conmemoración de nuestra historia, con nuestros claros y nuestros oscuros”, y se manifestó “absolutamente convencida de que todos los argentinos, con o sin uniforme, hemos aprendido y hemos entendido”. Luego del “¡Viva la Patria!” de rigor, trompetistas de guantes blancos despidieron a la Presidenta con la “Marcha de San Lorenzo”.

La jornada concluyó con el desfile de cuatro mil soldados de todas las especialidades y con una demostración del equipamiento pesado con el que cuenta el Ejército. Marcharon empapados cadetes del Colegio Militar, ex combatientes de Malvinas, buzos, paracaidistas, soldados con uniformes de sauce llorón y, por primera vez, tropas de inteligencia de combate, formadas con sus jefes y banderas. También pasaron a pie los miembros del Batallón de Asalto Aéreo, quienes pilotean los helicópteros HUEI que en estos momentos se modernizan en Campo de Mayo. Entre los vehículos se distinguieron los Gaucho de fabricación nacional y varias unidades del Tanque Argentino Mediano que el Ministerio de Defensa ordenó modernizar. Al final desfiló una cohetera con 27 lanzaderas, que se está fabricando experimentalmente en Defensa y que según fuentes del ministerio a cargo de Garré llegarán en dos años a cada una de las doce brigadas del Ejército.