Miguel Jara
Lúcido como siempre, el médico Juan Gérvas me envía una colaboración a modo de resumen sobre lo que ha ocurrido con la gripe A y las enseñanzas que podemos obtener de ello para presente y futuro:
1. La gripe A empezó en Méjico, en abril de 2009, de origen porcino. En junio de 2009 la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró la situación de máxima alerta, “pandemia” nivel 6. Tal término (”pandemia”) desencadenó la activación de contratos “dormidos” de los Gobiernos con la industria farmacéutica y permitió establecer planes con controles mínimos para la producción de vacunas antigripales contra el nuevo virus. “Pandemia” significaba ya sólo afectación mundial, sin asociación a gravedad ni mortalidad.
2. Las predicciones de la OMS fueron desde el principio y hasta el final de gran catástrofe. De hecho, se activaron “planes de contingencia” similares a los de la gripe Aviar de 2005 (en que se previeron también erróneamente millones de muertos). Sólo el Gobierno de Polonia resistió las presiones, y no firmó contratos que implicaban aceptar todas las responsabilidades por los daños que causaran las nuevas vacunas. Su respuesta racional conllevó el mismo número de muertos por gripe A que en el resto de Europa (181 en Polonia, con 39 millones de habitantes, frente a, por ejemplo, España con 47 millones de habitantes y 271 muertos). También fallaron las predicciones de pacientes ingresados en Cuidados Intensivos, que fueron de miles frente a cientos en la realidad. Frente a estos datos, la OMS y las autoridades sanitarias siguen hablando de “nuevas olas” amenazadoras, anunciando un Fin del Mundo que sustente su respuesta según “el principio de precaución”.
3. La gripe A causó una epidemia de gripe leve, y la mayoría de los enfermos no tuvieron ningún síntoma. Tal levedad se conocía con certeza y datos fiables desde mayo de 2009. Se calcula que más de la mitad de la población tiene ahora, en 2010, defensas naturales frente a la gripe A (antes de la 2009 sólo tenían defensas aproximadamente un 30% de los nacidos antes de 1957, pues el virus A fue predominante entre 1919 y 1957).
4. Se recomendaron tratamientos antivirales de dudosa eficacia.
5. Se recomendaron vacunas de dudosa eficacia. De hecho la vacuna contra la gripe estacional (triple vírica, con virus atenuados) sensibilizó para tener con más probabilidad la gripe A. Además, el virus de la gripe A desplazó a todos los previos por lo que la vacuna contra la gripe estacional fue inútil.
6. La población y los profesionales sanitarios europeos (y españoles) rechazaron las medidas propuestas por las autoridades sanitarias, y no se vacunaron en masa. La incoherencia de las autoridades españolas se demuestra, por ejemplo, con la distinta definición de caso de gripe A en las distintas Comunidades Autónomas (hubo, pues, “gripe A catalana”, “gripe A vasca”, etc.).
7. La Unión Europea y el Consejo de Europa han expresado su malestar por la hiper-reacción y la falta de transparencia de las autoridades sanitarias. En EE.UU. preocupa que la Directora de los CDC (organizaciones oficiales para el control y seguimiento de epidemias y vacunas) haya pasado a Presidente de la Sección de Vacunas de Merck (industria farmacéutica que fabrica vacunas).
8. Conviene que la población y los profesionales sanitarios tengan criterio propio, pues el de las autoridades puede ser errado, y además no enmendado.
En la página del Equipo CESCA hay información complementaria sobre los distintos apartados tratados en este texto.
La Red permitió una respuesta lógica y prudente a la crisis de la gripe A. Lo que no supieron hacer las autoridades lo hicieron los profesionales sanitarios y la propia población. Necesitamos ser conscientes de que las autoridades sanitarias pueden equivocarse gravemente y de que se sienten impunes para no reconocer sus errores. Conviene, pues, la información independiente que permita tomar decisiones prudentes tanto a los individuos como a las poblaciones, especialmente a los pacientes.
Más info: El libro La salud que viene. Nuevas enfermedades y el marketing del miedo (Península, 2009).